La idolatría bíblica es anteponer cualquier cosa a Dios con la confianza de obtener una respuesta que satisfaga los deseos egoístas que tienen los idólatras. Dios mismo reta a esos falsos diosecillos a que demuestren su poder por medio de revelarnos el porvenir e instruirnos sobre nuestros orígenes. Si tienen la facultad de descorrernos el velo de los misterios del pasado y del futuro, demostrarían que son dioses de verdad. También podrían mostrarnos sus obras, fuesen buenas o malas, y por lo menos nos asombraríamos de ellos dándoles crédito. Por desgracia, las personas tienden a resguardarse en la idolatría, aunque vean lo absurdo de su proceder.
He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió. (Isaías 41:24)
Dios sentencia a los ídolos y a los idólatras. Todo lo que la humanidad prefiere a Dios, es nada. No tiene ningún valor en sí mismo. Todo lo que espera la humanidad que obre a su favor fuera de Dios, es vano. Los ídolos están vacíos en sí mismos, igual que sus inexistentes obras. Es más, es obra del propio Satanás el bien o el mal que acontece a los idólatras. Ellos, sin saberlo, adoran a Satanás cuando algo que les conviene sucede y maldicen a Dios cuando sus deseos egoístas no son atendidos. Por esa razón, Dios mismo acaba dando el rango de abominación a los idólatras, los que han escogido conscientemente no buscar a Dios y ampararse en sus propios escondederos idolátricos.
Es admirable que un Dios que ha sido relegado en muchas ocasiones de la historia siga siendo misericordioso con Sus criaturas. No es que nosotros merezcamos ni una pizca de Su amor, sino que Él es fiel a Sus promesas y ha decidido darnos luz para que salgamos de las tinieblas de la idolatría. Esa Luz fue Jesucristo. Él vino para que le siguiéramos. Jesucristo no es un ídolo muerto, sino Dios mismo, por lo tanto, Él si es digno merecedor de nuestra adoración más profunda. Cumplió con la voluntad de Su Padre y pagó en una cruz por nuestros pecados de toda índole, como la idolatría de poner en lugar de Dios cualquier otra imagen, pensamiento o actitud. Te toca a ti salir de la idolatría, arrepentirte de todos tus pecados ante Dios y tener fe (confianza) en Jesucristo porque Él sí conoce el pasado, el presente y el futuro. Él es Dios para adorarlo y no un muñequito de los que idolatras.
Ellos son nada. Adora a Jesucristo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!