Este año, con sus más y sus menos,
está llegando a su fin. Cuando se acerca este final es tradicional hacer un
balance, aunque sea somero, de los acontecimientos personales y soñar con lo
que nos disponemos a alcanzar para ser mejores el 2015. Es un ciclo sin fin en
el que cada año nos vemos envueltos. Es como si con cada año transcurrido
acabase una etapa que concluye al comienzo justo del nuevo año. Lo cierto es
que esto no es exactamente así, y lo sabemos porque después de las buenas
intenciones pasan los días y la gran mayoría volvemos a lo mismo de siempre.
Paseando con mi esposa por las
calles iluminadas que son tradicionales en estas fechas nos encontramos con un
texto pintado en la pared de un edificio casi en ruinas. “Las cosas no suceden porque sí”, era lo que se podía leer. Pensé, “que frase más inteligente”. Me imagino
que el pensamiento escrito en la pared tiene mucho que ver con la situación que
venimos padeciendo los españoles de crisis, por causa de la corrupción política
y social. Veis, “las cosas no suceden
porque sí”. Siempre hay un caldo de cultivo previo a los acontecimientos de
nuestras vidas, sean estos positivos o negativos.
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Gálatas 6:7-8)
La ley de la siembra y la cosecha
nos enseña a ser sabios y trabajar con el fin de dar frutos que sean eternos. Por
eso hago un llamamiento a reflexionar en estas fechas tan señaladas sobre lo
que sembramos. Recuerda: “Quien siembra
vientos recoge tempestades”. Todos deberíamos de trabajar para lo eterno,
para lo que no se corrompe, y está claro que trabajando por y para las cosas de
este mundo finito se desperdicia todo el potencial que Dios ha planeado para
cada uno de nosotros. Si tu meta es hacerte rico, saber mucho o tener poder por
el simple hecho de conseguir prestigio, tu prestigio acabará cuando tus huesos
den en la tumba.
Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (Juan 5:17)
Dios Padre y Jesús siempre están
trabajando. Si cesaran de trabajar por un instante todo se haría trizas porque
sustentan todo el universo, incluyéndonos a nosotros aunque ni lo notes y aún
menos lo reconozcas. Ellos trabajan siempre para lo eterno. “Eternamente salvo”
es como se llama este blog y la razón es bien sencilla: la obra que Jesús puede
hacer en las personas como tú y como yo perdura por la eternidad. Lo que Dios
hace es eterno y muestra de ello es la posibilidad puesta delante de nosotros
para ser eternamente salvos. Aquí radica el mayor esfuerzo de Dios: trabaja
para salvarnos y dar frutos eternos en nosotros para Su mayor gloria.
Querido amigo, si quieres cambiar
de lo perecedero a lo eterno comienza poniendo tu fe en Aquel que dio Su vida
por amor a ti en una cruz: JESUCRISTO. Él pago por todos nuestros pecados con
Su sangre en una cruz hace aproximadamente 2014 años. Simplemente reconoce tu
lejanía de Dios y arrepiéntete de ello delante de Dios, acércate con fe y
comienza a vivir según los parámetros divinos. Reflexiona seriamente sobre esto,
tomándote el tiempo necesario y elige lo eterno a lo perecedero.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. (Mateo 6:19-20)
Mi tesoro está en el Cielo, ¿y el
tuyo?
¡QUE DIOS TE BENDIGA EL PRÓXIMO
AÑO CON FE!