Cuando Dios es sacado de la ecuación el arrepentimiento es una
palabra vacía de significado y el pecado es un concepto de beatos incultos. A pesar
que esas palabras entran en la lista negra de lo “políticamente incorrecto”, no
por ello siguen pesando en las conciencias, cada vez más insensibles, de la
sociedad. El arrepentimiento es absolutamente necesario por la sencilla razón
de los errores (pecados) que cometemos diariamente. Esas meteduras de pata
diarias pueden afectar a personas de nuestro entorno y, cómo no, a nosotros
mismos. Cada vez que pecamos también afrentamos a Dios porque imponemos nuestra
voluntad a la Suya. Creemos, absurdamente, que nuestra voluntad es mejor que la
del propio Dios. “Él está equivocado y yo en lo correcto”, nos decimos con auto
complacimiento.
Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos. (Apocalipsis 9:20-21)
Soy muy pesimista sobre el final, que si Dios quiere
llegará, de esta pandemia y que las personas hayan entendido algo para mejorar
su relación consigo mismas, con los que le rodean y con Dios. ¿Qué deben
entender? Que el arrepentimiento genuino del pecado puede restaurar las tres
dimensiones de relación de una persona: restaura la relación conmigo misma, con
el prójimo y con Dios. Sinceramente, me hago eco del texto de Apocalipsis y veo
que no habrá arrepentimiento de pecados y una vez pasada la dichosa pandemia “el
muerto al hoyo y el vivo al bollo”. El egoísmo seguirá rampante, la idolatría a
la moda, Satanás adorado, la pornografía lucrándose, el asesinato creciendo y
los hurtos legales. ¡Vaya panorama!
Arrepiéntete de tus pecados, querido lector. Aún hay tiempo,
aún está la oportunidad a tu alcance. El horror al infierno es suficiente
motivo para arrodillarse ante Dios y clamar por Su perdón. Estas calamidades
que vivimos no son nada comparado con el infierno eterno que espera a aquellos
que no se arrepienten de sus pecados ante Dios y dan un giro radical a sus
vidas: antes hacía mi voluntad y ahora hago la voluntad de Dios. Jesucristo
inició su llamamiento a las personas pidiéndoles que se arrepintieran. Esa condición
es un sine qua non para hallar el perdón que Dios quiere otorgarnos. Gracias a que
Jesús pagó en la cruz el precio del perdón divino puedes acercarte
confiadamente al mismo Dios y recibirás el perdón que borra tus pecados, te
proclama hijo de Dios y te salva del infierno eterno.
¿Te arrepentirás?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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