‒Profe,
¿te puedo hacer una pregunta? (Me dijo un alumno hace unos días)
‒Por
supuesto. (Le respondí de forma entusiasta)
‒
¿Ciencia o religión? (La pregunta me encantó)
‒Es
que en la escuela nos han dicho que decidamos si creemos en “el gran Dios”
(dijo con voz jocosa) o en la evolución (dijo con voz seria).
Sinceramente, no me extrañó que su tono de voz imitase lo
que hoy día la gran mayoría hace: se toma a broma la idea de un Dios creador, y
aboga por la idea de millones de años evolutivos. Es obvio que vivimos inmersos
en una sociedad proclive a creer que su ciencia es la verdad y Dios un mito del
pasado.
‒Ni
ciencia ni religión. (Le contesté sin dudar. Reconozco que lo dejé un poco
perplejo)
Le expliqué
de forma concisa que hay dos tipos de ciencia. Hay verdadera ciencia y falsa
ciencia. La ciencia verdadera es aquella que puede demostrar sus ideas
empíricamente, es decir, de forma práctica y visible a todos, y la ciencia falsa es aquella que no puede
demostrar sus ideas empíricamente, es decir, de forma práctica y visible a
todos. La falsa ciencia es la que proclama que la evolución es la respuesta a
nuestros orígenes pero se mueve en el mundo de las ideas y no de los hechos
demostrables. La evolución es una creencia, no una ciencia.
Continué
explicándole que la religión es el intento del hombre por acercarse a Dios por
medio de ritos inventados y, por lo tanto, eso a Dios no le interesaba. Yo
prefiero el cristianismo porque no tiene nada que ver con la religión ya que es
una relación íntima de cada cristiano con Jesucristo. La religión ata y la
relación con Jesús libera.
Acabé mi explicación argumentándole dos cuestiones: Detrás de un invento hay un inventor. Si cuando vemos un reloj
rápidamente sabemos que una persona lo inventó ¿por qué cuando contemplamos la
naturaleza pensamos que fue el azar evolutivo? ¡Absurdo! Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmos 19:1). La evolución degrada a las personas y el
cristianismo da valor a las personas porque
su esencia es el amor. Si somos origen del azar, ¿Qué valor tenemos? ¿Quién
dicta lo bueno y lo malo? Todo es relativo y… ¡sálvese quien pueda! El amor de
Dios por nosotros se demostró de la siguiente forma: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna (Juan 3:16).
‒ ¿Tú
por cual te decidiste? (Esta vez pregunté yo)
‒Uhmmm…profe…aún
no lo sé. (¡Bien! Hay esperanza, pensé para mis adentros)
¿Hay
esperanza contigo?
¡QUE
DIOS TE BENDIGA!
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