sábado, 30 de mayo de 2015

Fe II: Correcta y Equivocada

Aquí tienes, querido lector, la segunda entrega del librito ¿Tendré la fe correcta? Del ministerio RBC

LA FE: CORRECTA Y EQUIVOCADA

¿Qué hace que una fe sea correcta? Con tantas voces que nos piden que confiemos en sus mensajes, ¿cómo podemos saber a quién escuchar? Una cosa es comprar mantequilla. . . puede que no importe mucho en cuál pongamos nuestra confianza. Pero la decisión podría marcar una diferencia si se tratara de escoger un consejero financiero o un cirujano del corazón. Ciertamente que podría marcar una diferencia al seleccionar un paracaídas. O al decidir qué creer sobre el asunto de la vida y la muerte.

El que una fe sea correcta o equivocada lo determina su objeto: en qué cree usted.
• La fe correcta no es solamente una sensación cálida y segura.
• La fe correcta no es una esperanza ciega, salvaje e irracional.
• La fe correcta no es un fin en sí misma.
• La fe no se basa en la imaginación de una persona.

Por tanto, la conclusión es esta: El que una fe sea correcta o no lo determina el objeto de la misma. Su fe es correcta si pone su confianza en lo correcto.

Durante siglos, la gente ha luchado con este asunto de la fe. Ha cometido trágicos errores al confiar en personas y cosas que les han fallado. Igual que los pasajeros del Titanic o los seguidores de Jim Jones, el líder de una secta religiosa, ha tenido una fe equivocada. Pero muchas veces, eso es lo que el hombre hace. Muchas veces no sabe en qué o en quién confiar.

LA FE EQUIVOCADA

La gente siempre cree en algo. Sin embargo, como hemos visto, a menudo ponen su fe en algo equivocado, algo que no merece su confianza ni lealtad. Esto era así cuando los paganos de edades pasadas inventaban sus propios dioses de madera y piedra, y es así en nuestra era de rápidos conocimientos científicos y asombrosos logros tecnológicos.

Hoy el hombre va en muchas direcciones diferentes en un intento de encontrar en qué creer correctamente. Por desgracia, por lo general termina poniendo su fe en sí mismo y en sus propios métodos, filosofías y sistemas de creencias. Al final, la fe equivocada es una fe que descansa en el hombre. Esto es errado porque el hombre tiene un entendimiento finito, un poder limitado, y es pecaminoso por naturaleza. El diagrama de arriba representa la inestabilidad de la fe que tiene como objeto al hombre.

En las páginas siguientes examinaremos algunos ejemplos comunes de una fe equivocada: el humanismo, el escapismo, el ocultismo, el misticismo, el sacramentalismo, el legalismo, la fe en el yo y el universalismo.[1]

¿Está tu fe equivocada?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!



[1] Varios autores, ¿Tendré la fe correcta?, Ministerios RBC, Grand Rapids, Michigan 2007

sábado, 23 de mayo de 2015

Fe I: ¿Tendré la Fe Correcta?

Durante varias semanas transcribiré el librito ¿Tendré la fe correcta? del ministerio RBC (Pan Diario) con el fin de responder a esa pregunta que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas.

¿TENDRÉ LA FE CORRECTA?

¿Es posible tener una fe equivocada? ¿O es suficiente con sólo creer en algo? Y si ese es el caso, ¿no es una idea religiosa tan buena como cualquier otra? Después de todo, como dice el anuncio: «Todo el mundo cree en algo.» ¿Qué dice la Biblia? Para contestar estas preguntas, nuestros escritores han redactado este librito con el propósito de mostrar que sólo hay una fe que va a pasar la prueba del tiempo.
Martin R. De Haan II
¡ESO SÍ QUE ES FE!
Calmada y confiadamente, el científico explica que el universo tiene miles de millones de años y que todo comenzó con una explosión. Mientras presenta fotografías de galaxias y planetas distantes, da muchos datos interesantes. Pero cuando asegura a quienes le escuchan que todo empezó por pura casualidad, expresa una creencia de la cual no tiene prueba científica. Él tiene fe en sus suposiciones.

Vestida con una túnica del otro mundo, una joven permanece de pie pacientemente junto a la carretera. Está tratando de vender rosas a los desinteresados conductores cuando éstos se detienen en el semáforo en rojo. Sonríe, y sin quejarse, realiza su sencilla tarea de vender flores. Dedica otro día de su vida al líder de su secta, el cual afirma que Dios le dijo que él era el Mesías. Ella tiene fe en su líder.

