En uno de los paseos de esta semana hacia el trabajo vi una
pintada en la acera que venía a decir, más o menos: “Valora los valores”. Ese
era el sentir aunque no recuerdo la frase exacta. Dejando pasar que el que
escribió dicha frase se saltó el valor de “no hagas en la calle lo que no
harías en tu casa”, la frase que escribió en el suelo tiene su enjundia. En una
época en la que parece ser que cada cual tiene sus valores propios este pensamiento
a pie de calle llama la atención.
“La maldad mueve el mundo”, me dijo ayer un conocido. Su experiencia
profesional le ha llevado a esta creencia personal. En una sociedad donde no se
valoran los valores tradicionales como familia, respeto a la vida, Cristianismo,
etc., no es extraño que la maldad mueva el mundo. Me sorprendió su respuesta y
aunque no se considera cristiano ha llegado a la misma conclusión que la Biblia
expone: la maldad mueve al mundo. La siguiente lista engloba de forma perfecta
las formas en que la maldad se manifiesta en ti y en tu vecino:
Por pensar que era una tontería reconocer a Dios, él los abandonó a sus tontos razonamientos y dejó que hicieran cosas que jamás deberían hacerse. Se llenaron de toda clase de perversiones, pecados, avaricia, odio, envidia, homicidios, peleas, engaños, conductas maliciosas y chismes. Son traidores, insolentes, arrogantes, fanfarrones y gente que odia a Dios. Inventan nuevas formas de pecar y desobedecen a sus padres. No quieren entrar en razón, no cumplen lo que prometen, son crueles y no tienen compasión. Saben bien que la justicia de Dios exige que los que hacen esas cosas merecen morir; pero ellos igual las hacen. Peor aún, incitan a otros a que también las hagan. (Romanos 1:28-32)
Es increíble que Dios se interesase por un mundo movido por la
maldad. La maldad surgió primariamente del deseo de ser como Dios y arrebatarle
el puesto. Por eso cayeron Satanás, Adán, Eva, tú y yo. Cada decisión y acción
que tomas sin tener en cuenta a Dios es una demostración de tu maldad… de mí
maldad. Las decisiones que tomas alejado de Dios dan como fruto final el pecado
que está tan vívidamente descrito en el texto bíblico anterior. Dale un repaso
honesto y te verás reflejado. A Dios gracias por Su interés en nosotros aunque
nosotros no tuviésemos interés en Él. Al enviarnos a Jesucristo abrió las
puertas para que aquellos que reconocen su maldad (no la del vecino) puedan
reconciliarse con Dios, con ellos mismos y con el vecino. Jesús murió en una
cruz para que la ira de Dios contra los malvados fuese satisfecha. Aprovecha,
querido lector, porque la oportunidad algún día dejará de existir y las puertas
del cielo se te cerrarán.
¿Qué mueve tu mundo?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!