sábado, 15 de octubre de 2016

Biodesagradable

Me encanta pasear en medio de la naturaleza, respirar aire puro, oír las cascadas de los ríos, oler la hierba y olvidarme de la contaminación atmosférica y acústica que provocamos en nuestras ciudades anti naturales… pero no puedo disfrutarlo plenamente… Paseando en medio de la naturaleza pude constatar la materia biodesagradable firma y rúbrica del paso del ser humano que yace en cada rincón del camino de mi onírico paseo. Latas de refresco, botellas de plástico, cartones, compresas, pañales, preservativos, zapatos, ropa y más cosas que cualquiera ha visto o se imagina. Todo lo demás, biodegradable, como una defecación detrás de una gran roca. ¡Ancha es Castilla! Dirían algunos. 

Yo me pregunto: Si no sabemos hacer lo bueno con pequeños gestos, ¿cómo esperar la bondad en los grandes gestos? Mi tesis: Las pequeñas muestras de vandalismo demuestran la profundidad a la que podríamos llegar, y de hecho hemos llegado. La Biblia llama a eso, sea grande o pequeño, pecado. ¿Por qué nuestro medio ambiente está contaminado? Porque estamos contaminados. Contaminamos porque estamos contaminados. 

Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones. (Mateo 7:20 NTV)

“Se nos ve el plumero”, dicho de forma coloquial. Un árbol malo da malos frutos y un árbol bueno da buenos frutos. No hay vuelta de hoja ni discusión posible, ya que en medio de una cultura que predica de las glorias del relativismo, hallamos aquí un absolutismo radical: Tus acciones hablan más alto que tus disertaciones. Podemos ser como el delfín, damos tres piruetas para salir en la foto y después nada, nada y nada… 

Dios sabe que por nosotros mismos, aunque generemos algunas dosis de bondad ya que somos creados a su imagen y semejanza, siempre estamos contaminados por el orgullo y la soberbia. Ese mismo orgullo y soberbia está destruyendo la posibilidad de reconocer cuán lejos estamos de Dios, cuán necesitados estamos que nos abra los ojos y nos salve de nosotros mismos. Nuestro ser sufre la contaminación del pecado pero hay esperanza en Jesucristo. Él se paseó en medio de nosotros y pudo experimentar de primera mano el ambiente biodesagradable en el vivimos. Ese ambiente le costó su vida porque de forma voluntaria se ofreció en sacrificio por nuestros delitos y pecados. Ahora podemos pedir que nos salve de nosotros mismos arrepintiéndonos de nuestros pecados y poniendo nuestra confianza y fe en Él. ¡Hazlo hoy! No hace falta cambiar el mundo, sino a ti. 

Descontamínate. 


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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