¡Qué preciosos ejemplos nos dejó Jesús! La Biblia está lleno
de ellos. Pensando en qué escribiros hoy abrí la Biblia y comencé a leer este
conocidísimo relato:
Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de
la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y
enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. Entonces sus
discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto,
para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y
ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se
recostase en tierra. Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los
partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron
todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas
llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las
mujeres y los niños. Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a
la región de Magdala. (Mateo 15:32-39)
Si resumo lo que Jesús hizo en esta historia me viene a la
cabeza la palabra congruencia, es decir, sintió, actuó y solucionó. Sintió
compasión, actuó resolviendo los impedimentos y solucionó la necesidad de las
personas en un punto específico, en este caso, el hambre. Jesús se compadece de
nosotros, resuelve los impedimentos para darnos lo que necesitamos y nos suministra de aquello que realmente carecemos. Tres preguntas: ¿Por qué se compadece Jesús
de nosotros? ¿Qué impedimentos resuelven Su compasión? ¿Cómo Su compasión
provee lo necesario?
Esta historia apunta al evento más decisivo para la
humanidad: la muerte expiatoria de Jesucristo, o en otras palabras, la muerte
que Cristo sufrió para librarnos del sufrimiento y la muerte eterna que
merecemos. En la cruz, Jesús llevó al extremo Su compasión por ti y por mí,
resolviendo lo que impedía que tuviésemos libre acceso al Padre por culpa de
nuestros pecados y, por último, proveyendo lo necesario para que toda la
humanidad, tú y yo incluidos, pudiese salvarse de la condenación eterna. Cree en
Jesús para recibir la salvación sin demora. Mañana puede que se haya acabado la
provisión y Jesús ya no esté.
Las cestas están a rebozar.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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