El polvo de otro mediodía caluroso se revuelve en medio de cientos de figuras mientras éstas se inclinan reverente y humildemente hacia su ciudad santa. Fanáticamente dedicadas a la religión de sus antepasados, estas personas, provenientes del Medio Oriente, hacen una pausa tres veces al día para orar a aquel que llaman Alá. Tienen fe en Alá.

Un sofisticado activista hace campaña celosamente para que el hombre ponga su confianza en el hombre. Hace un llamamiento para poner fin a las fuerzas restrictivas de la religión y de Dios. Pide libertad de los absolutos morales y de la promesa de las consecuencias eternas del pecado. Dice que el hombre, y sólo el hombre, trae progreso a este mundo. Tiene fe en el hombre.

La habitación está iluminada por velas que parecen linternas en miniatura, las cuales producen un resplandor oscilante sobre las pequeñitas figuras religiosas que tiene en el estante. Día tras día, la anciana mujer que adora en este mini santuario se dedica a rituales que le enseñaron muchos años atrás. Sin que el mundo exterior la vea, ora por el alma de su fallecido esposo. Ella tiene fe en su religión.

El ama de casa se sube a su auto, pone la llave en la ignición y le da la vuelta. Sin pensarlo dos veces, enciende el auto. Se detiene a recoger la ropa en la lavandería segura de que sus prendas de vestir están listas. De camino a casa, se para en el supermercado y compra tres latas de sopa de tomate, dos hogazas de pan y un paquete de salchichas, confiando en que cada uno de esos artículos reúne las condiciones sanitarias necesarias. Ya en su casa, toma el teléfono y marca un número, sin que se le ocurra siquiera que el mecanismo podría no funcionar. Esta señora realiza cientos de actos como esos todos los días. Tiene fe.[1]

fe. (Del lat. fides.) f. Rel. 1. La primera de las tres virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone. 2. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas . . . 5. Confianza, buen concepto que se tiene de una persona o cosa . . . 6. Creencia que se da a las cosas por la autoridad del que las dice o por la fama pública . . . 8. Seguridad, aseveración de que una cosa es cierta. —Diccionario de la lengua española Real Academia Española Vigésima primera edición.

¿Qué fe tienes?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!




[1] Varios autores, ¿Tendré la fe correcta?, Ministerios RBC, Grand Rapids, Michigan 2007

sábado, 16 de mayo de 2015

Fracaso

A la edad legal para acudir a filas fui para que me tallaran, es decir, para que me vieran, examinaran y tomaran medidas de las dimensiones de mi cuerpo. Los que habéis pasado por ello me entendéis perfectamente. Tuve que ir a tallarme dos veces. En la primera fui excluido temporalmente por obesidad y me dieron cita para un mes o unos meses después, no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que de forma muy consciente añadí a mi peso, ya sustancioso, más peso. ¿Cómo lo hice? Comiendo hasta reventar. Objetivo: Librarme de la mili. Al volver a la segunda prueba vi como estampaban en mi informe “inútil”. Como militar soy un fracaso, y el ejército español no se andaba con chiquitas al expresarlo. ¡Inútil!

¡Fracasado!

La palabra inútil, grabada en mi expediente militar me sonó a una bella melodía. Llevo muy bien mi fracaso militar. Os lo puedo asegurar porque desde niño lo tuve muy claro. Me horrorizaba el solo pensamiento de verme prestando servicio por esos medios a mi querida patria. Aunque lo anterior, más que fracaso, fue todo un triunfo, el fracaso real es un peso para el alma que muchas veces puede llegar a graves consecuencias morales y físicas. Parece que desgraciadamente esos sentimientos de fracaso llevaron a Andreas Lubitz a estrellar el avión que pilotaba con ciento cincuenta personas a bordo recientemente.

Yo sé, y no me equivoco, que todos tenemos un historial de fracasos. Existen al menos tres motivos por los cuales fracasamos.

Por tender al pecado

He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. (Salmos 51:5)

David no culpa a sus padres por haberlo engendrado de manera pecaminosa. David está reconociendo que el pecado está en sus genes. Es así de profundo el pecado que lo heredamos espiritual y genéticamente. Nuestra tendencia al pecado nos hace fracasar.

