Imagina
que puedes lograr tus deseos más grandes si tan solo sigues a pie juntillas el
consejo que se te da. No importan tus dudas, tus inseguridades o tus
prejuicios. Lo que importa es si tan solo haces lo que se te pide de forma
sincera. Podemos recordar la rebeldía natural frente a los consejos que
recibimos en la niñez y adolescencia de nuestros padres. A veces me hallo
aconsejando a los alumnos con esta frase: “Si quieres ser feliz haz feliz a tus
padres”. Si quieres ser feliz obedece sus reglas pues ellos quieren lo mejor
para ti. Lo contrario serían unos padres desnaturalizados. La experiencia en
este sentido con Dios no difiere de la paterna, pues a Dios se le reconoce como
Padre. Por lo tanto, si quieres ser feliz haz feliz a Dios.
« ¡Si tan sólo prepararas tu corazón y levantaras tus manos a él en oración! Abandona tus pecados y deja atrás toda iniquidad. Entonces tu rostro se iluminará con inocencia; serás fuerte y estarás libre de temor. Olvidarás tu sufrimiento; será como agua que corre. Tu vida será más radiante que el mediodía; y aun la oscuridad brillará como la mañana. Tener esperanza te dará valentía. Estarás protegido y descansarás seguro. Te acostarás sin temor; muchos buscarán tu ayuda. Pero los malos serán cegados; no tendrán escapatoria; su única esperanza es la muerte». (Job 11:13-20 – Nueva Traducción Viviente)
Este consejo dado a Job sigue vigente para todos nosotros. En
resumen: Para ser feliz abre tu corazón y busca a Dios en oración confesando
tus pecados y abandonándolos. Lo que sigue es el resultado de haber hecho feliz
a Dios al obedecerlo: inocencia, fortaleza y libertad, olvido, frescor, luz,
valentía, protección, descanso, apoyo para otros. Todo lo anterior te dará Dios
si tan solo obedeces su llamado a hacer lo que te pide.
Jesús vino a nosotros, dejando el Cielo, para hacer feliz a
su Padre. El padre estaba airado contra nosotros por haber pecado contra Él.
Jesús, el único que podía satisfacer la ira justa de Dios, obedeció el mandato
para que por su sacrificio en la cruz pudiese aplacar esa ira y devolvernos la
oportunidad de restablecer nuestra amistad con Dios. Piensa, querido lector, si
tan solo obedeces a Dios te salvarás. ¡Hazlo hoy! El texto termina con una
advertencia a aquellos que no quieren hacer feliz a Dios. Son los malos y serán
cegados, no tendrán escapatoria el día del juicio, y la muerte acabará con
ellos. Huye de pertenecer a este grupo de desobedientes porque se perderán en
el infierno eternamente por haber rehusado conscientemente de obedecer a Dios.
Obedecer es felicidad.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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