Cuando el agua llega al cuello surgen las preguntas más profundas que en la bonanza ni siquiera se intuyen. Según Salomón Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón (Eclesiastés: 7:2). Pero hoy todos prefieren la “fiestuqui” y olvidar que el día menos pensado visitaremos la casa del luto como actores secundarios o como protagonistas. Se vive como si no hubiese un mañana. Sin embargo, ese mañana existe y es un lugar donde ya no habrá la posibilidad de preguntarse nada porque la respuesta será “perdí el tiempo de mi vida”.
¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie. (Job 14:4)
Job, ante el aparente sin sentido de su sufrimiento ante la muerte de sus hijos, las pérdidas económicas, la enfermedad, unos amigos sabiondos y una esposa que le carcomía lo poco que quedaba sano de él, formula una serie de preguntas que de otra forma no hubiesen surgido de su mente. Una de esas preguntas es ¿quién hará limpio a lo inmundo? Hoy se intenta maquillar todo para que reluzca. La basura más putrefacta se nos presenta en los distintos medios como limpia, ecológica, inclusiva, feminista y resiliente. ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20). Podrás creer que se puede cambiar la naturaleza de las cosas, pero creer eso no cambia las cosas. Lo inmundo no se puede limpiar. La respuesta que haya Job no da pie a la duda: NADIE. Nadie puede limpiar lo inmundo. Job quedó sin esperanza por su propia respuesta.
Tú y yo somos impuros por nuestros pecados. Los arrastramos de forma vergonzosa cada vez que algo, alguien o nosotros mismos los recordamos. Muchos viven acomplejados, avergonzados, traumatizados por sus inmundicias. En el fondo saben que nadie les puede curar. No hay esperanza. Si Job hubiese conocido a Jesús la contestación a su pregunta hubiera sido ALGUIEN. Jesucristo vuelve limpio lo inmundo porque se hizo inmundo en una cruz llevando nuestros inmundos pecados. Ya eres limpio de ellos, ya no eres inmundo. Solo pon tu fe en Jesús, reconciliándote con Dios arrepintiéndote de tus pecados y comienza a vivir la limpieza que la sangre de Cristo ha producido en ti.
Jesús te limpia.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!