No me puedo explicar cómo hay
gente que tiene valor para saltar en paracaídas, tirarse de un puente, escalar
montañas, submarinismo a pulmón (natural y artificial), hacer alarde de acrobacias
sin red que lo proteja y un largo etcétera de bravuconadas que hacen correr la
adrenalina a 500 kilómetros por hora en la corriente sanguínea. ¡Pánico me da!
Llamadme miedoso, pero es que no lo entiendo. Puedo comprender que las
emociones fuertes gusten solo que las mías deben estar a la altura existente
entre las suelas de mis zapatos y el suelo. Creo que sería el capitán perfecto
en el caso de naufragar mi barco, tenlo por seguro ¡nunca abandonaría el barco!
Les llaman valientes y creo firmemente que lo son. Pero, en otro orden de cosas,
qué me dices de los que viven saltándose a la torera las normas establecidas
por el simple hecho de arriesgados y de camino poner a otros en peligro. Conducir
en dirección contraria por la autopista, juegos de rol, humillar a los
emigrantes grabándolos con el fin de colgarlos en internet y, nuevamente, un
largo etcétera de bravuconadas para sentirse superior a otros. El valor tiene
su lado positivo y su lado oscuro. Muy oscuro.
Todos tenemos un lado oscuro.
Este lado de nuestro ser sale a la luz cuando lo esperas y cuando no lo
esperas. Por ejemplo, hace unas semanas cometí un error conduciendo y le di un
buen susto a otro conductor. Al querer incorporarme al carril de la derecha no
lo vi, ya que estaba metido en el ángulo muerto del coche. El buen muchacho me
dijo de todo menos bonito. Los ojos parecían saltárseles de las órbitas. Pensé
que si a la luz es capaz de mostrar ese mal carácter, no sé de qué será capaz
en la intimidad de su casa cuando pille un rebote con algún familiar. Quiera
Dios que un día encuentre la paz que tanto necesita ese joven. El tráfico tiene
la habilidad de sacar lo oscuro de cada uno. ¡Yo nunca cometo errores, son los
otros! Es el pensamiento que nos sale de lo profundo del alma. Solemos ser
condescendientes con los errores propios para pasar a ser intransigentes con
los errores ajenos. Por desgracia he tenido varias experiencias agrias en este
sentido.
Permítanme la expresión, pero
Jesús las pasó canutas por culpa de nuestro lado oscuro. Caminó a nuestro lado
viviendo entre nosotros como uno más pero con las ideas claras en cuanto a lo
que enfrentaba. Jesús no era un inconsciente y conocía lo que había en el
hombre.
Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. (Marcos 7:14-23)
Es divertido y todo un logro
(aunque no lo sea para mí) llevar una vida de acrobacia en acrobacia pero, creo
que es entendible, llevar una vida sacando lo malo del corazón es patético. La
Biblia llama a toda la lista que enumera Jesús pecado. La enseñanza de Cristo
es clara: lo que va al váter no causa daño; lo que nace del corazón del hombre
y sale por su boca si hace daño. «Yo
no le he hecho mal a nadie»,
podrías decir. A ver, a ver... ¿has tenido malos pensamientos? ¿has adulterado
aunque sea solamente de pensamiento? ¿has asesinado a alguien aunque solamente
sea humillándolo? ¿has hurtado? ¿has tenido avaricia? ¿has obrado con maldad?
¿has engañado? ¿y qué de la lascivia frente a la pornografía en televisión e
internet? ¿y que de la envidia frente a los que piensas que tienen más que tú?
¿y qué del uso de la calumnia? ¿has actuado con soberbia? ¿cuántas veces habrás
actuado con insensatez?
Somos unas máquinas que destrozan aquello que tocan.
TODOS HEMOS PECADO. Todos dimos un salto al vacío en pro de ser libres de Dios.
Pecado es todo aquello que en beneficio del libertinaje hacemos contra lo que
Dios estableció. El gran problema es que en nuestra caída libre el paracaídas
no se abrió, la cuerda se partió, el arnés cedió, el barco se hundió y nos
sobrevino el gran descalabro ya que nos matamos en nuestro intento idealista de
pasar del mismo Dios.
Jesús vino a poner remedio a
nuestro agravio. Dios nos contempla desde los Cielos y ve en nosotros personas
sin rumbo y envió a Jesús a tendernos una mano para reconciliarnos con el
Padre. Jesús es el mayor acróbata del universo pues saltó desde los Cielos, Su
morada eterna, hasta la tierra y se hizo hombre para comunicarnos el mensaje
que le había encargado el Padre. El mensaje es que hay perdón para todos los que
tienen malos pensamientos, los adúlteros, las fornicarios, los homicidas, los
ladrones, los avariciosos, las maliciosos, los engañadores, los lascivos, los
envidiosos, los calumniadores, los soberbios y los insensatos. Si reconoces que
te hallas entre ellos ¡Bienvenido al club! Ya somos uno más.
Jesús quiere hacer la diferencia
contigo también y rescatarte de tu caída libre particular. Por esa razón murió
dando Su vida en una cruz, por amor a ti y a mí. Esa caída te está llevando al
infierno, donde Dios ya no puede actuar. Si mueres sin creer en Cristo como
único Salvador y Señor te vas a descalabrar. Arrepiéntete de tus pecados frente
a Dios, querido lector, pidiéndole que te salve. Lee la Biblia y reúnete en tu
ciudad con otros cristianos evangélicos que te ayuden en tus primeros pasos.
Cuenta conmigo, si así lo quieres.
La vida aquí no es perfecta
porque nuestro pecado lo ensucia todo. Cada vez que pretendemos ser acróbatas
morales y éticos nos estrellamos pues, está claro, si no hemos pecado en un
punto, hemos pecado en otro. Nadie es perfecto, como se podría decir. Todos
somos imperfectos y hemos roto cada uno todos los platos de la vajilla. El que
tenga oídos para oír que obedezca, como diría mi Señor y Salvador Jesús.
Déjate caer libremente en Sus
brazos.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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