sábado, 28 de agosto de 2021

Sois Nada

La idolatría bíblica es anteponer cualquier cosa a Dios con la confianza de obtener una respuesta que satisfaga los deseos egoístas que tienen los idólatras. Dios mismo reta a esos falsos diosecillos a que demuestren su poder por medio de revelarnos el porvenir e instruirnos sobre nuestros orígenes. Si tienen la facultad de descorrernos el velo de los misterios del pasado y del futuro, demostrarían que son dioses de verdad. También podrían mostrarnos sus obras, fuesen buenas o malas, y por lo menos nos asombraríamos de ellos dándoles crédito. Por desgracia, las personas tienden a resguardarse en la idolatría, aunque vean lo absurdo de su proceder.

He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió. (Isaías 41:24)

Dios sentencia a los ídolos y a los idólatras. Todo lo que la humanidad prefiere a Dios, es nada. No tiene ningún valor en sí mismo. Todo lo que espera la humanidad que obre a su favor fuera de Dios, es vano. Los ídolos están vacíos en sí mismos, igual que sus inexistentes obras. Es más, es obra del propio Satanás el bien o el mal que acontece a los idólatras. Ellos, sin saberlo, adoran a Satanás cuando algo que les conviene sucede y maldicen a Dios cuando sus deseos egoístas no son atendidos. Por esa razón, Dios mismo acaba dando el rango de abominación a los idólatras, los que han escogido conscientemente no buscar a Dios y ampararse en sus propios escondederos idolátricos.


Es admirable que un Dios que ha sido relegado en muchas ocasiones de la historia siga siendo misericordioso con Sus criaturas. No es que nosotros merezcamos ni una pizca de Su amor, sino que Él es fiel a Sus promesas y ha decidido darnos luz para que salgamos de las tinieblas de la idolatría. Esa Luz fue Jesucristo. Él vino para que le siguiéramos. Jesucristo no es un ídolo muerto, sino Dios mismo, por lo tanto, Él si es digno merecedor de nuestra adoración más profunda. Cumplió con la voluntad de Su Padre y pagó en una cruz por nuestros pecados de toda índole, como la idolatría de poner en lugar de Dios cualquier otra imagen, pensamiento o actitud. Te toca a ti salir de la idolatría, arrepentirte de todos tus pecados ante Dios y tener fe (confianza) en Jesucristo porque Él sí conoce el pasado, el presente y el futuro. Él es Dios para adorarlo y no un muñequito de los que idolatras.

Ellos son nada. Adora a Jesucristo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 21 de agosto de 2021

Los Incrédulos Piden Señales

Momentos antes Jesús les había enseñado que el único pecado que no se puede perdonar es la incredulidad. Esa es la conocida blasfemia contra el Espíritu Santo entre los cristianos. El Espíritu Santo tiene como una de Sus labores convencer a las personas de sus pecados y del juicio que pende sobre ellas si no se arrepienten a tiempo. Todos los que escuchaban a Jesús entendían perfectamente lo que les hablaba y conocían las terribles consecuencias personales de su incredulidad. No creer en Jesucristo tal como el Espíritu Santo les conducía a hacerlo, les acarrearía la nada deseada vida en el infierno por la eternidad.

Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. (Mateo 12:38)

Tanto los escribas como los fariseos fueron como un chino en las sandalias de Jesús todo el tiempo de Su vida entre ellos. Sin lugar a dudas ellos fueron los más incrédulos, junto a los sacerdotes, en cuanto a la Persona y Obra de Jesús. Estas tres clases sociales más privilegiadas no creyeron que Jesucristo fuese, ni de lejos, el Mesías prometido por los profetas del Antiguo Testamento. Tergiversaron tanto las profecías que solo ansiaban un Mesías militar que les liberase de las hordas del imperio romano que los esclavizaban. Jesús les dice que la única señal que van a obtener de Él es la misma que vieron en Jonás (Mateo 12:39).

Al igual que Jonás estuvo tres días y tres noches en la barriga de un gran pez, asimismo Jesús pasaría tres días y tres noches en la tumba (Mateo 12:40). Jesús cumplió esta señal, pero los que la demandaban siguieron aferrados a la incredulidad. Ante tal sin razón de la mente humana Dios se aleja de Sus criaturas y las deja libres para que hagan con sus vidas lo que quieran. Los incrédulos se cavan su tumba porque han decidido conscientemente no creer. Jesús murió en una cruz y resucitó de la muerte para salvar a todos aquellos que crean que solo Él puede perdonar sus pecados y reconciliarlos con Dios. Si sigues siendo incrédulo ante las señales de Jesús te quitas toda opción de salvarte de la muerte eterna en el infierno por decisión propia. Arrepiéntete de tus pecados y cree en Jesús. Todavía estás a tiempo.

La incredulidad te mata.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 14 de agosto de 2021

Quiero Sin Esforzarme

Estos días veraniegos recuerdo, por diferentes motivos, mis días de campamentos de verano siendo un adolescente. Una canción se cantó mucho durante varios de estos campamentos, hasta el punto que también no nos cansábamos de tocarla en la iglesia. Parte de la letra era así:

Todos quieren llegar al cielo

Pero nadie quiere morir

Quieres ser sabio sin estudiar

Quieres ser rico sin trabajar

Seguir a Jesús sin ir a la cruz

Todos queremos todas las buenas cosas que Jesús nos ofrece, pero no todos asumen el precio de recibir lo que Dios, por medio de Jesucristo te quiere regalar. Todos quieren alcanzar el cielo porque en el fondo saben que la vida no acaba aquí. Todos desean ser sabios para ser reconocidos y admirados. Todos anhelan las riquezas para poder hacer lo que les plazca. Todos pretenden seguir a Jesús porque lo ven como alguien digno de imitar.

