sábado, 25 de enero de 2014

Jonás

En mayor o menor medida todos somos o hemos sido como Jonás… pero al revés. Me explico. Dios mandó a Jonás como mensajero de salvación a los habitantes de Nínive, un pueblo bastante cafre, como solemos decir por estos andurriales. Jonás conocía de primera mano los desmanes de los ninivitas hacia otros pueblos y, además, sabía que en Dios había perdón y restauración para todo el que aceptara el amoroso ofrecimiento del que Dios mismo quería hacerle vocero, ante tamaño pueblo de bárbaros. Jonás huyó de Dios…o por lo menos lo intentó y cosechó tempestades (nunca mejor dicho) en su afán por  hacer lo contrario a lo que Dios tenía preparado para su vida: ser el mensajero de salvación a un pueblo depravado. ¿Por qué somos como Jonás pero al revés?


Jonás huyó porque conocía a Dios; quizá tú huyas de Dios porque no lo conoces. Jonás reprochó a Dios que fuese capaz de perdonar a aquellos que habían hecho tanto daño a Israel. Quizá tú estés entre los millones que reprochan a Dios por la hambruna, la injusticia social, los terremotos, el cambio climático, el vecino de arriba que no cesa de molestar o la falta de parking cuando es más necesario, por lo urgente. Es que hay tantas cosas por las cuales culpar a Dios que lo mejor es huir lejos porque de qué te serviría un Dios que no está a la altura de tus expectativas. ¿Me sigues querido lector?


Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Dios a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. (Jonás 1:3)

Jonás tomó el primer barco en el que consiguió pasaje con rumbo, por aquello del turismo de sol y playa, a nuestras tierras andaluzas, más concretamente Cádiz. ¡OLÉ POR JONÁS! En el barco comenzaron los grandes problemas para nuestro querido Jonás (Yony para los amigos, es decir, “Yo ni pensarlo voy a Nínive”). Dios mandó una tempestad tan grande que el barco parecía partirse por la mitad.


Mientras tanto Jonás se echaba la siestecilla de turno para comenzar a congraciarse con las costumbres españolas. Lo despertaron con el fin de que se uniera a los desesperados navegantes y de esta forma tener a otro dios para rogar misericordia. Esto me recuerda al mundo de hoy, lleno de gurús, hechiceros y religiosos clamando al unísono, cada uno a su dios, por el bien y la prosperidad. Es que cuando la necesidad aprieta…


Echaron suertes entre todos a ver de quién era el “mal fario” y ¿cómo no? La suerte cayó en Jonás y lo tiraron al mar por petición expresa de él mismo. El mar se calmó inmediatamente. Dios había provocado la tempestad para llamar la atención de “Yony”. C. S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia, comentó en una de sus predicaciones que el sufrimiento es el altavoz de Dios a un mundo de sordos. Creo que Lewis estaba en lo cierto. Jonás sufrió la contrariedad por desobedecer a Dios.


Pero Dios tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches. (Jonás 1:17)


Dios no permitió que Jonás muriese y le proveyó un lugar extraño, pero seguro. Únicamente cuando él se vio que no tenía escapatoria reconoció que Dios era soberano y le debía obediencia absoluta. Obedeció, por fin, a Dios, predicó a Nínive y se arrepintieron de sus malos caminos encontrando la paz con Dios.



Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. (Jonás 3:10)

Dios quiere el bien para todos. Para ti también que estás leyendo esto. Este mensaje es para ti porque Dios te ha traído hasta este blog. No es una casualidad, igual que no lo fue para Jonás, que en estos momentos estés dentro de algún pez y te hayas topado con este mensaje de esperanza: HAY SALVACIÓN EN MEDIO DE UN MUNDO INJUSTO Y SALVAJE.


Al igual que Jonás, Jesús estuvo tres días y tres noches en la oscuridad. La diferencia es que Jonás se lo buscó por su desobediencia a Dios, que es pecado y Jesús se lo buscó por obediencia a Su Padre y por amor a nosotros. Jesús no tenía que pasar por las pruebas a que Dios lo sometió para salvarnos. Jesús no tenía ninguna razón por la cual entregar su vida que el amor del Padre por una humanidad a la deriva.


Querido lector, tú estás a la deriva si sigues desobedeciendo a Dios andando por la vida con tus propios estándares y filosofías. Dios te creó con un plan definido y si rehúsas adherirte a Su sabio plan, cosecharás tempestades como el altavoz que Dios ha preparado para ver si lo escuchas de una vez. Mientras hay vida, hay esperanza de salvación. Cuando la muerte llegué se habrá acabado la esperanza.