Por hacer caso a otros

… el diablo… Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:44)

Satanás nos calienta el oído mintiéndonos, cosa que hace todo el tiempo, con el fin de desanimarnos. Si sucumbimos a su influjo, ha triunfado. Lo mismo puede ocurrir con las influencias negativas de familiares, amigos y conocidos. Al creernos sus maldiciones fracasamos.

Por repetir patrones viciados

Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2 Pedro 2:22)

¿Cuántas veces no habremos dicho que no imitaríamos lo viciado de nuestros padres o amistades? Para sorpresa nuestra hemos actuado de la misma mala manera que ellos. Al imitar estas actitudes nuevamente fracasamos.

Aquí vienen las buenas noticias.

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:13-15)

¡MI FRACASO FUE ANULADO 
POR EL TRIUNFO DE JESÚS EN LA CRUZ!

Querido lector, Dios quiere que tus fracasos sean borrados del acta que te acusa debido a tus pecados. Sé que hoy el concepto de pecado no está del todo claro. Pecado es hacer lo contrario a la Ley divina y todos hemos fracasado en ese punto. Jesús triunfó en la cruz, por ello arrepiéntete y cree en Jesucristo si quieres ser salvo de la condena eterna.

Mi fracaso es Su triunfo.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 9 de mayo de 2015

Insatisfacción

Ayer mantuve una conversación de circunstancias con la enfermera que me atendía, de esas cuando no se sabe de qué hablar y por amabilidad se habla de lo primero que se nos ocurre. La conversación fue sobre el clima y el trabajo. Tópico típico, como en el ascensor. Me comentaba la enfermera que ahora venía el calor y lo fastidioso que era trabajar en verano. Lo cierto es que en la clínica estábamos tan agustito, como diría cierto personaje de la farándula televisiva, que me sorprendió que se quejase del calor o el frío.

¿Por qué lo normal es la queja y no el agradecimiento? Lo cierto es que en muy pocas ocasiones me he encontrado con personas agradecidas. Muchos no se dan cuenta de la buena vida que llevan y este síntoma muestra la insatisfacción existente. Se está insatisfecho porque nada llena al punto de satisfacer absolutamente. Todo termina cansando o hartando. La queja es la respuesta al final de ese camino de intentar hallar algo que nos satisfaga de verdad.

Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. (Eclesiastés 12:13)

La actividad que cubre de forma integral todos los deseos humanos está en Dios, respetándolo y obedeciendo Sus mandamientos. Esto es lo que declara la Biblia en el texto que hemos leído antes. El todo es Dios porque Dios es todo. Él es el Creador de todo lo que existe, por lo tanto, somos creación Suya. De Él dependemos ya que preserva el universo para que funcione como un reloj, beneficiando de esa forma a cada persona y ser vivo. Sin Dios en el panorama humano nada tiene sentido, pues Él es todo.

Te parecerá radical o una tontería pero todo lo que disfrutamos es porque Dios lo permite. Nuestra familia, los amigos, el trabajo, el sol, el aire, los mares, una flor… Y Dios quiere disfrutar de nosotros por eso quiere darnos todo. Nos puso en el universo para amarnos y tener intimidad con cada uno, pero fallamos pecando y dándole la espalda. De tenerlo todo nos quedamos sin nada y con una profunda insatisfacción.

Pero Dios nos ama con amor eterno y ahora ofrece una segunda oportunidad a todos aquellos que deseen volver a casa, a Su casa. Jesucristo abrió las puertas celestiales para que pudiésemos entrar por ellas y disfrutar de total satisfacción al lado de quien lo es todo. El precio de la reconciliación fue muy alto porque satisfacer a Dios es infinitamente costoso. Solamente Jesús pudo llevar a cabo tamaña empresa y lo hizo con amor voluntarioso hacia nosotros.

¿Deseas vivir satisfecho? Teme a Dios y obedece Sus mandamientos. Cree en Jesús y arrepiéntete de tus pecados, de todos tus pecados, para que te puedas beneficiar de la Gracia salvadora de Jesucristo, es decir el favor que no merecemos pero que Dios lo da a espuertas porque su amor es infinito y por todos.

