sábado, 26 de marzo de 2016

Siete Verdades

¿Qué les sucede a los que mueren sin Cristo? Esa pregunta tiene dos formas de contestarse. Una manera de contestarla es por medio del pensamiento universalista que nos enseña que todas las religiones son iguales, es decir, todos los caminos llevan a Roma. La Biblia nos muestra un paisaje muy distinto donde se restringen las posibilidades que da el pensamiento universalista a uno solo: Jesucristo.

Repasemos estas siete verdades reflejadas en el libro de Romanos, uno de los escritos del apóstol Pablo.

Primera verdad: Toda la gente tiene conocimiento de Dios

Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:19-20)

Segunda verdad: Toda la gente rechaza a Dios

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. (Romanos 1:21)

Tercera verdad: Toda la gente es culpable delante de Dios

Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:10-12)

Cuarta verdad: Toda la gente está condenada por rechazar a Dios

Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. La justicia es por medio de la fe. (Romanos 3:20)

Quinta verdad: Dios ha provisto un medio de salvación para los perdidos

Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:21-23)

Sexta verdad: La gente no puede llegar a Dios por otro medio que no sea la fe en Cristo

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10:9-10)

Séptima verdad: Cristo le ordena a la Iglesia que les dé a conocer el evangelio a todos los pueblos[1]

Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Romanos 10:13-15)

Morir sin Cristo es morir.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!



[1] David Platt, Radical, Unilit. Capítulo 7.

sábado, 19 de marzo de 2016

Semana Santa Lluviosa

Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla, los que se glorían en los ídolos. Póstrense a Él todos los dioses. (Salmos 97:7)

Acabo de ver en televisión la frustración de los dirigentes de una cofradía por no poder exhibir sus tronos debido a la lluvia. Sus obras artísticas son demasiado sensibles ante la erosión que el agua les provocaría con las consecuencias económicas que ello depararía. Comentaba uno de ellos que la cofradía decidía arriesgarse o no. Habían optado por el no. Aquello era un desfile de trajes militares y civiles muy diferente a los sucesos que han inspirado lo que en el pasado y hoy, esta España, entiende como Semana Santa. “En Trento nos equivocamos de Dios”, declaró Pérez-Reverte.

¿Cuántas veces he tenido que explicar que la Biblia está en contra de la idolatría? Jesús no vino para ser recordado en ninguna talla, óleo o grabado. Él no pretendía que lo idolatrasen. Él vino para que lo adorásemos. Cualquier obra humana que tenga por objetivo la idolatría es abominación, sí abominación, a Dios… y a los cristianos que de verdad lo son. John Lennon dijo en cierta ocasión que los Beatles eran más famosos que Jesucristo. Pienso que razón no le faltaba porque eran idolatrados hasta puntos insospechados. Multitudes les seguían como los ídolos que ellos mismos, en su egocentrismo artístico, querían ser.

El caso es que ofrecen a una sociedad cada vez más carente de valores cristianos una imagen de Jesús anémica, incompleta o falsa. Jesús anduvo entre nosotros con el fin de que lo viéramos cercano, amoroso y sacrificado. Jesús fue cercano tocando a la gente, albergando a los niños en Sus brazos y sanando a los enfermos. Jesús fue amoroso protegiendo al débil, a la adúltera María y guiando a sus discípulos. Jesús fue sacrificado dejando el Cielo para aterrizar en la tierra, limitando Su poder y dejándose asesinar por cada uno de nosotros en una cruz para pagar el precio por nuestros delitos y pecados ante Su Padre.

La idolatría, veneración a los ídolos, es confusión para el alma. La adoración, veneración a Dios, es vida para el alma. Querido lector, no vayas tras los ídolos muertos, sean estas obras de arte o personas de carne y hueso. Ellos no te pueden ofrecer nada, pues son nada. Adora directamente a Dios por medio de la obra de Jesús en la cruz en favor a ti. Reflexiona un momento en ello esta Semana Santa y te encontrarás con el Jesús vivo que anduvo en la mar, y no con el que se empeñan en mantener muerto en un madero, como reflejó Antonio Machado en su poesía.

Adora a Jesús.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 12 de marzo de 2016

Necesidad de Perdonar

Perdonar a nuestro ofensor es un acto de sanidad mental y espiritual. Perdonar no es un sentimiento, es una decisión consciente. Yo decido perdonar, aunque olvidar me sea imposible, porque hay que cerrar página y seguir con la vida. Perdonar es tocar lo divino, ya que Dios siempre pone la mano tendida ofreciendo perdón.

Perdonar no es fácil. Lo fácil es desear vengarse de aquel o aquellos que nos han hecho mal. Lo evidente del caso es que vivimos como si a nosotros no tuvieran que perdonarnos los demás. Cuando hablo con personas que se han visto maltratadas y no pueden perdonar puedo constatar que no se dan cuenta, tras el velo de dolor, que ellos, en algún momento de sus vidas han agraviado a alguien, y lo que es peor, tampoco han pedido perdón por ello. Todos hemos caído en ese error.