La muerte de Jesús abrió una gran brecha por la que pasar con el fin de salvarte de una muerte alejada de Dios por la eternidad. Jesús saldó la deuda que teníamos ante Dios y que Él estaba dispuesto a cobrarse, como con los de Nínive. La diferencia es que ellos aceptaron de buen grado el aviso de Dios y se arrepintieron de sus malos caminos y empezaron a vivir de acuerdo al consejo de Dios. Medita en ello.

¿Vas hacia Cádiz o hacia Nínive?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 18 de enero de 2014

Nadie Quiere Morir

En menos de quince días he tenido la triste circunstancia de presenciar dos funerales. El día seis, como un macabro regalo de Reyes, fue el primero. El segundo, ayer, día diecisiete. Este último ha sido el funeral de mi suegra, una buena mujer que hoy disfruta del Cielo junto al que es su Señor, Jesús. Esta es la esperanza del cristiano: la muerte es un criado que nos lleva al Cielo junto a Jesús, el que nos amó y ama tanto.


Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. (Eclesiastés 3:11)


El ser humano no ha sido creado para morir, sino para vivir. La muerte es la cosa más fea que existe en el universo. No me extraña que me haya criticado algún lector por el hecho, quizá, de recordar la muerte con bastante frecuencia. La muerte es lo único que frena al ser humano y lo hace preguntarse sobre las incógnitas que realmente importan. Dios ha puesto un sentir de eternidad en lo profundo de nuestros pensamientos y nadie puede escapar del deseo de trascender, de no morir.


Solamente uno estuvo dispuesto a morir. Solamente uno estuvo dispuesto a dejarlo todo. Solamente uno estuvo dispuesto a vivir para morir. ¡SU NOMBRE ES CRISTO! Él eligió por propia voluntad pagar el precio para que nuestra existencia tuviese la oportunidad de trascender eternamente. Su muerte me dio vida cuando yo estaba muerto.


Perdónenme aquellos que dan la espalda a la muerte, maquillándola en un halo de indiferencia, porque lo único que demuestran es el pánico que les causa sentir la hoz contoneándose de manera invisible sobre sus cabezas. Acallan la semilla que Dios ha puesto en ellos y que les recuerda que hay algo más que la simple muerte.


Claro está, que como el ser humano debe reconocer su necesidad de Dios, su  propia soberbia lo ciega. Somos tan independientes de Dios que no nos importa ser esclavos de todo lo demás. Somos esclavos del dinero, somos esclavos del tiempo, somos esclavos del trabajo, somos esclavos de nuestros pecados, somos esclavos…

Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan. (Hebreos 9:27-28)

¡Queda establecido! Queda instituido que muramos y seamos enjuiciados. Si el mismo Dios tuvo que hacerse hombre en Jesucristo y darse en pago por nuestro rescate, queda de forma manifiesta y evidente el alcance maléfico de los pecados que cada uno ha cometido y cometerá. Jesús murió “para llevar los pecados de muchos” y no dice “de todos” porque solamente salvará a los que lo esperan. Esa es la esperanza del cristiano: esperar a que regrese su Señor.


Tengo la certeza de que si Jesús vino la primera vez para limpiarme de mis pecados, vendrá la segunda vez a salvarme de este cuerpo que está corrupto. Él me trasformará a Su imagen y viviré eternamente junto a Él. La muerte para mí es el tránsito a la verdadera vida, a la vida para la cual fui creado por el mismísimo Dios. ¡Aleluya!



¿Qué de ti, querido lector? Alguien decía que de la forma que vives la vida encaras la muerte y creo que tenía bastante razón. Si vives para darle “marcha al cuerpo”, “dar rienda suelta a tus inclinaciones”, “vivir al máximo que son tres días”, tu situación ante la muerte será de pánico. Si, por el contrario, vives de acuerdo con Aquel que te dio la vida le darás marcha al espíritu, darás rienda suelta a lo bueno y vivirás al verdadero máximo porque durará toda la eternidad y afrontarás la muerte con la convicción de que al otro lado te espera el que dio todo por ti: ¡JESUCRISTO!


Un único camino tienes que caminar, pues el otro es la muerte eterna, separado de Dios. El lugar de destino que te llevará a la muerte eterna es el infierno y te puedo decir que su nombre no hace justicia a lo que realmente te encontrarás, si llegas allí. Pide a Dios que te perdone tus pecados porque te arrepientes de ellos y cree que Jesús te puede salvar dándote vida, pues dio la Suya en una cruz para darte la opción de salvarte.

