Decir que Jesús es impresionante es quedarse cortos. Hay muchos
personajes de la historia que han dejado su impronta en la misma debido a
frases geniales. Pero ninguno como Jesús. De hecho, nuestra sociedad
postmodernista, laicista y ateísta no puede zafarse de las sabias frases del
Maestro por mucho que se esfuerce. La personalidad atrayente de Jesucristo ha
dejado una huella en la cultura humana que no se puede borrar.
Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. (Lucas 20:25)
¿Quién no conoce el imperativo que dictó Cristo al contestar
a sus malintencionados interlocutores? ¡Cuántos ponen a prueba a Dios mismo de
forma impertinente día tras día! ¡Cuántos le retan creyendo que pillarán “in fragranti” al propio Dios! Jesús les
dijo: ¡Dad! Tan solo dad. Dad a cada uno lo suyo. ¡Cumplid la ley humana!
¡Cumplid la ley divina! Todo esto es compatible. Hay algo que le debes al mundo
en que Dios te ha puesto y hay algo que le debes al Dios que te ha puesto en el
mundo.
¡Cumple! Cumple con César y cumple con Dios. Da honra a tus
relaciones horizontales, es decir, a tus iguales, y da honra a tu relación
vertical con Dios. Cumplir con César es fácil porque César quiere tus bienes
materiales, por lo tanto, no es muy difícil contentarlo. Llena sus arcas y
seréis felices. Con Dios el asunto es más complicado pues no puedes contentarlo
con dinero, posesiones, influencia, etc. A Dios no puedes granjeártelo con
nada.
Dios se hizo hombre en Jesús para ser la moneda de cambio
que pagase a Dios por tus pecados. La moneda es el tributo que satisface
nuestras deudas en un país y Jesucristo es el tributo que satisface nuestras
deudas a Dios. Lo primero es temporal porque año tras año se han de pagar
impuestos (César no perdona). Lo segundo es eterno porque la deuda del pecado
ha sido cancelada una vez y para siempre (¡Dios sí perdona!). Querido lector,
tan solo cree en la obra de Jesucristo en la cruz para anular la deuda que no
podías pagar. Arrepiéntete de tus pecados porque Dios te espera con los brazos
bien abiertos gracias a Jesucristo, Su Hijo.
A cada uno lo suyo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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