En un mundo de ensueño, donde todos son iguales y libres,
hay dos factores determinantes sin los cuales ese mundo idílico es pura fantasía:
justicia y pecado. Claro está, y el que no lo vea tan claro que se vaya
aclarando, que los ideales políticos, humanistas, científicos o éticos sólo nos
están llevando a vivir en una distopía cada vez más evidente. Y es que un mundo
que desea justicia debe rechazar el pecado. Justicia es solucionar un conflicto
entre dos partes y que éstas queden plenamente satisfechas y en paz. Pecado es el
egoísmo impidiendo que la justicia se imparta a espuertas. En un mundo donde la
pérdida de cualquier cosa es denigrante y la ganancia a toda costa honrosa, el
pecado congela a la justicia. Se nos olvida que para ganar, muchas veces es
necesario perder.
La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es la deshonra de cualquier pueblo. (Proverbios 14:34)
El proverbio citado contrasta dos conceptos que se auto
excluyen: justicia y pecado. Estos actos no pueden ir de la mano jamás. Si hay
justicia, no hay pecado. Si hay pecado, no hay justicia. Además, la justicia
tiene el efecto beneficioso de engrandecer y el pecado el efecto pernicioso de
deshonrar. Si ves a una nación nadar en los mares de la injusticia estás
observando el pecado de esa nación en decadencia y, por el contrario, si ves
como la justicia es impartida con equidad esa nación es próspera. ¿Qué ves al
mirar a tu nación? ¿Justicia o pecado? Sé honesto. Yo veo pecado, no justicia.
Ahora bien, no puedes cambiar a una nación si primero no te
cambias a ti mismo. Si actúas injustamente estás pecando. Si prefieres ganar siempre
a perder para ganar no eres justo sino pecador. En vez de engrandecerte te
estás deshonrando por la sencilla razón de actuar egoístamente del mismo modo
que lo hace una sociedad cargada de pecado por actuar injustamente. Te aconsejo
que comiences a imitar a Jesús. Jesús es el ejemplo supremo de justicia sin un
solo atisbo de pecado. Jesús es el ejemplo supremo de perder para ganar. Jesucristo
fue Justo pagando las costas de nuestros pecados ante Dios en una cruz porque
nosotros somos pecadores y Él, no. Jesús puso en práctica el perder para ganar
dejando Su gloria, limitándose a un cuerpo humano, siendo maldecido por sus
contemporáneos y asesinado como un malhechor. Pero a los injustos o pecadores les
salió el tiro por la culata. Él pagó con Su vida para salvarnos y perdió Su
gloria para ganarnos. Por lo tanto, arrepiéntete de tus muchos pecados, cree en
Jesucristo como tu Señor y Salvador y serás engrandecido con el apelativo de
justo por los méritos de Jesucristo. De lo contrario tus pecados te alcanzarán, recibiendo la retribución merecida: el infierno.
Perder para ganar.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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