El Reino de los Cielos nada tiene que ver con los reinos de este mundo. La primera diferencia estriba en los intereses personales de aquellos que dirigen las naciones. Los que gobiernan las naciones, según Jesús, se enseñorean de ellas y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad (Mateo 20:25). En una frase Jesucristo retrata a los mandamases y sus intereses. Por un lado, los gobernantes controlan al pueblo y sus riquezas esclavizándolos en beneficio propio. En el otro lado, pero no muy lejos de los gobernantes, están los que Jesús llama grandes. Éstos bien pudieran ser aquellos que, debido a sus riquezas, fama o posición se auto erigen como dictadores de lo bueno y lo malo por medio de actuar con pleno privilegio en beneficio propio. El nexo común entre las dos facciones, gobernantes y grandes, es que todo lo hacen en pro del beneficio propio.
Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. (Mateo 20:1)
El dueño de la viña contrató en la mañana a unos obreros y convino con ellos pagarles el sueldo de un día. A las nueve de la mañana, al medio día y sobre las cinco de la tarde siguió contratando jornaleros para su viña. Les dijo a estos últimos que recibirían un pago justo. Todos recibieron el mismo salario que los primeros contratados, el salario de un día de trabajo. El dueño de la viña lo tenía claro. Él procedía de forma justa porque suyo era el dinero porque lo había ganado trabajando. La viña era la fuente de sus ingresos. Los trabajadores eran suyos porque cobraban conforme a un contrato acordado justamente entre dos partes. El dueño tenía todo el derecho a desplegar su propio sistema de pagos y decidió pagar a todos por igual.
En esto consiste la salvación que Jesucristo da a todos aquellos que ponen su fe en Él. No importa si has sido llamado en la mañana de tu vida, a las nueve, a las doce o a las cinco. Lo que importa es que has recibido a Jesús y te has salvado. Es maravillosa la justicia del Reino de los Cielos porque todos reciben las mismas bendiciones del Único realmente Justo, Jesucristo. Él vino a morir en una cruz como pago por nuestros delitos y pecados al Dueño de la Viña, el Padre. Ya no recibimos el infierno que merecemos porque Jesús puede salvarnos. Querido lector, este mundo está diseñado para esclavizarte porque todos están corrompidos hasta la médula. Solo Jesús es Justo y Su Reino limpio de corrupción. Arrepiéntete de tus pecados, cree en Jesús y tendrás el pago justo que Dios ha dispuesto para ti, la vida eterna.
Jesús paga justamente.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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