sábado, 31 de agosto de 2013

Yo, No I

En alguna ocasión he comentado en este blog que su propósito, su único propósito, es compartir mi fe sincera en el Dios que se me revela por medio de Su Creación y por medio de Su Palabra, la Biblia. Por esto es para mí de mucha alegría que alguien lea mis torpes y sencillas frases. Pero cuando no solo leen, sino que además comentan, miel sobre hojuelas. Mi alegría, queridos lectores, se desborda. Así que aprovecho y doy las gracias a todos aquellos que lo han hecho y, espero, Dios mediante, lo harán en el futuro.


Cada día observo que exponerse al mensaje del evangelio trae un nuevo entendimiento a la vida de cada persona. Cuando alguien comprende las implicaciones que el evangelio conlleva, ya no tiene excusas para decir que ignoraba lo que Dios había planeado para su vida. Otro asunto es si decide creer y arrepentirse en obediencia a las demandas de Dios o seguir creyendo en otras cuestiones que pueden ser importantes, pero no solucionan la entrada al Cielo.

«Es evidente que hay un Creador»

Tengo un amigo especial que ya ha comentado un par de entradas. La frase en negrita es parte de sus consideraciones. ¡Muchas gracias! Veo, una vez más, que eres una persona (permíteme la confianza de dirigirme directamente a ti) que tiene ciertos conocimientos bíblicos. Me encanta que alguien se defina de forma sincera decantándose por la idea de un Creador, en vez de recurrir a la religión de la evolución. Tú, amigo mío, eres un valiente porque en según qué sitios te tacharían de retrógrado. En esta ocasión me has planteado tres “YO, NO” a la entrada Sin Excusas de la semana pasada. Estos son:

1º ¿De verdad crees que el dios de la biblia es el Creador? YO, NO.

2º ¿De verdad crees en esta clase de dios? YO, NO.

3º Te adelanto que si la tal familia es tu iglesia YO NO QUIERO      PERTENECER A ELLA.



Esto tiene mucha tela que cortar y quiero responderte lo mejor que pueda y como sinceramente creo que te mereces. Por esta razón voy a “diseccionarte” (ya reconocemos esa expresión entre nosotros) poco a poco. Mínimo te contestaré en tres veces. Comienzo por la primera pregunta:





1º ¿De verdad crees que el dios de la biblia es el Creador? YO, NO.

«…y luego la creación se corrompe»

La Creación no se corrompió sino que la corrompimos los hombres y mujeres que Dios creó. Opinamos que es justo que nuestras autoridades procesen y castiguen a los malhechores pero cuando pensamos en Dios tenemos una idea de alguien bonachón y decrépito que nunca va a ejercer Su Justicia. La Creación se degradó por nuestro pecado y este fue el primer cataclismo. Dios solamente puso Su Ley a funcionar como cualquier juez justo. La humanidad llegó a tal corrupción que Dios volvió a aplicar la justicia por medio del Diluvio Universal. Querido amigo, Dios volverá a aplicar Su Justicia como el libro de Apocalipsis narra, ya no por agua, sino por fuego.


« ¿No era buena? Tal vez lo era hasta que dejó de serlo, y para remediarlo, manda el diluvio y se carga infinidad de animales inocentes. Pero salva a ocho…»

Que interesante que Dios eligiera a ocho personas para salvarse y a muchos animales. Noé estuvo unos ciento veinte años predicando sobre que se iba a producir un diluvio y el mundo perecería por causa de vivir como hoy vive nuestra sociedad al margen de la Ley de Dios, corrompida y corrompiendo a otros. La gente de su tiempo se reía de él, pues jamás había llovido sobre la Tierra. No tuvieron fe en las palabras de la profecía de Dios dadas a Noé y, por consiguiente, no se subieron al Arca.


Yo veo en esta historia esperanza. La Iglesia, que es el Cuerpo espiritual de Cristo en la Tierra, formado por todos los creyentes verdaderos de toda la historia, está representada en el Arca. Hoy día los cristianos advertimos que llegará un día en el que Dios hará justicia por medio de otro cataclismo universal. La Iglesia es el Arca que acoge a todos los que quieren entrar en ella y la Puerta es Cristo. En el Arca, Dios fue el que cerró la puerta, también Dios cerrará la entrada a la Iglesia y ya no habrá más esperanza para los que desoyeron el aviso de destrucción.

Luego el SEÑOR cerró la puerta del arca (Génesis 7:16)

Yo te pregunto, ¿de dónde te viene la idea de un Creador? Si el Dios de la Biblia no es el Creador, ¿Quién puede ser?


