El 23 de marzo anunciaron vívidamente los medios de
comunicación el triste fallecimiento de Adolfo Suárez. Fue el primer presidente
de España después de estar bajo la dictadura de Franco. En su honor es justo
decir que dejó, tras su paso presidiendo España, muy alto el listón para los
que vendrían detrás. Conocido como uno de los protagonistas de la transición de
la dictadura a la democracia, junto al rey Juan Carlos I.
Esto me hace pensar que muchas veces las empresas comienzan
con un buen rumbo, un liderazgo motivado, preparado y entusiasta, pero acaba
corrupto y no llegándole a la altura de los talones a aquellos, en este caso
aquel, que tan digno ejemplo dejó para las siguientes generaciones, en este
caso, de políticos. La Biblia es como un periódico o un telediario que da
noticias frescas y del momento. El salmo 82 es un vivo ejemplo de noticia del
día. El comentarista bíblico, William MacDonald, lo interpreta de la siguiente
forma. ¡No tiene desperdicio! Lean, lean…queridos lectores.
El Juicio de los Gobernadores del Mundo
Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga. (Salmos 82:1)
El juicio comienza con un anuncio formal en el juzgado. El
Juez se ha sentado, y es Dios mismo. Ha convocado una sesión extraordinaria del
consejo divino para reprender a los gobernadores y jueces de la tierra. Se les
llama dioses porque son representantes de Dios, ordenados por Él para ser Sus
siervos y así mantengan el orden en la sociedad. Ellos por supuesto, no son más
que hombres como el resto de nosotros. Pero debido a su posición, son los
ungidos del Señor. Aunque no conozcan personalmente a Dios, todavía son agentes
de Dios en sentido oficial y por lo tanto, dignificados aquí con el nombre de dioses.
El sentido fundamental de esta palabra «dioses» es: «los fuertes» o «seres poderosos».
¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? (Salmos 82:2)
Primero, Dios les reprende por su conducta ilícita en el
oficio. Son culpables de soborno y corrupción. Bajo su administración, los
ricos han sido favorecidos mientras que los pobres han sido oprimidos. Los
criminales se han ido sin castigo, y los inocentes han tenido que sufrir
pérdida sin derecho a presentar recurso. Las balanzas del juicio se han vuelto
balanzas de opresión.
Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; libradlo de mano de los impíos. (Salmos 82:3-4)
Entonces, el Juez de toda la tierra les recuerda una vez más
sus responsabilidades en el área de la justicia social. Tendrían que ser
defensores de los derechos de los pobres y los huérfanos, los afligidos y los
menesterosos. Deben ser los ayudadores de todo aquel que es desheredado y
pisoteado.
No saben, no entienden, andan en tinieblas; tiemblan todos los cimientos de la tierra. (Salmos 82:5)
Pero pese a todas las advertencias del Señor, no parece
haber esperanza de ver mejora. Como si lo dijera en voz baja a otra persona, el
Señor suspira y dice que ellos no actúan con conocimiento ni entendimiento.
Puesto que ellos mismos andan en tinieblas, poca esperanza hay de que ayuden a
otros que necesitan dirección. Como resultado de no haber actuado con justicia
y sabiduría, los fundamentos de la sociedad son inestables. El derecho y el
orden casi han desaparecido.
Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis. (Salmos 82:6-7)
Aunque han sido exaltados hasta el cielo con sus
privilegios, serán derribados en juicio. El hecho de que Dios les haya llamado
dioses e hijos del Altísimo no les concede inmunidad en el juicio. Ellos serán
tratados de la misma manera que los demás hombres, y caerán como cualquiera de
los príncipes. Realmente el grado de su castigo será mayor, debido a sus
privilegios. Nuestro Señor citó el versículo 6 en una de Sus confrontaciones
con Sus enemigos (Juan 10:32–36). Ellos le habían acusado de blasfemia porque
Él se había hecho igual a Dios. «Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he
mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los
judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito
en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino
la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre
santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de
Dios soy?» A la mente occidental, el argumento puede que no parezca muy claro o
convencedor, pero obviamente sí lo era ante Sus oyentes. Ellos entendieron que
Jesús argumentaba de lo menor a lo mayor. La fuerza de Su argumento es así: En
el Salmo 82, Dios llama a los gobernadores y a los jueces: dioses. Realmente no
son divinos, sino es debido a su posición como ministros de Dios que son
dignificados con el nombre de dioses. Su gran
distinción es que la Palabra de Dios vino a ellos, esto es, que fueron oficialmente ordenados por Dios como los poderes
altos en lo que se refiere al gobierno y a la
justicia (Romanos 13:1). Si el nombre dioses
podía ser aplicado liberalmente a hombres como ellos, ¡cuánto más plena y
precisamente puede ser aplicado el nombre de Dios al Señor Jesús! Él había sido
santificado por el Dios y Padre, y enviado así al
mundo. Esto implica que Él había vivido con el
Padre en el cielo por toda la eternidad. Entonces, el Padre le puso aparte para
enviarle con una misión a la tierra, y fue así que
nació en Belén. Los judíos entendieron
perfectamente que Él estaba reclamando igualdad con Dios, y buscaron prenderle, pero él se escapó de sus manos (Juan
10:39).
Pero ahora, volvemos al último versículo del Salmo:
«Levántate, oh Dios,
juzga la tierra; porque tú heredarás todas las naciones». (Salmos 82:8)
De esta manera Asaf llama al Señor a intervenir en los
asuntos humanos, trayendo justicia y derecho para reemplazar la corrupción y la
injusticia. Esta oración será plenamente contestada cuando el Señor Jesucristo
vuelva para reinar sobre toda la tierra. En aquel día, como el profeta
predijera, «habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la
justicia» (Isaías 32:16). La tierra disfrutará una época de justicia social y
libertad de soborno y de corrupción[1].
Si no escuchamos a Jesús, iremos a peor.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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