En algún lugar del templo de Delfos, dedicado al dios Apolo, estaba escrito el siguiente oráculo: Conócete a ti mismo. La frase era una advertencia cuyo objetivo era que el hombre reconociera los límites de su naturaleza y, por lo tanto, no debía desear lo que pertenece a los dioses. Jesús, por el contrario, vino a decirnos que, si bien la naturaleza humana es limitada por causa del pecado, no es una limitación para conocer a Dios. La naturaleza, la historia y la Biblia hablan de Él. De hecho, Jesús vino a una humanidad caída para darse a conocer.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. (Juan 10:14-15)
Por consiguiente, el mayor conocimiento que se puede atesorar en esta vida y en la futura es conocer a Dios. ¡Conoce al Buen Pastor y te conocerás a ti mismo! Dicho por Jesús: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen (Jn. 10:27). Ese es el orden idóneo. Primero, oír la voz del Pastor y segundo, seguirle. Oírle es obedecer y seguirle es caminar por la misma senda, detrás del Buen Pastor. Si le obedeces siguiéndole realmente lo has conocido.
A efectos prácticos, ¿cómo demuestra Jesús que es el Buen Pastor? En Su disposición a sacrificarse por las ovejas. Frente a los asalariados, los ladrones y los delincuentes que se aprovechan de la indefensión de las ovejas, Jesús las defiende hasta la muerte morir en una cruz por ellas. Jesús no da Su vida en sacrificio por las ovejas porque recibe un sueldo, como los asalariados. Jesús no da Su vida en sacrificio por las ovejas porque quiere robarlas, como los ladrones. Jesús no da Su vida en sacrificio por las ovejas para dañarlas, como los salteadores. Jesús da Su vida por las ovejas por tres cuestiones fundamentales: Por darles vida en abundancia, porque Su Padre le ama y por voluntad propia.
Querido lector: Nadie va a dar nada por ti. O por lo menos, nadie va a dar por ti lo que Jesús dio, Su vida. Lo hizo para darte la oportunidad de conocerlo profundamente y salvarte. Cree en Él, arrepiéntete de tus pecados ante Dios y deja que Él te pastoree como el Buen Pastor que es.
¿Lo
conoces?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!