No hablo de que perdones y tu relación sea restaurada porque muchas veces el agresor está completamente insensibilizado y lejos de reconocer su falta. Aún más, la persona que te dañó profundamente puede haber muerto, sin buscar reconciliación… Hablo, querido lector, de perdonar a pesar de los pesares para ser feliz y descargar en Dios nuestros sentimientos de venganza y frustraciones. Él sabe qué hacer en cada situación.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (Mateo 6:12)

Dios no perdona a aquellos que no perdonan a sus semejantes. Si no perdono albergo sentimientos de odio, quizá no extremos, pero odio al fin y al cabo. Dios es amor y no permite que los que se relacionen con Él estén infectados por tales sentimientos. Nosotros acabamos mirando a Dios y echándole la culpa a Él de todos nuestros males: Dios, si Tú eres tan amoroso por qué has permitido… rellena con tu queja…

Padres que han violado a sus hijas, maridos que han maltratado a sus esposas, padres y madres que no han amado a sus hijos, amigos que han abusado de la amistad, injusticias sociales, ricos gracias a la ruina de otros, matrimonios rotos por el adulterio, el asesino de un familiar anda suelto, el violador de tu hija vive feliz… yo sé que podemos imaginar más situaciones horripilantes. Al final quedas tú frustrado, amargado y sin aparente salida.

No se trata de resignación, se trata de perdón. La resignación es una puerta cerrada a más frustración y el perdón es una puerta abierta a la libertad. Jesucristo quiere darte fuerza para perdonar, porque el perdón que libera es la Verdad mayúscula que en Él hay. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (Juan 8:36). ¿Libres de qué? Del pecado que no nos deja ver más allá de nuestros conflictos siendo un muro inexpugnable que únicamente se derriba por la Gracia de Dios, cuando nos rendimos y obedecemos Sus parámetros de vida.

Perdonar es liberación ¡Sí! Pero aún hay un paso mayor: pedir perdón al que has ofendido. Repasa en tu mente aquellos a quien le has de pedir perdón y haz lo necesario para que vean que lo haces de corazón, seriamente. Haz lo mismo con Dios: pídele perdón por haber pasado de Él durante este tramo de tu vida y demuéstraselo amándolo sobre todas las cosas. Jesucristo te amó por encima de todo lo creado y murió en una cruz para pagar tus pecados contra el Padre. Él ya lo hizo y ahora a ti te toca pedirle perdón. De lo contrario no irás al Cielo, ya que sin perdón no hay amistad posible.

Decide perdonar como Dios te ha perdonado.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 5 de marzo de 2016

A los que se Creen Justos

¡Qué mala son las comparaciones! Unas llevan a la inferioridad, es decir, verse inferior a los que nos rodean. ¡Qué malo es este tipo de comparación! Otras comparaciones llevan a la superioridad, o lo que es lo mismo, a verse superior a los que nos rodean. ¡Qué malo es este tipo de comparación! Si te ves inferior vives en una farsa y si te ves superior, ni te cuento. ¡Nadie es más que nadie…ni menos! Todos somos iguales a los ojos de Dios. Hoy va por aquellos que se sienten superiores, menospreciando a sus iguales que podemos ser tú y yo. De todas formas, si te sientes superior lee lo siguiente.

A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. (Lucas 18:9-14)

El problema no es ser justo, el problema es menospreciar al otro por tal condición de justicia. En el mismo momento que menoscabamos al prójimo dejamos de ser justos pues todos estamos fabricados con el mismo material. El fariseo y el publicano de la historia de Jesús fueron a encontrarse con Dios en el mismo lugar, el Templo, y comenzaron a hablar con Dios, orar. Hasta aquí todo correcto, lícito y ejemplar. ¿Cuántos hacen lo correcto en lo que se refiere a formas y rituales? Los religiosos, los que viven apegados a las normas de la religión del hombre, viven de dicha forma. Pero no llegan más allá.

La oración del fariseo podría resumirse de esta forma: “Dios, no te necesito porque me basto solo”. Vivimos entre personas que se conducen de esa manera, guardando los ritos pero viviendo de espaldas a Dios. La oración del publicano vendría a ser de esta forma: ¡Dios mío, te necesito! Cuando la necesidad aprieta no nos queda más remedio que reconocer que Él es Dios, nosotros nada y, por lo tanto, le necesitamos desesperadamente. Pocos hay como el publicano, muchos como el fariseo.

Sin embargo, Jesucristo vino a salvar al fariseo y al publicano. Él tendió su mano para que todos dejasen su religiosidad comenzando una relación nueva y fructífera con Dios. Ya no son necesarias las formas externas, nunca lo han sido, por lo menos en lo que se refiere a nuestra relación profunda con Jesús. Dios mira el corazón de cada uno de nosotros y lo pesa para conocer qué hay en él. Dios todo lo ve, escucha y entiende. ¡No puedes esconderte de Él!

Según el texto bíblico que has leído el que salió justificado fue el publicano dado que reconoció humildemente su situación frente a Dios y clamó con un corazón sincero la clemencia divina. Este ejemplo nos enseña que Dios está disponible en exclusiva para todos aquellos que derrotados por la vida, le buscan. Por el contrario, todos aquellos que se enaltecen a sí mismos viviendo en sus castillos construidos de orgullo, serán humillados. Dios les da la espalda.

Reconoce tu condición frente a Cristo.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!