Señor, dame esa agua. para que no tenga yo sed, ni venga aquí para sacarla. (Juan 4:15)

Lo mismo ocurrió con la mujer samaritana que tuvo un encuentro con Jesús extraordinario. Ella estaba dispuesta a recibir lo que Jesús le daba para liberarse de la sed física y del esfuerzo de tener que conseguir día a día el agua para saciar su sed. Lo que no entendía era que ella debía realmente captar lo que Jesús le hablaba. Jesús le dijo que para llegar al cielo hay que morir. Al igual que se debe estudiar para ser sabio o trabajar para ser rico, para seguir a Jesús hay que pasarse por Su cruz.

Sí. Para seguir a Jesús hay que observar la obra que hizo en la cruz en favor tuya y mía. Esto es todo un esfuerzo intelectual y moral. Es un esfuerzo intelectual porque hay que indagar profundamente hasta llegar a la certeza de la realidad del sufrimiento en nuestro lugar de Jesús. Es un esfuerzo moral porque hay que llegar al convencimiento de que Jesús dio Su vida en la cruz por tus pecados y los míos. De ese doble esfuerzo, intelectual y moral, hay que concluir en una de las dos decisiones siguientes: seguir a Jesús o rechazar a Jesús. Si recibes a Jesús con arrepentimiento de tus pecados y fe en Su muerte y resurrección, serás salvo. Por el contrario, si rechazas el sacrificio de Jesús en la cruz a favor tuyo, seguirás condenado al infierno. Te auto condenarás por querer ir al cielo, pero en tus propios términos y no en los de Jesucristo.

Jesús hizo el mayor esfuerzo.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 7 de agosto de 2021

¿Qué Medalla Elijo?

Estos juegos olímpicos de Japón ya han dado algunas medallas a nuestros deportistas. Eso es todo un honor para cualquier país que compite. Tener a sus atletas en el podio es la meta que todos anhelan alcanzar. El gran esfuerzo que cada olímpico hace para estar preparado se ve altamente recompensado cuando ocupa uno de los tres puestos en el podio. Ahora bien, todos los competidores en cada una de las disciplinas olímpicas no ven otra meta que ganar el oro. Quedarse por debajo es un logro, no cabe duda, pero los que alcanzan el sumun de satisfacción son aquellos que escalan lo más alto del podio olímpico. Si tienen que elegir, todos elegirían el oro.

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. (1 Corintios 9:24-25)

El apóstol Pablo nos habla de las olimpiadas. En pocas palabras nos hace ver que los que compiten lo hacen por quedar los primeros. Uno solo es el que se lleva "el gato al agua". Uno solo es el que alcanza la gloria y besa el oro tan deseado. Por lo tanto, hay que competir de tal forma que se gane en la competición a los demás participantes. ¿Cómo se compite para alcanzar la medalla de oro? Pablo nos vuelve a maravillar con su destreza para resumir lo que quiere enseñar. Si se va a obtener el oro hay que luchar acorde a la recompensa. ¡Hay que abstenerse de todo! De todo aquello que imposibilita llegar a la meta de ser galardonados con el oro.

Es aquí donde Pablo da un giro y nos plantea un problema crucial. Es bueno esforzarse por el oro, pero una vez alcanzado con el tiempo se echa a perder y hasta cae en el olvido. El trofeo se corrompe como todo lo que el ser humano hace. Mientras que los olímpicos se esfuerzan por algo que se corrompe con el tiempo, los cristianos luchan y se esfuerzan por una medalla incorruptible. Querido lector, ¿qué medalla eliges? Todos tus logros, por muy lícitos y reconocidos que sean, no te acompañarán al cielo. Lo más seguro es que te lleven en sentido contrario, al infierno.

Una disciplina olímpica es el tiro al arco. Al igual que el arquero cuando no da en la diana queda descalificado en la competición, tú y yo hemos sido descalificados de la competición por alcanzar el cielo. La palabra pecado significa no dar en el blanco. No damos en el blanco cada vez que hacemos cosas que a Dios no le agradan. Eso nos descalifica para entrar en el cielo. Jesucristo vino a vivir entre nosotros por culpa de nuestros pecados contra Dios. Gracias a Su muerte en la cruz y Su resurrección de la tumba podemos estar nuevamente calificados para ganar una medalla que no se corrompe con el tiempo y deja de ser recordada. Para comenzar la competición y recibir al final tu medalla tienes que arrepentirte de tus pecados delante de Dios y seguir a Jesús hasta que llegues a la meta: el cielo. Allí recibirás tu medalla incorruptible. La pregunta que debes contestarte es sencilla: ¿Qué medalla elijo? Si elijes la corruptible no alcanzarás el cielo. Si escoges la incorruptible alcanzarás la gloria que ningún ser humano ha imaginado.

Elije la olimpiada correcta.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!