Siempre he creído que los mejores consejos se inician con un
verdadero interés amoroso hacia la persona que los recibe. ¿Recuerdas, querido
lector, algún consejo de los muchos que seguro has recibido, que haya afectado
severamente a tu vida? Recuerdo un gran consejo que recibí cuando era
adolescente. Mi padre espiritual se acercó a mí y me dejó esta frase: “Estudia
lo que desees ahora porque más adelante te arrepentirás de haber desaprovechado
el tiempo”. ¡Cuánta sabiduría en un consejo! Para mi desgracia, no siempre he
seguido el consejo de mi querido maestro. Lamentable.
Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. (Marcos 10:21)
El anterior texto extraído de la Biblia relata el consejo de
Jesús al joven rico. Este joven le preguntó al Señor cómo entrar en el Cielo y
Jesús le dijo que para entrar en el Cielo era necesario obedecer a la Ley de
Dios, los conocidos Diez Mandamientos. El joven rico le hizo saber a Jesús que
desde su juventud obedecía los mandamientos de Dios y Jesús le amó…
Jesús le amó, no porque cumpliese con las normas divinas
sino porque Dios es amor, y Jesús es Dios hecho carne por nosotros. Jesús es la
muestra de amor más poderoso que Dios haya exhibido jamás. Aquella carencia que
mi amado maestro intentó subsanar en mí es la misma que Jesús intentó erradicar
del joven rico: ¡No somos perfectos porque siempre fallamos en algún punto! Yo
podía tener muchas capacidades pero estaba fallando en perfeccionarlas. El
joven rico cumplía con algunas ordenanzas pero fallaba en otras.
Jesús le amó… pero el joven rico amaba más sus riquezas que
a Jesús, o lo que es lo mismo, que a Dios. ¡Cuán difícil es que alguien ame a
Dios si su corazón ama otras cosas! Querido lector, si quieres entrar en el
Cielo y heredar la vida eterna, ama a Dios sobre todas las cosas. Dios no se
conforma con menos. Jesús se entregó por nosotros. Amándonos entregó Su vida
para perdón de nuestros pecados. Cree en Jesucristo y arrepiéntete de tus
pecados. Aprenderás a amar a Dios sobre todas las cosas de este mundo
perecedero, sabiendo que tu destino eterno está en el Cielo. Serás eternamente
salvo.
Jesús te amó.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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