Desconocer o no guardar el protocolo puede llegar a ser
bochornoso en el más leve de los casos, como la situación de la foto. Ponerse a
la altura de los reyes de España en esta circunstancia no sólo causa hilaridad
sino que muestra el ansia de poder y gloria con el que algunos viven. Quizá esto
no pase de lo anecdótico pero como seres humanos estamos plagados del afán de
ser como aquellos que destacan por su poder o valía. La historia está plagada
de esas historias donde al poderoso se le usurpa el poder, al rico se le roba
su riqueza, al artista se le plagia, etc.
“…y seréis como Dios…” (Génesis 3:5)
No deberíamos extrañarnos ante tal comportamiento humano porque desde los albores de la historia humana lo sufrimos. Ser igual a Dios es el
máximo de los deseos y afanes del hombre. En cuanto Satanás nos presentó la
engañosa posibilidad de ser Dios, caímos como moscas. Aún no nos hemos dado
cuenta que hay lugares a los que jamás podremos acceder y uno de ellos es ser
Dios. El Dios verdadero, por supuesto. Jamás llegaremos a poseer Su
conocimiento. Jamás llegaremos a tener Su poder. Jamás llegaremos a poseer Su
santidad. Jamás llegaremos a poseer Su misericordia. Jamás llegaremos a poseer
Su amor. Jamás le llegaremos a la suela de Sus zapatos.
Sin embargo, Dios sabe eso y actúa a favor nuestro. La venganza
nunca ha sido el objetivo de Dios, aunque haya usado de ella en las
circunstancias que Él, en Su justicia, ha propiciado. A Él gracias porque
podría habernos borrado del mapa y hasta de Su pensamiento, y no lo hizo. Todo
lo contrario, llevó a cuestas los pecados de todos nosotros pagando por ellos
en una cruz. Se identificó con nuestras debilidades y se puso en nuestro lugar
para ofrecernos la salida al entuerto en el que nos encontrábamos. Ahora te
hayas frente a un protocolo insalvable: para salvarte debes creer en Jesucristo
y arrepentirte de tus pecados que rompieron el protocolo que Dios ideó para la
buena marcha de Su amistad contigo.
No te saltes el protocolo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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