La culpa siempre la tiene el otro, yo no. La frase anterior
resume la actitud que la industria alimenticia tiene hacia el consumidor de sus
productos. Ellos, y solo ellos, son los responsables de que se desechen
millones de toneladas de alimentos año tras año por la sencilla razón que
presentan alguna tara estética. Esto es lo que nos quería hacer creer, con la
finalidad de sensibilizar al consumidor final, un conocido programa televisivo
esta semana. Es que siempre paga el pato el más indefenso.
La industria, desde sus inicios, lava la cara a todo con tal
de hacerlo atrayente a nuestros sentidos. La consigna es lucrarse y que
nosotros, como ovejas incautas, caigamos en sus redes. No importa si es
necesario el producto, lo importante es venderlo. Refinemos el azúcar y la
harina para hacer productos más vistosos, aunque pierdan su riqueza nutritiva.
Deshagámonos de lo defectuoso, aunque sea aprovechable. ¡Hagamos las cosas
mejor que Dios!
Nos hallamos ante una sociedad que maquilla todo con tal de
esconder aquello que le hace darse de bruces con la cruel realidad de un mundo
imperfecto. Lo realmente triste es que lo imperfecto no es sinónimo de
desechable y la mayoría de veces lo que desechamos, ni siquiera es imperfecto,
solo que no es “vendible”. Mientras tanto, en nuestros campos e industrias,
yacen millones de toneladas de comestibles “imperfectos” pero aprovechables, tanto
como los “perfectos” pero vendibles.
Todo esto me recuerda la siguiente historia, que aunque
esconde una historia de amor, enseña a una sociedad consumista a no
desperdiciar nada y a compartir los recursos sabiamente con el más necesitado,
el pobre.
Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la
familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz. Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te
ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos
hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía. Fue, pues, y llegando,
espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del
campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec.
Y he aquí que Booz
vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos
respondieron: Jehová te bendiga. Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los
segadores: ¿De quién es esta joven? Y el criado, mayordomo de los segadores,
respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de
Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores
entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar
ni aun por un momento.
Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a
espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.
Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados
que no te molesten. Y cuando tengas sed, vé a las vasijas, y bebe del agua que
sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le
dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo
extranjera? Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con
tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu
madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes.
Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová
Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte. (Rut 2:1-12)
Toneladas de naranjas tiradas debajo de los naranjos porque
tenían macas en su piel y pudriéndose al sol debido a que a nadie se le ocurre
llamar al pobre para recogerlas. Toneladas de naranjas al cubo de la basura en
la industria por no pasar los filtros de calidad que se han autoimpuesto “por
culpa del consumidor final” y pudriéndose por no compartirlas con el
necesitado. Lo sorprendente es que aún no sepamos mitigar el hambre en el
mundo. Si tan solo los dejásemos entrar a nuestros campos y recoger las espigas
que se nos caen de las manos… Si tan solo apartásemos lo que desechamos… ¿Quién
ha dicho que este mundo sea justo?
No me cabe la menor duda que una de las formas
características en que se hace visible una sociedad imperfecta es la falta de
justicia. Justicia es un trato igualitario. Si eres un eterno optimista mira a
tu alrededor y verás injusticia. Si eres insensiblemente egoísta mírate a ti
mismo porque actúas injustamente. De una forma u otra estamos rodeados por la
injusticia. El ser humano está llamado por el mismo Dios a compartir, no a
acaparar. No compartir es una de las formas características de la injusticia
humana: EGOÍSMO.
El egoísmo es pecado y está penado por Dios. Ante Él no hay
nadie libre de este pecado, por lo tanto, todos hemos sido hallados culpables y
nos espera cumplir la condena como delincuentes sentenciados. Somos reos
esperando la muerte porque nuestra condena es proporcional a nuestros pecados.
Esto es justicia: el mismo pago por igual agravio. ¿Cómo te libras de la
condena ante un Dios Justo y Santo?
Reconoce que has pecado delante de Dios y arrepiéntete
creyendo en la provisión de Dios para salvarte. Jesús es esa provisión. Él pagó
nuestras deudas a Dios muriendo en una cruz como sacrificio perfecto. El delito
debe ser satisfecho y Cristo, por amor a Su Padre y a nosotros, lo satisfizo
plenamente. De esta forma Dios quiere compartir todo de Él contigo, querido
lector. Si tan solo le abres tu corazón…
Compartamos las naranjas.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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