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55)

Este fue uno de los lemas en la vida del apóstol Pablo, por decirlo de alguna manera. Es un canto que todos los cristianos nos alegramos en proclamar. ¡Cristo venció la muerte y esta ha perdido su efecto maligno! El veneno del aguijón y la negra oscuridad de la tumba han quedado sin efecto para aquellos que, con fe, se acercan al Vencedor de la muerte Cristo Jesús. ¿Cantarás este hermoso himno de victoria o la muerte te sorberá? Este es un tiempo en el cual puedes elegir: vida o muerte. Vive la vida con el sentido de propósito que Dios nos muestra en la Biblia, ella es nuestra guía en un sendero con luces y sombras. Me tienes a tu disposición.

¡Haz de la muerte un triunfo!


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 11 de enero de 2014

Entrada 100

Con esta nueva entrada de este blog “Eternamente Salvo” se cumple con la número cien. ¡Hay que celebrarlo! Esto me hace recordar, guardando las distancias, la celebración que cada gobierno nuevo hace al cumplir sus primeros cien días de ascenso al poder. Sin ir más lejos, cada año celebramos aniversarios de todo tipo, fiestas en el calendario y tradiciones varias. Es que vivimos en un país fiestero por antonomasia y, por consiguiente, nos inventamos una fiesta antes que cante un gallo.


El caso es que yo no estoy para celebraciones y zarandajas. Esta semana es una de las más aciagas de mi vida, por no decir la que más. He cometido un error (pecado) y estoy pagando las consecuencias. Pecado es hacer todo aquello que va contra lo establecido por Dios en Su Ley. Mi pecado y tu pecado siempre afectan a Dios, ¡siempre! Mi pecado y tu pecado a veces también afectan a otras personas, ¡a veces!


He buscado consuelo en el único sitio donde sé que puedo hallarlo: en Dios. Él nunca me ha rechazado, nunca se ha reído de mí, nunca me ha menospreciado, nunca me ha dejado en el olvido. Dios siempre ha sido bueno conmigo, ha entendido mis debilidades y ha aceptado feliz mi arrepentimiento sincero. Dios, además, ha usado personas que lo aman para ayudarme a ver con claridad y a restaurar lo roto.


Jesús me ha dado una promesa esta semana. Buscando ánimo en la Biblia me topé con esta lectura:

Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. (Mateo 8:14-17)

¿Quién no ha hecho un chiste respecto de las suegras? ¡Hasta las suegras, antes de serlo, los han contado burlonamente! Si no acabas de entender por qué razón Pedro negó a Jesús, lo acabas de descubrir al leer esta historia. ¡Pedro negó a Jesús porque le sanó a la suegra! Bromas aparte, ha consolado mi corazón saber lo que hizo Jesús con la suegra de Pedro y cuál fue la reacción de ella. Fíjate con detenimiento.

Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. (Mateo 8:15)

El evangelio de Mateo está lleno de ejemplos de Jesús tocando a las personas. Hoy día buscamos cualquier recoveco, hasta en los ascensores abarrotados, para no violar o que violen nuestro espacio vital. Patético, pero cierto. Jesús conoce tu necesidad y la mía de amor: Él se acerca y toca nuestra mano. Este acercamiento íntimo de Jesús hacia nuestras vidas se hace notar instantáneamente: lo malo se aleja. La vida que Jesús toca queda sanada, y esta, reacciona con las nuevas fuerzas recibidas: florece. El agradecimiento por la sanidad se muestra de forma contundente: una vida más al servicio de Dios.


Tocar – Dejar – Levantar – Servir


Eso es lo que Jesús vino a hacer contigo y conmigo bajando del Cielo, pagando nuestros pecados en una cruz y dándonos la oportunidad de ser restaurados. Si tan solo dejamos a Jesús que nos toque. Si tan solo dejamos que entre en nuestra intimidad, vea nuestra necesidad y le abramos el corazón.


Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. (Mateo 8:17)


Con esta frase termina la historia de la curación de la suegra de Pedro. Jesús arrancó todo lo malo que impedía acercarnos a un Dios Santo, creando un surco indeleble que nos da la oportunidad de ser admitidos por Dios en una nueva y gloriosa relación de amor, que nos va transformando a la imagen de Jesús. En ello estoy  ¡a Dios gracias! Él me sigue tocando y sanando. Yo me siento con nuevas fuerzas e impulsado a amarle más, sirviéndole con un corazón agradecido.


