Observando la bella imagen de la izquierda los seres humanos
aparecemos como invisibles. Es como si no existiésemos. Si no fuera por las
luces que se aprecian desde la distancia nuestro paso por el planeta Tierra
sería imperceptible. Siendo honestos, la lejanía desorienta bastante, siendo
este nuestro caso. A media que aumentas el enfoque la realidad se presenta muy
distinta. Lo que se mostraba como un vergel cambia dramáticamente para
transformarse en un vertedero. Así es con muchas personas. Desde la lejanía
pintan bien pero de cerca dejan mucho que desear. No podemos evadir, en este
caso, el tópico que resume lo dicho hasta el momento: Las apariencias engañan.
Es magnífico ver la imagen de nuestro hogar desde el cielo,
al igual que observar los valores de la humanidad desde la filosofía, la
ciencia o la historia. Bien diferente es acercarse a cada persona advirtiendo
sus carencias. Lo que nos parecía bueno ya no lo es tanto. “Todos somos normales hasta que nos conocen”
es el título de un libro de John Ortberg. En él se pregunta: ¿Quién es normal? Realmente,
nadie es normal y eso se refleja más tarde o más temprano en las relaciones. Cuando
no nos conocen, hay sonrisas y cuando nos van conociendo, hay lágrimas.
Aunque el SEÑOR es grande, se ocupa de los humildes, pero se
mantiene distante de los orgullosos. (Salmos 138:6)
Con Dios la cuestión de la óptica es diametralmente opuesta
a la nuestra. Él permanece en las antípodas de nuestro parecer o razonar. Él
vive alejado de los que se la dan de mucho y habita cercano a los humildes. Los
que han desterrado a Dios de la ecuación, viviendo endiosados con ellos mismos
y actuando libertinamente han logrado lo que anhelan: Dios se ha alejado de
ellos. Por un tiempo las apariencias engañan pero llegado el momento, pagarán
su estilo de vida desafiante ante el mismo Dios que rechazaron. Muchas veces
esto ocurre a este lado de la vida. Otras tantas veces, después de la muerte. A
cada cerdo le llega su San Martín, sin ánimo de faltar.
Los humildes en la Palabra de Dios son aquellos que le buscan
porque han experimentado que el pecado de ser orgullosos les estaba llevando al
infierno. La gran noticia para ellos es que Dios puede ser hallado. La muestra
indudable es la cruz que padeció Jesucristo, Dios hecho hombre, para
reconciliarnos con el Padre. Es una prueba de humildad reconocer que eres un
pecador, arrepentirte por tu pecado y creer en Cristo, es decir, poner tu confianza
(fe) en Él como Único medio para salvarte de la soberbia que te lleva a la
perdición eterna. Es humildad no dejarse influenciar, en medio de tanta sin
razón política, moral y social que tragamos día a día, para poner las miras en
Jesús, Emanuel, Dios con nosotros.
¿Vives en la distancia?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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