sábado, 3 de agosto de 2019

La Samaritana


La historia de la samaritana quizá pudiera ser la historia de cada uno de nosotros. Hay encuentros que cambian la vida y el que tuvo la samaritana con Jesús es uno de ellos. A partir de ahí su vida jamás fue la misma. Su necesidad espiritual fue satisfecha, su conocimiento de Dios fue mejorado y, como consecuencia, atrajo a otros a conocer a Jesús. Todos tenemos una necesidad espiritual que satisfacer y un conocimiento de Dios que mejorar antes de cambiar nuestro entorno. La samaritana es muestra de ello pues cuando oyó el mensaje no pensó “esto es bueno para mi vecino” sino “esto es bueno para mí”.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Juan 4:7)
Jesús, por medio de una petición material, como el agua, inicia una conversación con la samaritana para llevarla a lo espiritual. La samaritana muestra su extrañeza debido a que judíos y samaritanos estaban enfrentados. Jesús aprovecha para profundizar (no hace caso a la objeción nacional de enfrentamiento) y le dice que no conoce el regalo de Dios para ella ni quién es Él. Si conociera eso sería ella la que pediría el agua y le sería dada. La samaritana sigue pensando en el agua natural y le dice a Jesús que esa agua viva no puede sacarla porque el pozo es hondo y no tiene herramientas. Al final, sin entender aún, le dice a Jesús que le dé esa agua viva para que no tenga más sed y no la  tenga que sacar más del pozo.

Jesús ahonda más después de explicarle cómo saciar su sed. Si bien todos hemos de calmar esa sed no es menos cierto que hay algo que impide que Jesús pueda calmarla. Ese algo es el pecado. Jesús hace ver a la samaritana que su moralidad tiene fallas pues tuvo cinco maridos y ahora vive con un hombre que no es su marido. En este momento la samaritana va un peldaño más y comienza a ver algo especial en Jesús “me parece que eres un profeta”, le dice. Jesús sigue profundizando y le muestra cómo debe ser un creyente: “Los creyentes son aquellos que adoran  a Dios de forma espiritual y física (en verdad), es decir, aquellos que son congruentes y llevan su vida espiritual y material al mismo nivel. Para Dios importa todo, tanto lo espiritual como lo físico.

Llegados a este punto Jesús se revela como el Mesías que ella espera y la samaritana cree ante las evidencias que Él le ha mostrado. Jesús quiere tener un encuentro contigo para charlar amistosamente y mostrarte Su corazón y el tuyo. Él desea comunicarte la vida que tiene preparada para ti y el pecado que está impidiendo que la disfrutes. Te pido, querido lector, que revises esta semana este encuentro en el libro de Juan capítulo 4. Ahí está la historia completa. Jesús se mostró a la samaritana como el Mesías y esto significaba, entre otras cosas, que le esperaba la cruz para que esa agua viva fluyese para ti. Jesús pagó el precio de tus pecados y los míos zanjando la deuda por ellos al Padre. Ahora sólo debes creer con fe arrepintiéndote de tus pecados para ser eternamente salvo.

Un encuentro que lo cambia todo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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