El coro de una de las canciones
que cantamos en la Iglesia describe de forma simple y directa el meollo del
evangelio. No es mi idea ni la de unos pocos, o unos muchos sino la idea que se
halla en la Biblia, la autoridad para el cristiano. Esta es la canción:
«Del Cielo viniste aquí a
darnos paz.
De
la tierra a la cruz en mi lugar.
Y a
la tumba tras morir a la gloria otra vez.
Tu
Nombre, Cristo, exaltaré»
Del Cielo viniste aquí a darnos
paz
Jesús dejó el Cielo, Su hogar, porque el Padre se lo pidió. ¿Qué razón había para esto? El amor inmenso del
Padre por sus criaturas. Jesús accedió voluntariamente y bajó a hablarnos del
amor de Dios por nosotros. No solo habló, sino que actuó siendo ejemplo.
De la tierra a la cruz en mi lugar
Jesús vino a morir en tu lugar y
en el mío. ¿Por qué? Porque el Padre estaba airado con nosotros a causa del
pecado. El pecado es todo aquello que no agrada a Dios y, por lo tanto, lo
mantiene alejado de nosotros. El ser humano está tan apartado de Dios que si el
mismo Dios no se hubiera acercado a nosotros no tendríamos la posibilidad de
restaurar la amistad que perdimos al pecar. Nosotros debíamos morir pero Cristo
nos sustituyo en la cruz.
Y a la tumba tras morir a la
gloria otra vez.
Si Jesús no hubiera vencido a la
muerte resucitando, sería una verdadera tontería hablar o escribir sobre el
evangelio. Muchos líderes han impactado el mundo pero sabemos dónde están sus
tumbas y, en consecuencia, allí yacen los cuerpos.. De Jesús lo único que
podemos decir en cuanto al lugar de Su tumba es pura conjetura, es más, aunque supiéramos
donde está Su tumba, la realidad nos la mostraría vacía. ¡Jesús resucitó! Esta
es la esperanza de los creyentes: si Él resucitó nosotros también lo haremos
cuando llegué el momento. Sin duda.
Tu Nombre, Cristo, Exaltaré
Jesús dejó todo y sufrió hasta la
muerte por darnos la oportunidad de salvarnos. Él se merece nuestra adoración
sincera que no es otra cosa que servirlo. Exaltar Su Nombre es hacer que brille
en medio de una sociedad que sigue de espaldas a Dios. ¿Vas a seguir con tu
idea de que Dios es una idea absurda y que tú sí que sabes?
Si no tenemos idea, dime, ¿qué
ideas tienes tú? Todos tenemos creencias. Si no crees en lo que yo, seguro que
crees en otra cosa. Llámale, dinero, títulos, egocentrismo, idolatría,
religión, política, ética, filosofía, etc., etc. Pero que te vayas con esta
idea: nada de la lista anterior te promete la vida eterna y Jesús, sí. Todo se
acabará cuando mueras, Jesús no.
Solo hay dos respuestas posibles
ante el ofrecimiento de Jesús: creo o no creo. Esa es la idea. Creer tiene
consecuencias positivas para tu eternidad (El Cielo). No creer tiene
consecuencias negativas para tu eternidad (El Infierno). Tu cuerpo, como el
mío, van a morir un día, pero nuestra alma y espíritu son eternos: ¿Dónde
deseas pasar la eternidad?
Había un profesor de Filosofía que era un ateo profundamente comprometido. Su principal meta era cada semestre probar que Dios no podía existir. Sus estudiantes siempre tuvieron miedo de discutir con él por su lógica impecable. Durante 20 años, siempre pensó que nadie en su clase y fuera de ella tenía el valor de ir en su contra. Claro, algunos habían discutido en clase alguna vez, pero nunca realmente en su contra, y no lo hacían porque él tenía una gran reputación. Al final de cada semestre, en el último día, él pedía a su clase de 300 estudiantes: “Si hay alguien que todavía cree en Jesús, ¡póngase de pie!”. En 20 años, nunca nadie lo hizo. Ellos sabían lo que venía después; él diría: “Porque todo aquel que cree en Dios es un tonto. Si Dios existiera, Él lo demostraría impidiendo que este pedazo de tiza se rompiera al golpear el piso, sería tan sencillo para Él probar que es Dios, y aún así no puede hacerlo”. Y así, cada año tiraba un pedazo de tiza en el suelo para que se rompiera en pedazos.
Los estudiantes no podían hacer más que mirar. La mayoría de los estudiantes terminaban convencidos de que Dios no existía. Ciertamente, uno que otro cristiano se había colado, pero por 20 años habían tenido miedo de ponerse de pie. Pues bien, hace unos años un joven que había oído historias sobre este maestro, se inscribió en esta clase, pues sin ella no podría graduarse; tenía miedo. Durante los primeros tres meses de aquel semestre, él oraba todos los días por tener el valor de ponerse de pie, sin importar lo que dijera el maestro, o lo que pensaran sus compañeros de clase. Nada de lo que dijeran quebrantaría su fe. Finalmente llegó el día. El profesor dijo: “¡Si hay alguien que todavía cree en Dios, que se ponga de pie!”. El profesor y la clase de 300 alumnos lo miraron fijamente, en shock, al momento que se ponía de pie en el fondo del salón. El profesor gritó: “¡TONTO!, ¡si Dios existiera Él lo probaría evitando que este pedazo de tiza se rompiera al golpear el piso!”. Acto seguido arrojó la tiza, pero al momento que lo hizo, la tiza se resbaló de sus dedos y fue resbalando por su manga, por los pliegues de su pantalón y por su zapato, hasta que, intacta, rodó por el suelo. El profesor quedó con la boca abierta observando la tiza en el suelo, después levantó su mirada al joven que estaba de pie y salió corriendo del salón. El joven entonces pasó al frente del salón y habló de su fe en Jesús por la siguiente media hora. Los 300 estudiantes escucharon cómo hablaba del amor de Dios hacia ellos y de su poder.
Si puedo decir que tengo idea de algo
es del amor de Dios por mí. Gracias querido lector anónimo porque realmente no
tengo ni idea de multitud de cosas, pero Jesús tuvo todas las ideas para mi
vida que yo jamás hubiese soñado ni de lejos. Como dice la Biblia:
«Fíate del Señor de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia». (Proverbios 3:5)
Las ideas deben llevar a la
acción, eso hizo Cristo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!