A continuación copio y pego este ejemplo que he encontrado
en internet explicando de forma práctica el concepto de reconciliación.
Supongamos que dos amigos se distancian porque uno criticó a
la esposa del otro. Luego de algunos meses sin hablarse, la persona que realizó
el comentario negativo sobre la mujer del amigo lo llama a éste y le pide
disculpas. De este modo, cuando el otro acepta el pedido de perdón, la
reconciliación entre ambos queda sellada. Estos dos amigos retoman entonces el
vínculo y vuelven a hablar y a encontrarse tal como hacían antes de la pelea.[1]
Porque a Dios le agradó habitar en él (Jesús) con toda su plenitud y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz. (Colosenses 1:19-20)
Mientras que el concepto meramente humano de reconciliación
presupone que el ofensor debe dar el primer paso hacia el entendimiento, por
medio del reconocimiento de la culpa y la esperada petición de perdón, el
cristianismo enseña algo muy diferente en cuanto a la relación Dios-hombre. La
Biblia nos enseña que Dios, el ofendido, dio el primer paso en la
reconciliación con el hombre, el ofensor. Jesús dio el primer paso pagando en
una cruz por nuestros delitos y pecados. A nosotros nos toca dar el segundo
paso creyendo en Jesús y reconociendo nuestros pecados y pidiendo perdón a Dios
por ellos.
¡Qué amor de Dios por nosotros! Ya tienes la puerta abierta
a la reconciliación con Dios y de esa forma obtener la paz deseada con el Ser más
grande de la creación: Dios. En poco tiempo nos sumergiremos en las navidades,
época en la que recordamos el nacimiento de Jesús. Jesús nació para
reconciliarnos con Dios. Así de sencillo y así de profundo. Jesús nació para
que por medio de Su sacrificio podamos tener paz con Dios. Él ya pagó por tus
pecados y los míos dejando libre el camino para acercarnos a Dios sin ser
rechazados. Cree y arrepiéntete hoy de tus pecados y te reconciliarás con Dios.
Querido lector, si aún persistes en vivir en discordia con
Dios por rechazar Su ofrecimiento amoroso de reconciliación, tú mismo te estás
condenando. Así lo dice la Palabra de Dios.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es
condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:17-18)
Jesús es la reconciliación.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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