Es una flor rara toparse con personas que, desde su posición
privilegiada, no se han camuflado entre las malezas del pensamiento único. Este pensamiento
unificado nace del deseo humano de igualdad, de pertenecer a la mayoría
reinante para tener los menores problemas posibles con mis iguales. Una cosa es
la igualdad de pensamiento y acción, y otra cosa bien distinta es la realidad
en la que vivimos inmersos. Me he topado con esa flor rara estos días. Es el
filósofo Federico Sciacca que nos presenta argumentos para poder salirnos de la
masa y pensar de las cosas divinas como debe ser y no como la mayoría
predominante. Sí, querido lector, el ateísmo existe porque Dios existe. Medita en
los pensamientos de Sciacca.
Si Dios no existe,
¿qué más busco? ¿Qué busco todavía? Busco.
Y él, él, que no
existe, me sigue, me persigue.
Se me ha hundido aquí, en medio de la cabeza, como un clavo.
Pienso y existe el clavo; pienso y se me clava más.
El pensamiento es mi martillo cruel.
Dios es siempre
despiadado con los ateos. Los persigue.
Déjame, Dios, no te necesito;
Necesito echar tu sombra para estar solo conmigo.
Tú eres un espectro obstinado.
Yo no tengo necesidad
de ti.
¿Qué quieres, pues, espectro?...
¿Niego a éste o aquel dios? No, niego a Dios.
¿Y después? Después renace como la salamandra
Y toma todas las formas como el camaleón...
A él se le puede
matar. Lo he matado.
¡El espectro! Los espectros no se pueden matar.
Él está dentro, muerto, pero vivo.
Yo, que le he matado, estoy muerto por él...
No deja en paz ni
siquiera a los muertos, los quiere resucitar...
Él está vivo, vivo, pegado como un ave de rapiña
Al cadáver
de mi conciencia.
Quisiera resucitarme a picotazos.
Pero yo, antes de renacer con él, prefiero vivir muerto sin
él.
Es más viril.
¿Estúpido?... En resumen, Dios está en mi ateísmo.
Yo no sería ateo, si él no existiese.
Es una contradicción insoluble.
No la resuelvo más que obedeciéndole.
No la venzo, sino creyendo en el Dios que niego, afirmando a
Dios.
Lo quiere mi propio
ateísmo, lo exige tiránicamente.
Negar a Dios es la hipótesis prohibida, porque es afirmarle.
Lo sé y me rebelo. Si tú no existieses, no te negaría.
Y si existieses, ¿por qué esta tremenda tentación
De la
razón de negarte?
Si tú no existieses,
jamás yo hubiera podido pensar en ti...
Te pido paz...
Tú, el amor, eres implacable como el amor verdadero y
sufrido.
Nada persigue más que
el amor.
Considero que el testimonio de ateos convertidos
Puede ser
un buen argumento
A favor de la
existencia de Dios.
Ellos, generalmente, después de luchas y estudios,
Llegaron a descubrir la luz de Dios,
Que dio paz y alegría
a sus vidas.[1]
El ateísmo demuestra a Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!