Eres lo que piensas o piensas lo que eres. No podemos ser
otra cosa y aunque lo intentemos nuestras acciones nos delatan. “Porque de la
abundancia del corazón habla la boca”, nos recuerda Jesús en Mateo 12:34. Si un
hábito debe ser cambiado, si la angustia debe cesar o si el comportamiento debe
mejorar ha de iniciarse por un cambio de pensamiento. Los psicólogos parecen
estar más interesados en cambiar el malestar provocado por los pensamientos que
los propios pensamientos. Para que nuestros pensamientos llenen de paz la
existencia algo más que terapias psicológicas se han de dar. C. S. Lewis afirmó
que “el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de
sordos”. Si el dolor o falta de paz nos lleva a Dios creo que es buena cosa.
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. (Isaías 26:3)
El profeta Isaías nos lega una promesa de parte de Dios: Tú (Dios) guardarás en completa paz. Es
una promesa de plenitud que nos asegura que Él nos guardará, no hay nadie en
todo lo creado que pueda hacerlo como Dios, y que lo hará en completa paz. Por
otro lado, la promesa es restrictiva porque se ofrece sólo a aquellos que confían
en Dios y lo muestran pensando constantemente en Él. El más alto grado de
pensamiento que un ser humano pueda tener es acerca de Dios. Todo pensamiento
centrado en otras cuestiones, por muy lícitas que sean, quedan a la altura de
una babucha al compararlas con la meditación en Dios. Sin ese pensamiento
centrado en Dios no puede existir la paz en el hombre.
La paz que Dios nos quiere dar no es simple bienestar
emocional y físico. Eso es lo que ofrece la práctica del yoga, diferentes terapias
psicológicas, algunas religiones y diferentes fármacos. La paz de Dios es mucho
más trascendente y necesaria para cada uno de nosotros. La paz de Dios se
humanó en Jesucristo. La profundidad de esa paz llega a liberarnos de las
cargas emocionales y el pecado por medio del perdón y la restauración. En este
caso todo lo hizo Dios por medio del sacrificio de Su Hijo en una cruz: Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos
5:1). En resumen, Jesús pagó con Su vida para tornar nuestro estado
de condenados a un estado de justos. La paz que se establece con Dios es
eterna. Querido lector, busca esa paz con Dios a través de Jesucristo. Él
allanó el camino a Dios. Arrepiéntete de tus pecados y pon tu fe en Jesucristo.
Confía y persevera pensando en Él permanentemente. Si no atiendes a este
consejo desgraciadamente no hallarás la paz aquí ni en la eternidad. Tú eliges,
cielo o infierno.
Centra tu pensamiento en Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!