Un detalle que me ha pasado esta
semana ha hecho que recuerde mi forma tosca e insegura de declarar mi amor a la
que hoy, a Dios gracias, es mi amada esposa. Después de esta primera
declaración se produjo un tiempo de intentar, por mi parte convencerla de que
yo era su mejor opción. Nos pasábamos largas horas hablando antes de ella tomar
su acertada decisión por mí. Me costó lo mío conquistarla pero al final salí
triunfante como un guerrero que ha vencido en la dura batalla. Pedirle a ella
que fuse mi novia y después pedirle que se casara conmigo ha sido la segunda
decisión más importante de mi vida y solo la supera el día que decidí
arrepentirme de mis pecados y creer en Jesús, es decir, el día que me di cuenta
que sin Jesús estaba perdido y Él solo podía salvarme.
¿Quieres ser mi novia? Esta es la
pregunta que escuché esta semana al salir de un ascensor y mientras me disponía
a salir a la calle. Esta pregunta me horrorizo. Explico la escena que me
encontré: Dos mujeres jóvenes y una niñita de no más de año y medio. Una de las
mujeres no paraba de alabar a la pequeña por lo guapa que esta era. Las rebasé saludándolas
con el típico “buenas tardes” a lo que ellas respondieron amablemente con la
misma frase. De pronto, cuando ya se hallaban a mis espaldas retumbó la
pregunta en mis oídos “¿Quieres ser mi novia?” con la cual una de las mujeres
preguntaba a la aún inocente niñita. No lo pude evitar y me quedé a cuadros, de
una pieza y consternado. ¡A dónde estamos llegando! Ese pensamiento me ha
perseguido hasta estas letras que escribo como fruto de la sin razón que esa
frase, por muy cariñosa que parezca, tiene.
Llamadme retrógrado, radical, políticamente
incorrecto, fundamentalista, extremista, intolerante… pero contestadme ¿qué le
están enseñando a la pequeña a tan tierna edad? ¿Qué pretenden enseñarnos cada
día y a todas horas exhibiendo por los medios relaciones antinaturales, es
decir, ilícitas. Creo que a la pequeña la están adiestrando en el
convencimiento de que las relaciones lésbicas u homosexuales son buenas.
¡HORROR! Llevado un poco más allá sería un caso de pederastia encubierto.
Señores y señoras llámenme como quieran pero ustedes saben, si no tienen la
conciencia cauterizada, que esto es pecado. ¿Qué pensaste, querido lector, al
leer la pregunta que titula este artículo? A buen seguro en la petición de un
hombre a una mujer, un adolescente a su amor idealizado en una chica, o a un
niño a su amor infantil de ojitos azules, con pequitas y cabello rubio que es
su gran compañera de clase y juegos. He ahí lo natural, lo demás… ponle el
nombre.
Por esto Dios los entregó a pasiones
vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra
naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la
mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos
vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
debida a su extravío. (Romanos 1:26-27)
Esto que pasa hoy es lo mismo que
pasaba antes. “No hay nada nuevo bajo el sol”, en palabras del sabio Salomón.
El añadido de la época que nos ha tocado vivir es que el pecado se ha
democratizado. Dios ha sido apartado de la escena y las mayorías son las que
dictan qué es pecado y qué no es pecado. Pero lo paradójico del caso es que se
nombre al pecado como se nombre, sus consecuencias personales (con uno mismo), morales
(con los demás) y espirituales (con Dios), siguen siendo las mismas. TODOS
ESTAMOS INFECTADOS POR EL PECADO.
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No
hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se
hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos
3:10-12)
Todos hemos pecado contra Dios
desobedeciendo de una forma u otra sus leyes y esto debe ser castigado. Todos los
que no han creído en Cristo se verán las caras con Dios cuando se presenten
ante Su Juicio Final. El castigo es la muerte eterna, o lo que es lo mismo, la
separación por siempre de todo lo que tenga que ver con Dios, pero hay
esperanza en Jesucristo.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Jesús vino a salvar a los que,
como yo, habían pecado. Él trae perdón y paz a cada vida que se acerca a Él
reconociendo sus pecados y arrepintiéndose de ellos. Entonces Dios Padre lo
acoge como hijo legítimo, por el sacrificio que Su Hijo Jesús realizó en la cruz
poniéndose en el lugar de nosotros, pagando así por los delitos y pecados que
había en nuestra contra delante de Dios. Si vienes arrepentido a Cristo no te
rechazará y serás una nueva creación, con un nuevo comienzo. Amarás a Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, con lo que todas tus
relaciones serán sanadas. Respetarás a Dios y el lugar que Dios ha decidido
para cada persona en este mundo: el hombre será hombre y la mujer será mujer, ambos destinados a ser fértiles, no áridos, como las relaciones prohibidas por
Dios mismo.
Llama a lo bueno, bueno y a lo
malo, malo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
ResponderEliminarIgualmente, Noemí.
ResponderEliminar