Teme y obedece.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 2 de mayo de 2015

Día del Trabajo

Ayer se celebró en la mayoría de los países lo que se llama de forma oficial Día Internacional de los Trabajadores, o como más comúnmente se lo conoce, Día del Trabajo. ¿Qué motivó tal celebración? Sentí curiosidad y me informé en la Wikipedia. La historia es como sigue: el 1 de mayo de 1886 se inició una huelga de los trabajadores en la ciudad de Chicago. Fueron los primeros en reivindicar la jornada laboral de ocho horas. El día 4 se produjo un atentado contra los trabajadores donde un número desconocido fue herido o asesinado.[1]

La búsqueda de mejoras por parte de los trabajadores se cobró las vidas de muchos de forma sangrienta. El costo fue muy elevado y hoy día, gracias a tal sacrificio, nosotros podemos disfrutar de lo que a ellos se les negó por medios tan crueles. El Día del Trabajo es una jornada reivindicativa en homenaje a los Mártires de Chicago por acuerdo del Congreso Obrero que se celebró en París el año 1889, con lo cual, estamos recordando en este día una tragedia que dio paso a una bendición: la muerte hizo posible la jornada laboral de ocho horas.

¿Qué dice la Biblia, la Palabra de Dios, sobre el trabajo?

Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (Juan 5:17)

Dios es el primer trabajador incansable. Dios no trabaja por dinero, ya que Suyo es todo lo que existe. Dios no trabaja para ganar puestos de mayor responsabilidad o eminencia, porque tiene el mayor título del universo y del cielo, DIOS. Dios trabaja por amor a nosotros. Su labor siempre es en favor nuestro. Vemos el trabajo de Dios por nosotros en dos aspectos.

Su obra creadora

Cuando Dios creó el universo pensó en nosotros, pues al crear la tierra puso el medio ambiente idóneo, es decir, ideó la luz, el oxigeno, el agua y los alimentos para que desarrollásemos vidas plenas.  Pero eso no es todo, Dios dispuso un plan de trabajo para nosotros. Si Él, siendo Dios, es un trabajador, nosotros no íbamos a ser menos. El mandato de Dios, que regula nuestra jornada laboral, es el siguiente:

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:28)

El trabajo es una bendición directa de Dios. Por eso dice la Biblia “Y los bendijo Dios”. Dios nos puso como administradores de Su creación con el fin de extraer de ella el mayor provecho estando ocupados y no ociosos. Dios crea el lugar idóneo para nosotros y nos delega el trabajo de administrarlo. El segundo aspecto del trabajo de Dios por nosotros es…

Su obra salvadora

¿Si Dios creó todo perfecto por qué existen las malas hierbas?

Poco después de que el ser humano recibiese el encargo de Dios de trabajar a favor de Su creación, metió la pata. Esa metedura de pata, según la Biblia, es PECADO. El pecado no es otra cosa que hacer lo que me viene en gana y de esta forma desobedecer la Ley establecida por Dios. Hazte esta simple pregunta: ¿Me importa obedecer a Dios? Si no te importa un pimiento eso te aclarará tu situación de pecado, y cómo no, al igual que Adán y Eva fueron desterrados del paraíso, tu vida está desterrada del cielo. Desde que pecamos toda la creación fue maldita por nuestra culpa. Las malas hierbas existen por nuestra culpa. La muerte existe por nuestra culpa. La tierra está herida de muerte porque está maldita por nuestro pecado.

Desde ese instante Dios trabaja a favor de nuestra salvación porque la muerte, consecuencia del pecado es, en definitiva, vivir eternamente separados de Dios. Por lo tanto, el objetivo de Dios es salvarnos, y lo hace por amor. ¿Salvarnos de qué? Del infierno. El infierno es el destino de todos aquellos que viven sus vidas sin tener en cuenta la voluntad de Dios. Jesucristo vino para salvarnos del infierno. Por medio de Su obra en la cruz nos abrió las puertas del cielo con tan solo arrepentirnos de nuestros pecados y creer en Cristo como único Salvador y Señor.

Los mártires de Chicago, de forma involuntaria, pagaron con sus vidas el que los trabajadores tuviesen un mejor estatus. Jesucristo se sacrificó voluntariamente a favor nuestro para que recobrásemos el estatus que teníamos en el Edén y de esa manera recibirnos en el cielo. A los creyentes nos toca ser administradores de la obra salvadora de Jesús. Ahora toca no fallar. Jesús nos ha delegado este trabajo.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:18-20)

Dios trabaja por amor. Hagamos nosotros lo mismo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!