¿Quién no ha tenido un conflicto con sus padres, hermanos o
amigos? Si hay algo de lo que podamos estar seguros es que los conflictos son
el pan nuestro de cada día. Más tarde o más temprano, aun en las mejores
relaciones, saltan chispas de discordia. Eso es consustancial a nuestra
naturaleza caída e imperfecta. Ninguno somos perfectos, por lo tanto, nuestras
relaciones van a la zaga. Una vez malogrado el vínculo de confianza que la
amistad conlleva, es muy difícil devolver a su estado primigenio los lazos
afectivos. Mostrando la cruda realidad podemos afirmar que la confianza se
pierde, el cariño desciende y se tiende a buscar otra amistad que supla lo que
se ha perdido.
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1 Timoteo 2:5-6)
Entre Dios y el hombre hay un conflicto: la Justicia de Dios
ha de resolver el pecado del hombre. Es por eso que existe la figura del
Mediador en Jesucristo. Él vino a restablecer la amistad que se había perdido
por causa de haber sido infieles a las reglas de esa amistad con Dios. El ser
humano, representado en Adán y Eva, creyó que Dios los engañaba y decidieron
rebelarse, pensando que iban a usurpar el lugar de preeminencia divina, o por
lo menos, conseguirían el mismo estatus. Pero Dios no nos creó para perdernos,
Él nos creó para salvarnos. Él desea deshacer el conflicto creado por nosotros
y restaurar nuestra amistad con Él del mismo modo que la disfrutábamos en el
Edén.
Jesucristo es el único Mediador entre Dios y tú que puede
hacer plenamente Su función de sanar lo roto entre los dos. Él se colocó entre
Dios y tú para pagar la deuda que tienes por haber pecado. Lo hizo en el
instante que dio su vida por ti en una cruz. Dios acepto de buen grado Su
sacrificio y hoy puedes disfrutar de una amistad plena con Dios. Hoy el
conflicto con Dios se torna en paz con Dios por medio de Jesucristo si crees en
el resucitado. Reconcíliate con Dios pidiéndole perdón por tus pecados,
agradeciéndole que Jesús lo hiciera posible en una cruz y serás llamado, más
que amigo, hijo de Dios.
Sólo Jesús media por ti.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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