La esencia de la Navidad ha quedado diluida por un mar de
buenos deseos que no se realizan, consumo compulsivo, películas con historias
ñoñas, mesas desbordantes de comida y alcohol, calles luminosas con motivos extraños
que llevan a las multitudes a cumplir con rituales que no se corresponden en
nada con la realidad del meollo navideño. La Navidad en mayúsculas es el
Nacimiento de Jesucristo, Dios y Hombre. La Navidad es el primer acto de Dios
en la tierra para cumplir con Sus propósitos de justicia, reconciliación y
salvación. Es penoso que muchos desconocen la profundidad de lo que se celebra
por estas fechas. Viven aletargados por otros mensajes…
E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:17)
Juan el Bautista preparó la venida del Señor a Su pueblo,
Israel. Por eso es tan necesario, como antaño, hacer lo mismo. Es normal que
sigas la corriente del río si nadie te muestra que existe algo mejor. Preparar tu
Navidad, en primer lugar, significa reconocer que tienes un corazón rebelde
apartado de Dios. Todo tu ser está inclinado a desviarte de Dios y aunque
intentes hacer lo bueno en muchas ocasiones (por no decir en todas) fracasas. El
orgullo, principio de todos nuestros males, acaba ganando la batalla. El pecado
está en el centro de tu corazón y contamina cada actividad que realizas.
Juan el Bautista fue el vocero que anunció la obra que Jesús
venía a realizar: cambiar a las personas de su rebelde corazón. Este tiempo es
muy especial para examinarte y ver si tu corazón es rebelde y dista mucho de
los parámetros divinos. Tómate un tiempo de reflexión en el cual analices tu
vida y lo que sale de tu corazón. Recuerda: Jesús vino a cambiar tu corazón
pecaminoso en algo bello. Deshazte de las bullas pseudo navideñas, toma el
control y piensa en lo que acabas de leer. Te prometo que no perderás tu
tiempo.
La Navidad demanda un nuevo corazón.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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