Querido lector, si aún no has dejado que Jesús te toque ¿a qué estás esperando? Si Él no te toca no podrás experimentar Su amor de primera mano. Haz lo siguiente: Reconoce tu necesidad (enfermedad) de perdón, arrepintiéndote de tus pecados y reconociéndolos ante Dios. Comenzarás a ver la vida de otra forma, con nuevas expectativas y saldrá de ti un deseo genuino de obedecer  y seguir a Jesús, sirviéndolo y amándolo.


La suegra de Pedro no solo sirvió a Jesús, sino a todos los que estaban en esa casa. La bendición de ser tocado por Jesús no solo glorifica a Dios sino que alcanza a todas las personas de nuestro alrededor, para más gloria de Dios.


A veces me siento poeta y escribo torpes versos con la intención de expresar mejor mis sentimientos y deseos profundos. Inspirado por la historia que hemos contemplado escribí el siguiente poema:


Jesús ven, toca mi mano
Que mi pecado se aleje
Me levantaré sanado
Servirte será mi eje


Tenemos necesidad de que Jesús nos toque.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 4 de enero de 2014

2013

Muchos despidieron el año 2012 con el alivio de que el mundo no se acabaría. Ahora entramos de lleno en este año 2014 con los rumores de que todo mejorará económicamente, o lo que es lo mismo, habrá más trabajo. Yo, que aunque no me tengo por pesimista, he reconocer que habrá más trabajo, pero no más trabajadores que puedan realizar el trabajo. Creo que se me entiende.


Pensando en el año que nos ha dejado no puedo más que recordar que desde que el hombre decidió pecar contra Dios, ha intentado subyugar a los que veía más débiles que ellos mismos. Esto se me hace patente al ver que los hermanos intentan dominar a sus hermanos más pequeños, los padres a sus hijos, los maridos a sus esposas, y viceversa, los jefes a sus empleados y los gobernantes al pueblo.


Tengo la sensación (más bien certeza) de que los ricos son aún más ricos y los pobres son más pobres como fruto de los acontecimientos del pasado año. “La banca nunca pierde”, con esa frase afirmativa se sentenciaba a los jugadores de cierto juego, cuando perdían o ganaban. Los potentados siempre esconden un as bajo la manga con el fin de ganar siempre: si los pobres pierden, ellos ganan. Si los pobres ganan, ellos ganan. “La banca nunca pierde”…

¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. (Santiago 5:1-6)

La Biblia es el libro más actual que se pueda leer. ¿No te ha dado la sensación, querido lector, que al leer el anterior texto estabas leyendo prensa denunciante de los males que acontecen hoy día a los que están oprimidos por los poderosos económicamente hablando? Llegará un día en que estos malhechores pagarán los desatinos de sus acciones depravadas.  


Ellos, los avaros, lo pasarán mal porque Dios no pasará por alto sus fechorías, es decir, sus pecados contra los pobres. Ellos, los usureros, ponen de manifiesto de forma vívida y clara el mal que hay en sus corazones, por medio de mostrar sus tendencias egoístas sin importarles lo más mínimo el mal que puedan causar a sus semejantes.


Si lo anterior es cierto, no es menos cierto que todos tenemos esa raíz egoísta que en algunos es más evidente, y en otros menos. Esto podemos observarlo en el simple hecho de creer que somos mejores que los demás, que merecemos más respeto, que nuestra palabra vale más, que somos, en definitiva, el centro del mundo y los demás están en la periferia.

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.  (Romanos 12:3)

El consejo del apóstol Pablo sería una buena meta para cada uno: pensar correctamente en cuanto a capacidades y limitaciones personales. El problema es que eso no es posible de conseguir si Dios no te ha repartido cierta cantidad de fe. ¿Fe en qué? En que Dios, solo Dios, por medio de creer en Jesucristo y arrepentirte de tus pecados egoístas puede salvarte, dándote una nueva perspectiva de ti y del mundo que te rodea.



Medita seriamente en todo esto y ven a Jesús con el propósito de obtener los recursos suficientes para amar y no aplastar a tus semejantes, ni de hecho, ni de pensamiento. Si no haces eso también será para ti la advertencia de juicio y condena de parte de Dios por no haber hecho lo justo delante de Él: creer en Cristo y arrepentirte de tus pecados para que Dios pueda moldearte según el plan que tenía desde la eternidad.

Todos somos iguales ante los ojos de Dios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!