He presenciado nuevamente, por medio de la televisión, una escena
de lo más patética: una jauría de políticos despachándose unos a otros puñetazos, insultos y amenazas. Uno de ellos, en su furia, se quitaba la chaqueta, la corbata y se desabrochaba la camisa para zurrar mejor al oponente. Como diríamos por aquí, se estaban dando leña. Todo un mal ejemplo para los ciudadanos que un día los eligieron en las urnas. Se supone que ellos nos deben dar ejemplo de cordura, seriedad, respeto y dominio propio. No es de extrañar que haya todo tipo de conflictos en nuestra sociedad civilizada. Es que las guerras se forman por querer dominar a otros que a su vez nos quieren dominar. La clase política de este mundo está infectada de brotes de ira y soberbia. Se dice que el poder corrompe y yo estoy convencido de que ya llevamos con nosotros el germen corrupto. Toca la tecla adecuada y verás como salta la chispa. El poder no corrompe, nosotros estamos corrompidos.
No solo la clase política nos da mal ejemplo. ¿Qué diremos de los programas de chismes que diariamente sueltan las cadenas de televisión? ¿Qué te parecen los atletas acusados de dopaje? ¿Qué de
Si confías en la política
terminarás decepcionado. Si idolatras al famoso del momento, más tarde o más
temprano, caerá del altar donde lo has puesto y estarás, una vez más,
decepcionado. Las personas que admiras son, eso, personas como tú y como yo que
cometen errores fallando a los demás. Yo he herido a muchas personas al igual
que a mí me han herido. Seguro que tu experiencia es la misma que la mía.
No podemos fiarnos de nadie y la
razón es evidente: estamos corrompidos por el pecado que hay en cada uno de
nosotros. Tenemos ataques de ira, ardemos de celos, la envidia campa a sus
anchas en nuestras vidas, pensamos mal del vecino, nos creemos más que nadie,
adulteramos de hecho y pensamiento, somos egoístas y un largo etcétera de lo
que la Biblia denomina pecado. Tú te conoces perfectamente y aunque trates de
ocultarte a la vista de los demás sabes que tu vida está plagada de pecados. No
importan que sean socialmente aceptables o no. Delante de la ley de Dios son
pecados y te condenan por la eternidad. Tus ídolos sean de carne y hueso,
madera o barro, no te pueden salvar.
Entonces, ¿en quién confiar? ¿Hay
alguien verdaderamente confiable? ¿Hay alguien en todo el universo capaz de
salvarte? Lee atentamente el siguiente relato bíblico.
Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
(Juan 6:64-69)
El que llegó a ser el apóstol Pedro declara ante todos
varias cosas trascendentales.
1º Llama Señor a Jesús. Otorgando este título a Jesús,
Pedro sabe que su lugar es ser siervo de su Señor.
2º ¿A quién
iremos? En otras palabras, ¿Quién da más? Jesús tiene lo que necesitamos. Sus
palabras, su mensaje, nos traen la vida eterna.
3º Hemos creído porque sabemos que Jesús es el Mesías
prometido. Jesús es el Hijo de Dios, y Este lo envió a nosotros con un
propósito salvador.
¡JESÚS!
A Él debes ir si quieres confiar en alguien. A Él
tienes que ir si quieres ser salvo. Los discípulos lo vivieron de primera mano.
Ellos experimentaron hasta qué punto Jesús no les iba a fallar. Por esto se
sometieron a su voluntad llamándole Señor. Por esto declararon que fuera de Jesús
solo había muerte. Por esto sabían perfectamente a quien tenía delante, al
mismísimo Hijo de Dios que venía a salvarles y darles vida eterna.
Querido lector, en esto consiste el mensaje del
evangelio: Pecamos contra Dios y perdimos la comunión con Él. Es tal el agravio
de nuestra deslealtad que merecemos la muerte. Morir es pagar el delito por tu
pecado. Por eso un día, tú y yo, moriremos. Nadie nos librará de esta realidad.
Una de las características más asombrosas de Dios es su amor. Este amor le
movió a trazar un plan para que nuestra muerte no fuese eterna. Buscó a alguien
perfecto, sin pecado. Miró a su alrededor y vio a su Hijo. Este, por obediencia
a su Padre, se trasformó en hombre, habitó, padeció y fue muerto en pago por
nuestros pecados. Solamente Él pudo hacerlo. Al igual que no aceptas como
almuerzo algo podrido, Dios no puede aceptarte porque tu vida está podrida por
causa del pecado.
¿Por qué Jesús aceptó a sus discípulos? Es súper sencillo.
Reconocieron la autoridad de Jesús como Señor y le siguieron.
¿Estás dispuesto a confiar en Jesús? No te fallará. No
te decepcionará como los políticos, los atletas o los artistas que son como tú
y yo. Jesús es perfecto. Jesús es el Señor idóneo. Nunca abusará de ti. Jesús
es el amigo fiel. Nunca te rechazará. Jesús murió en una Cruz por amor a ti
para que pudieses por medio de reconocer tu pecado y arrepentirte del mismo
llegar a tener vida eterna y libre acceso nuevamente a la amistad con Dios.
¿Quién da más?
Dios te brinda una oportunidad de oro para que te
acerques a Él leyendo estas palabras, ya que no es la casualidad la que te ha
traído aquí. Ora a Dios estas sencilla oración:
Dios, reconozco que hay pecado en mi vida. Reconozco que he puesto la confianza de mi vida en personas y cosas que se han derrumbado. Me arrepiento de mis pecados porque me han apartado de Ti. Jesús, Tú eres el Hijo de Dios que ha venido para salvarme de la condenación eterna. Gracias porque tu amor me ha alcanzado. En el Nombre de Jesús. Amén.
Me alegro de corazón si has realizado esta oración de
manera correcta. Las palabras dichas de forma vacía no te salvan pues Dios ve
tu corazón y tu mente. Dios sabe del grado de sinceridad que hay en ti. Quiera
Dios haberte tocado profundamente y a partir de hoy comiences a vivir como lo hace un hijo de Dios, obedeciéndolo. No te quedes solo. Busca una Iglesia evangélica en el
lugar donde vives. Lee la Biblia. Consíguela en una librería, por internet o
por medio de mi. Todo esto te ayudará a conocer más de Dios y madurarás en tu
vida como discípulo de Jesús.
Si te opones al ofrecimiento de salvación de Cristo
estás condenado. Tu pecado sigue sobre ti. Tu conciencia lo delata. No puedes
escapar del peso de la culpa. Sé consciente de lo que estás rechazando y medita
en ello. La salvación es un regalo de Dios, Jesús lo avisó: "Por eso os he
dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre".
¿Estarás entre los que reciben el regalo o entre los que lo rechazan? Piénsalo,
amigo lector.
Todo puede derrumbarse a tu alrededor. Solo Jesús
sigue en pie.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!