Reconocer la evidencia de las carencias personales es dejar
de ser ciego. La persona que más daño puede hacernos somos nosotros mismos y
seguimos aferrados en querer cambiar a los demás porque “ellos tienen la culpa
de los males del mundo… y los míos”. Puede parecer exagerada la afirmación
anterior pero es la reacción que tantas veces veo en los que me rodean y en mí
mismo. ¿Pudiera ser que somos tan dependientes, tan inmaduros, que creemos que
los demás han de satisfacernos todo el tiempo y atendernos al menor reclamo? Dios,
el gobierno, la sociedad, la familia, los maestros, los jefes y amigos no se
equivocan todo el tiempo ya que le toca a cada uno asumir la responsabilidad de
reconocer nuestra necesidad de cambiar.
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. (Marcos 10:51)
Bartimeo es un ejemplo a imitar porque reconoció con todas
sus fuerzas su necesidad de sanidad. Él no culpó a Dios, al gobierno, a la
sociedad, a la familia, a los maestros, a los jefes y a los amigos. ¡Sólo reconoció que su problema
era personal debido a su ceguera física! ¿Cuál es tu necesidad? Eso que tú sólo
sabes y te avergüenza reconocer. Ciertamente que otros han podido hacerte daño,
mucho daño, pero colapsar tu vida desperdiciándola no merece la pena. Bartimeo
buscó la solución en el Maestro y tú tienes la posibilidad de hacer lo mismo.
“Acuérdate de esto: Todos y todo te van a fallar pero sólo
Jesucristo no te fallará”, afirmó Abraham Laboriel. Por eso Jesús tiene la
autoridad de preguntarte “¿Qué quieres que te haga?” y darte una respuesta que
te satisfaga plenamente. Querido lector, reconoce hoy que necesitas al Maestro
en tu vida. Él dio Su vida por ti en la cruz para que tu necesidad de salvación
y perdón de tus pecados fuese totalmente resuelto. El Señor te conoce y espera
que le contestes a Su pregunta “¿Qué quieres que te haga?”.
¿Qué necesitas que Jesús te haga?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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