La navidad es el recuerdo de que Dios nos visitó por medio de su Hijo
Jesús. Este hecho marcó una nueva etapa en la humanidad. Dios reveló su
voluntad para el hombre con lo que los ángeles proclamaron esa primera navidad:
"¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS, Y EN LA TIERRA PAZ, BUENA VOLUNTAD PARA CON LOS HOMBRES!" Paz, lo
que tanto buscas y buena voluntad, que es lo que Dios tiene para contigo.
Rechazar esto es dejar la paz y estar en guerra pues vives lejos de lo que Dios
quiere para tu vida (buena voluntad). Dios por medio de Jesucristo ya te mira
con buenos ojos si crees con fe y te arrepientes de tus pecados que te separan
de poder disfrutar de una verdadera amistad con Dios. Recuerda, querido lector,
el cristianismo no es una religión, es una relación de familia con Dios. Si
crees el mensaje de la navidad te conviertes en hijo de pleno derecho de Dios
pues Él te adopta. Jesús es el protagonista de la navidad. Algunos dirán
"eso ya lo sé". Querido amigo, una cosa es saber y otra ser. Y es que
para que Jesús sea protagonista de tu navidad debe reinar en tu corazón. ¿Él
reina en tu vida o sigues guiándote por tus propios razonamientos? El mismo
Jesús que lo dejó todo por ti y lo dio todo por ti te pide que le respondas de
igual forma. Él no se conforma con menos. Te invitó a leer esta segunda parte
de la narración bíblica del nacimiento de Jesús.
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese
empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E
iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con
María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que
estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a
su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el mesón.
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias
de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y
la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el
ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en
pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una
multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a
Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los
pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que
ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos
los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María
guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y volvieron los
pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y
visto, como se les había dicho.
Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por
nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese
concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos,
conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será
llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del
Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre,
justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba
sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la
muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al
templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer
por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios,
diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de
todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo
Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y
los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para
caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será
contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados
los pensamientos de muchos corazones.
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su
virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del
templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose
en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que
esperaban la redención en Jerusalén. Después de haber cumplido con todo lo
prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la
gracia de Dios era sobre él. (Lucas 2:1-40)
El resto de la historia de la niñez y juventud de Jesús fue convivencia
con nosotros y preparación para la tarea que su Padre le había encomendado:
reconciliar al hombre con Dios. Pido al Señor que abra los ojos de tu
entendimiento y que estas navidades sean luminosas para ti y que en ella
descubras al verdadero Jesús que te amó tanto que murió para que pudieras
vivir. Si le das la espalda al Niño de Belén estás en un certero peligro: el
Juicio implacable de Dios. Abraza el amor de Dios y hazlo por tu vida.
Jesús es el protagonista de la navidad.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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