En mayor o menor medida todos somos o hemos sido como Jonás…
pero al revés. Me explico. Dios mandó a Jonás como mensajero de salvación a los
habitantes de Nínive, un pueblo bastante cafre, como solemos decir por estos
andurriales. Jonás conocía de primera mano los desmanes de los ninivitas hacia otros
pueblos y, además, sabía que en Dios había perdón y restauración para todo el
que aceptara el amoroso ofrecimiento del que Dios mismo quería hacerle vocero,
ante tamaño pueblo de bárbaros. Jonás huyó de Dios…o por lo menos lo intentó y
cosechó tempestades (nunca mejor dicho) en su afán por hacer lo contrario a lo que Dios tenía
preparado para su vida: ser el mensajero de salvación a un pueblo depravado.
¿Por qué somos como Jonás pero al revés?
Jonás huyó porque conocía a Dios; quizá tú huyas de Dios
porque no lo conoces. Jonás reprochó a Dios que fuese capaz de perdonar a
aquellos que habían hecho tanto daño a Israel. Quizá tú estés entre los
millones que reprochan a Dios por la hambruna, la injusticia social, los
terremotos, el cambio climático, el vecino de arriba que no cesa de molestar o
la falta de parking cuando es más necesario, por lo urgente. Es que hay tantas
cosas por las cuales culpar a Dios que lo mejor es huir lejos porque de qué te
serviría un Dios que no está a la altura de tus expectativas. ¿Me sigues querido
lector?
Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Dios a
Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando
su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de
Jehová. (Jonás 1:3)
Jonás tomó el primer barco en el que consiguió pasaje con
rumbo, por aquello del turismo de sol y playa, a nuestras tierras andaluzas,
más concretamente Cádiz. ¡OLÉ POR JONÁS! En el barco comenzaron los grandes problemas
para nuestro querido Jonás (Yony para los amigos, es decir, “Yo ni pensarlo voy
a Nínive”). Dios mandó una tempestad tan grande que el barco parecía partirse
por la mitad.
Mientras tanto Jonás se echaba la siestecilla de turno para
comenzar a congraciarse con las costumbres españolas. Lo despertaron con el fin
de que se uniera a los desesperados navegantes y de esta forma tener a otro
dios para rogar misericordia. Esto me recuerda al mundo de hoy, lleno de gurús,
hechiceros y religiosos clamando al unísono, cada uno a su dios, por el bien y
la prosperidad. Es que cuando la necesidad aprieta…
Echaron suertes entre todos a ver de quién era el “mal fario”
y ¿cómo no? La suerte cayó en Jonás y lo tiraron al mar por petición expresa de
él mismo. El mar se calmó inmediatamente. Dios había provocado la tempestad
para llamar la atención de “Yony”. C. S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia, comentó en una de sus predicaciones que el
sufrimiento es el altavoz de Dios a un mundo de sordos. Creo que Lewis estaba
en lo cierto. Jonás sufrió la contrariedad por desobedecer a Dios.
Pero Dios tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y
estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches. (Jonás 1:17)
Dios no permitió que Jonás muriese y le proveyó un lugar
extraño, pero seguro. Únicamente cuando él se vio que no tenía escapatoria
reconoció que Dios era soberano y le debía obediencia absoluta. Obedeció, por
fin, a Dios, predicó a Nínive y se arrepintieron de sus malos caminos encontrando
la paz con Dios.
Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal
camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. (Jonás
3:10)
Dios quiere el bien para todos. Para ti también que estás
leyendo esto. Este mensaje es para ti porque Dios te ha traído hasta este blog.
No es una casualidad, igual que no lo fue para Jonás, que en estos momentos estés
dentro de algún pez y te hayas topado con este mensaje de esperanza: HAY
SALVACIÓN EN MEDIO DE UN MUNDO INJUSTO Y SALVAJE.
Al igual que Jonás, Jesús estuvo tres días y tres noches en
la oscuridad. La diferencia es que Jonás se lo buscó por su desobediencia a
Dios, que es pecado y Jesús se lo buscó por obediencia a Su Padre y por amor a
nosotros. Jesús no tenía que pasar por las pruebas a que Dios lo sometió para
salvarnos. Jesús no tenía ninguna razón por la cual entregar su vida que el
amor del Padre por una humanidad a la deriva.
Querido lector, tú estás a la deriva si sigues
desobedeciendo a Dios andando por la vida con tus propios estándares y
filosofías. Dios te creó con un plan definido y si rehúsas adherirte a Su sabio
plan, cosecharás tempestades como el altavoz que Dios ha preparado para ver si
lo escuchas de una vez. Mientras hay vida, hay esperanza de salvación. Cuando
la muerte llegué se habrá acabado la esperanza.
La muerte de Jesús abrió una gran brecha por la que pasar
con el fin de salvarte de una muerte alejada de Dios por la eternidad. Jesús
saldó la deuda que teníamos ante Dios y que Él estaba dispuesto a cobrarse,
como con los de Nínive. La diferencia es que ellos aceptaron de buen grado el
aviso de Dios y se arrepintieron de sus malos caminos y empezaron a vivir de acuerdo
al consejo de Dios. Medita en ello.
¿Vas hacia Cádiz o hacia Nínive?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!