Estos juegos olímpicos de Japón ya han dado algunas medallas a nuestros deportistas. Eso es todo un honor para cualquier país que compite. Tener a sus atletas en el podio es la meta que todos anhelan alcanzar. El gran esfuerzo que cada olímpico hace para estar preparado se ve altamente recompensado cuando ocupa uno de los tres puestos en el podio. Ahora bien, todos los competidores en cada una de las disciplinas olímpicas no ven otra meta que ganar el oro. Quedarse por debajo es un logro, no cabe duda, pero los que alcanzan el sumun de satisfacción son aquellos que escalan lo más alto del podio olímpico. Si tienen que elegir, todos elegirían el oro.
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. (1 Corintios 9:24-25)
El apóstol Pablo nos habla de las olimpiadas. En pocas palabras nos hace ver que los que compiten lo hacen por quedar los primeros. Uno solo es el que se lleva "el gato al agua". Uno solo es el que alcanza la gloria y besa el oro tan deseado. Por lo tanto, hay que competir de tal forma que se gane en la competición a los demás participantes. ¿Cómo se compite para alcanzar la medalla de oro? Pablo nos vuelve a maravillar con su destreza para resumir lo que quiere enseñar. Si se va a obtener el oro hay que luchar acorde a la recompensa. ¡Hay que abstenerse de todo! De todo aquello que imposibilita llegar a la meta de ser galardonados con el oro.
Es aquí donde Pablo da un giro y nos plantea un problema crucial. Es bueno esforzarse por el oro, pero una vez alcanzado con el tiempo se echa a perder y hasta cae en el olvido. El trofeo se corrompe como todo lo que el ser humano hace. Mientras que los olímpicos se esfuerzan por algo que se corrompe con el tiempo, los cristianos luchan y se esfuerzan por una medalla incorruptible. Querido lector, ¿qué medalla eliges? Todos tus logros, por muy lícitos y reconocidos que sean, no te acompañarán al cielo. Lo más seguro es que te lleven en sentido contrario, al infierno.
Una disciplina olímpica es el tiro al arco. Al igual que el arquero cuando no da en la diana queda descalificado en la competición, tú y yo hemos sido descalificados de la competición por alcanzar el cielo. La palabra pecado significa no dar en el blanco. No damos en el blanco cada vez que hacemos cosas que a Dios no le agradan. Eso nos descalifica para entrar en el cielo. Jesucristo vino a vivir entre nosotros por culpa de nuestros pecados contra Dios. Gracias a Su muerte en la cruz y Su resurrección de la tumba podemos estar nuevamente calificados para ganar una medalla que no se corrompe con el tiempo y deja de ser recordada. Para comenzar la competición y recibir al final tu medalla tienes que arrepentirte de tus pecados delante de Dios y seguir a Jesús hasta que llegues a la meta: el cielo. Allí recibirás tu medalla incorruptible. La pregunta que debes contestarte es sencilla: ¿Qué medalla elijo? Si elijes la corruptible no alcanzarás el cielo. Si escoges la incorruptible alcanzarás la gloria que ningún ser humano ha imaginado.
Elije la olimpiada correcta.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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