Si hay una misión imposible para el ser humano es la de
salvarse asimismo. No hay nada que pueda hacer para ganarse la apreciada
entrada al cielo. Algunos viven creyendo que siendo buena gente se comprarán el
ticket de acceso al espectáculo celestial. Unos piensan que el cielo es aquí y
ahora y se labran futuros prometedores porque, según ellos, el presente es lo
que cuenta. Lo que tenga que venir, vendrá. Otros tantos creen que Dios es tan
bueno que al final todos tendrán libre acceso a Sus moradas celestes, y a gozar
del festorro. Nada más lejos de la verdad. Es una misión imposible que la
humanidad se salve por méritos propios o por creencias erróneas de cómo actuará
Dios.
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:10-12)
Según lo que trasmite el texto de la
Biblia NO HAY nadie que esté haciendo lo correcto para salvarse. Nadie es
justo, nadie entiende, nadie busca a Dios, nadie camina correctamente y nadie
hace lo bueno. Si alguna persona se siente justa, entendedora, buscadora,
correcta y buena, la Biblia, la Palabra escrita de Dios, viene a despertarla a
la VERDAD con mayúsculas.
¿De qué sirven los paños calientes
en un tema que nos va a costar la eternidad? ¡No! Se prefiere soportar la mofa
y la guasa de los incrédulos por la recompensa de obedecer a Dios proclamando
Su verdad, la única verdad que hará de ir al cielo una misión posible:
Jesucristo. Él es justo, vino para hacernos justos. Él es entendido, vino a que
entendiéramos. Él es Dios, vino para facilitar Su búsqueda. Él es recto, vino
para mostrar el camino. Él es bueno, vino para trasformar los corazones.
La justicia es la puerta al cielo y
nadie es justo. Jesús en la cruz ganó literalmente la justicia para toda la
humanidad. En la cruz Jesús tomó el lugar de los seres que le habían rechazado
y en el acto de amor más sublime e inimaginable abrió la puerta de tal forma
que acogiéndose a Su justicia se tenga libre acceso a los lugares celestiales.
¡Ya Jesús posibilitó lo era imposible! Acogerse a la justicia de Dios es creer
con fe en Jesucristo y reconocer la imposibilidad de hacer nada por ser hechos
justos, arrepintiéndose cada uno de sus pecados ante Dios, el único que puede
perdonar y proclamar justos.
El cielo está lleno de justos, no de buenos.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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