Ayer estuve de boda junto con mi esposa. Disfrutamos del
enlace matrimonial de un joven y una joven muy queridos por nosotros. Ser invitados
a una boda significa que tenemos un lugar en el corazón de los que contraen
nupcias. Este es nuestro caso y los novios nos dieron muestras suficientes de
ello. Realmente los hemos visto crecer, especialmente al novio.
Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. (Juan 2:1-2)
Jesús también fue invitado a una boda. Seguro que junto con Su
madre y Sus discípulos tenía un lugar en el corazón de los contrayentes. Hasta aquí
todo normal. Vemos en la escena de las conocidas bodas de Caná de Galilea una
boda y sus invitados. ¿Qué hay de especial en ello?, podríamos preguntarnos. Lo
especial de esta boda es la presencia de Jesús. Cuando Jesús es invitado cosas
milagrosas suceden. Este es el caso que nos ocupa.
De todos es sabido que Jesús convirtió el agua común en vino
extraordinario. Sabemos esto porque el maestresala lo confirmó con su cata. Lo que
Jesús hace a favor nuestro cuando lo invitamos es extraordinario. Él tiene el
poder de transformar las vidas comunes en vidas extraordinarias. Tiene la
capacidad de convertir lo insulso e insaboro en profundo y sabroso. Jesús, al
ser invitado, cambia todo aquello que necesita ser cambiado.
Jesús nos invita a Su maravillosa boda. Las bodas del Cordero,
que tendrá lugar en el cielo. Se celebrará cuando Jesús regrese a por Su
Iglesia con un gran banquete y toda la pompa que este evento único en la
historia merece. Jesús reconfirmará Su amor por Su Amada, la Iglesia. Él dio Su
sangre en una cruz por ella, muriendo de amor para ganar su salvación.
Querido lector, ¿estás invitado a las bodas del Cordero? Los
invitados a tal acontecimiento son aquellos que han invitado a Jesús a sus vidas y
han sido transformados en hijos de Dios. ¿Has invitado a Jesús a ser protagonista
de toda tu vida? Reconoce de corazón que necesitas ser cambiado por Jesús como
el agua en vino para que otros al saborearte puedan exclamar “¡Eres un gran
reserva!”, como reconoció el mayordomo de la historia.
Jesús te invita a Su boda.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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