El 4 de abril de 2020 escribí una entrada titulada Dios es Bueno y Misericordioso inspirada en los primeros treinta y un versículos del salmo 107. Para aquel entonces pensé hacer otra entrada con los versículos restantes. Dios es bondadoso y misericordioso con Sus redimidos, con los rebeldes, con los insensatos y con los entendidos fue el punto. La segunda parte del salmo pone de manifiesto la soberanía de Dios. Su bondad y misericordia para con los hombres no le resta ni un ápice a su señorío sobre la creación y sobre los que la habitan, sean hombres, animales o plantas.
Véanlo los rectos, y alégrense, Y todos los malos cierren su boca. (Sal. 107:42)
Dios es soberano sobre la naturaleza haciendo que ésta se seque y se haga estéril debido a la maldad de sus habitantes. Pero aun así Dios sostiene a los hambrientos fructificándolos por medio de bendecir sus ciudades, sus siembras y sus ganados. Nuevamente el pobre es despreciado y vencido por la tiranía de los poderosos, los males que sufren y las angustias por las que pasan. Además, la soberanía de Dios hace que los príncipes de este mundo sean menospreciados, anden perdidos, vagabundeando y sin saber dónde ir. Pero aun así Dios levanta de la miseria al pobre y hace que las familias se multipliquen exponencialmente.
La realidad que experimentamos hoy no dista mucho de la que describe el salmista. Los tiranos del presente siguen extorsionando a los ciudadanos hasta no poder más. Pero aun así Dios sigue bendiciendo a Sus hijos, aquellos que han puesto su fe en Jesucristo y le siguen. Para Sus seguidores Jesucristo es su Luz en un mundo que anda en tinieblas. Una de las marcas de andar en tinieblas es el trato al pobre del propio país y, por desgracia, tenemos millares de ejemplos en ese sentido hoy día. Jesús, en medio de la maldad de los hombres, quiere seguir bendiciéndonos. Por eso se acercó a nosotros, sufrió el martirio en una cruz por nuestros pecados y resucitó al tercer día. Solo Cristo puede iluminar tu vida. Cree en Él, arrepiéntete de tus pecados y síguele.
Malos, ¡a callar!
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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