La Historia de Adviento, que recordamos año tras año, es la mayor demostración de la cercanía de Dios con nosotros. De hecho, uno de Sus nombres es Emanuel, Dios con nosotros. Dios se hizo carne en Jesús demostrando que nada hay imposible para Él. Todo lo que Su voluntad decreta, es llevado a cabo. Un ejemplo de ello son Sus decretos en la creación. Cada mandato que dio se hizo realidad: “Sea la luz”; y fue la luz (Génesis 1:3). En Adviento decretó a María “Darás a luz un hijo”; y fue Jesús (Lucas 1:31).
Nada hay imposible para Dios. (Lucas 1:37)
Todo parecía ir en contra de María para cumplir la voluntad de Dios de dar a luz a un hijo. ¡No tenía relaciones sexuales con José, su prometido! Aún no estaban casados, solo comprometidos. (En el mundo de hoy, tan sexualizado, esto suena ridículo, pero hubo un tiempo en que las relaciones sexuales se dejaban para el matrimonio). Elisabet, familiar de María, había quedado embarazada seis meses atrás. Aunque era estéril y vieja, Dios obró el milagro y llegó a ser la madre de Juan el Bautista. “Si Dios obró el milagro en Elisabet, también puede hacerlo conmigo”, pensaría María después de escuchar la noticia sobre Elisabet que el ángel le dio.
Al oír la afirmación “nada hay imposible para Dios” de boca del ángel Gabriel, María se sometió a Dios como sierva, cumpliendo la voluntad que Dios determinó para ella. Querido lector, Adviento tiene un claro mensaje para ti: Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de María para que sepas que nada hay imposible para Dios. De hecho, lo que para ti y para mí era imposible Jesús lo hizo posible. En la cruz pagó la deuda por nuestros pecados al Padre. Lo más difícil Jesucristo lo hizo para que, al confiar en Él nos pudiésemos reconciliar con Dios. Haz lo fácil: arrepiéntete de tus pecados ante Dios y sigue a Jesús. Serás eternamente salvo desde estas navidades que nuevamente recordamos que Jesús se llegó a nosotros.
Dios puede todo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!