El panorama no pinta bien. El porcentaje de cataclismos de
otras épocas con el actual, parece irrisorio. Terremotos, maremotos, volcanes
en erupción, huracanes, la atmósfera, cada vez menos protectora de los rayos
del sol, las sequías, hambrunas, enfermedades, guerras, divisiones
territoriales, etc., se están concentrando en un pequeño lapsus de la
actualidad. Creo, con toda seguridad, que todos estos males son una llamada de
atención al ser humano. Algo se está fraguando más allá de nuestras narices y
percepción sensorial. Muchos no se aperciben de ello. Viven aún confiando en la
bondad, el progreso y la ciencia humana.
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está
con dolores de parto hasta ahora. (Romanos 8:22)
El gemir de la creación descrito por el apóstol Pablo tiene
todo que ver con lo que en el presente estamos experimentando a nivel mundial. Al
igual que los dolores de parto anuncian que una nueva vida nacerá, los dolores
en la naturaleza y los del ser humano muestran que algo está a punto de ver la
luz. Jesús dijo: Y
oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es
necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará
nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y
terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. (Mateo
24:6-8). Todos los acontecimientos descritos por Jesús son el
pasillo que conduce a una puerta que dará fin al mundo como lo conocemos hoy.
Llegado el momento, cuando las profecías se cumplan, Jesús
regresará como Rey Soberano sobre todas las naciones. Regirá la tierra con
justicia. Sus hijos gobernarán junto a Él y el mundo experimentará la realidad de
Dios habitando entre ellos. Pero aún no es el fin. El fin llegará en el momento
en que Jesucristo juzgue a las naciones que le han rechazado aún viendo Su
gloria. “Es necesario que todo esto acontezca”, dice Jesús. Necesario para
demostrar que el corazón y la mente del hombre están distanciados de Dios por
el pecado. La humanidad se bendice en tiempos de bonanza y maldice a Dios en
tiempos de tempestad. Esa es la esencia del pecado: ponerse en lugar de Dios. Si
quieres salvarte de la quema cree en Jesucristo y arrepiéntete de tus pecados.
No hay otro escape para lo que ha de venir.
¿Oyes el gemir?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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