Con esta nueva entrada de este blog “Eternamente Salvo” se
cumple con la número cien. ¡Hay que celebrarlo! Esto me hace recordar,
guardando las distancias, la celebración que cada gobierno nuevo hace al
cumplir sus primeros cien días de ascenso al poder. Sin ir más lejos, cada año
celebramos aniversarios de todo tipo, fiestas en el calendario y tradiciones
varias. Es que vivimos en un país fiestero por antonomasia y, por consiguiente,
nos inventamos una fiesta antes que cante un gallo.
El caso es que yo no estoy para celebraciones y zarandajas.
Esta semana es una de las más aciagas de mi vida, por no decir la que más. He
cometido un error (pecado) y estoy pagando las consecuencias. Pecado es hacer
todo aquello que va contra lo establecido por Dios en Su Ley. Mi pecado y tu
pecado siempre afectan a Dios, ¡siempre! Mi pecado y tu pecado a veces también
afectan a otras personas, ¡a veces!
He buscado consuelo en el único sitio donde sé que puedo
hallarlo: en Dios. Él nunca me ha rechazado, nunca se ha reído de mí, nunca me
ha menospreciado, nunca me ha dejado en el olvido. Dios siempre ha sido bueno
conmigo, ha entendido mis debilidades y ha aceptado feliz mi arrepentimiento
sincero. Dios, además, ha usado personas que lo aman para ayudarme a ver con
claridad y a restaurar lo roto.
Jesús me ha dado una promesa esta semana. Buscando ánimo en
la Biblia me topé con esta lectura:
Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. (Mateo 8:14-17)
¿Quién no ha hecho un chiste respecto de las suegras? ¡Hasta
las suegras, antes de serlo, los han contado burlonamente! Si no acabas de
entender por qué razón Pedro negó a Jesús, lo acabas de descubrir al leer esta
historia. ¡Pedro negó a Jesús porque le sanó a la suegra! Bromas aparte, ha
consolado mi corazón saber lo que hizo Jesús con la suegra de Pedro y cuál fue
la reacción de ella. Fíjate con detenimiento.
Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. (Mateo 8:15)
El evangelio de Mateo está lleno de ejemplos de Jesús
tocando a las personas. Hoy día buscamos cualquier recoveco, hasta en los
ascensores abarrotados, para no violar o que violen nuestro espacio vital.
Patético, pero cierto. Jesús conoce tu necesidad y la mía de amor: Él se acerca
y toca nuestra mano. Este acercamiento íntimo de Jesús hacia nuestras vidas se
hace notar instantáneamente: lo malo se aleja. La vida que Jesús toca queda
sanada, y esta, reacciona con las nuevas fuerzas recibidas: florece. El
agradecimiento por la sanidad se muestra de forma contundente: una vida más al
servicio de Dios.
Tocar – Dejar – Levantar – Servir
Eso es lo que Jesús vino a hacer contigo y conmigo bajando
del Cielo, pagando nuestros pecados en una cruz y dándonos la oportunidad de
ser restaurados. Si tan solo dejamos a Jesús que nos toque. Si tan solo dejamos
que entre en nuestra intimidad, vea nuestra necesidad y le abramos el corazón.
Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras
dolencias. (Mateo 8:17)
Con esta frase termina la historia de la curación de la
suegra de Pedro. Jesús arrancó todo lo malo que impedía acercarnos a un Dios
Santo, creando un surco indeleble que nos da la oportunidad de ser admitidos
por Dios en una nueva y gloriosa relación de amor, que nos va transformando a
la imagen de Jesús. En ello estoy ¡a Dios
gracias! Él me sigue tocando y sanando. Yo me siento con nuevas fuerzas e
impulsado a amarle más, sirviéndole con un corazón agradecido.
Querido lector, si aún no has dejado que Jesús te toque ¿a
qué estás esperando? Si Él no te toca no podrás experimentar Su amor de primera
mano. Haz lo siguiente: Reconoce tu necesidad (enfermedad) de perdón, arrepintiéndote
de tus pecados y reconociéndolos ante Dios. Comenzarás a ver la vida de otra
forma, con nuevas expectativas y saldrá de ti un deseo genuino de obedecer y seguir a Jesús, sirviéndolo y amándolo.
La suegra de Pedro no solo sirvió a Jesús, sino a todos los
que estaban en esa casa. La bendición de ser tocado por Jesús no solo glorifica
a Dios sino que alcanza a todas las personas de nuestro alrededor, para más
gloria de Dios.
A veces me siento poeta y escribo torpes versos con la
intención de expresar mejor mis sentimientos y deseos profundos. Inspirado por
la historia que hemos contemplado escribí el siguiente poema:
Jesús ven, toca mi mano
Que mi pecado se aleje
Me levantaré sanado
Servirte será mi eje
Tenemos necesidad de que Jesús nos toque.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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