Deseo dedicarte uno de mis versículos favoritos de la Biblia. Fue escrito por el sabio Salomón. La verdad es que no fue tan sabio porque se inclinó su corazón hacia la maldad. Él reconoce su condición y escribe el libro de Proverbios que son consejos prácticos para la vida diaria de un padre a un hijo y que tiene como base proveerse de la sabiduría de Dios, que no es nada más y nada menos que respetar Sus Leyes. Otro libro que escribe es Cantar de los Cantares que habla de la relación sin tapujos entre un hombre y una mujer, felizmente casados. El texto que te dedico, para que lo medites, está en Eclesiastés, que significa el predicador. Otro libro de la misma autoría, Salomón. Este es mi gran deseo para tu vida, antes que la vida sin Dios te endurezca de tal forma, que ya ni siquiera busques preguntarme nada. Oro para que Dios te ilumine con Su sabiduría.

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno» (Eclesiastés 12:1)

En resumen, mi respuesta a la primera pregunta es:

Yo Sí creo que el Dios de la Biblia es el Creador.

¡QUE DIOS TE BENDIGA, QUERIDO AMIGO!

sábado, 24 de agosto de 2013

Sin Excusas

¡Cuando no te gusta algo te sobran las excusas! Esta frase nos muestra que ante ciertas evidencias podemos llegar a ser muy ingeniosos y armar toda una serie de argumentos en contra, con tal de no tener que rendir, no ayudar, o simplemente, no creer. Las creencias son tan dispares como a veces disparatadas. Al igual que de gustos vino un barco lleno y se fue vacío, las excusas vinieron en otro barco, y se fue igualmente vacío.

Los niños tienen, quizá, la mayor fama de poner excusas siempre. ¡Mamá no me gusta la comida que has hecho hoy! ¡No tengo tiempo de hacer los deberes! ¡Hoy no iré al cole. Me duele el dedo pequeño del pie derecho! ¡Se me olvidó sacar la basura! Y otras excusas que los padres experimentados oyen día tras día de la boca de sus hijos, actores de primera fila en eso de excusarse.



El problema es cuando la evidencia es tan grande que las excusas son, a todas luces, un simple escapismo. Nos escapamos de tener que contestar abiertamente alguna cuestión. Nos escapamos por no reconocer que desconocemos un tema en concreto. Los hombres casados somos unos expertos en poner excusas de por qué no hemos tirado aún la basura, después de tres días de ruegos y peticiones por parte de nuestras desesperadas esposas.

Excusas, excusas, y más excusas…

Porque las cosas invisibles de Él (Dios), su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:20)

Hay tanta evidencia dejada por Dios de Sí mismo en la naturaleza que hasta el más grande ateo, no tiene argumentos sólidos y fiables para excusarse, como consecuencia de lo que sus ojos y sentidos perciben. Así que este texto bíblico nos está mostrando que la razón hace que entendamos al Dios Creador del Universo.
Cada elemento que hay sobre mi escritorio me habla de que hubo alguien que lo inventó o reprodujo. Si sigo mirando hacia otros lugares de mi cueva (oficina casera) sigo reconociendo objetos que han sido elaborados e ideados por otras personas. Un libro, una impresora, un CD, diferentes lápices y bolígrafos… A mi izquierda tengo dos notitas escritas por mi amada esposa con frases románticas, una con forma de corazón y otra con forma de hoja que han sido recortadas por ella con todo su esmero para mí.


El pensamiento natural de todos nosotros, lo primero que pensamos cuando vemos algo que tiene orden y utilidad, es que ha sido inventado por alguien. Lo mismo pasa con la naturaleza, la percibimos y en lo íntimo sabemos que hubo Alguien que “inventó” lo que ven nuestros ojos, tocan nuestras manos, huele nuestro olfato…


Somos seres morales. No estamos compuestos solamente por reacciones químicas, somos algo más. Tenemos sentimientos, aspiraciones, sentido del bien y del mal, tenemos capacidad de elección. ¿De dónde nos viene este aspecto sustancial de cada vida humana? Si otorgamos hasta el más ínfimo invento a un inventor, ¿por qué nos empeñamos en no reconocer al que nos inventó? Si no vemos ni un atisbo de azar en un lápiz, ¿por qué vemos azar en nosotros si somos infinitamente más complejos que un lápiz? No hay excusas porque todo habla de un Dios Creador.

Otra cuestión bien distinta es que queramos ceder ante las evidencias y aceptar de buen grado la dirección del Dios que se nos revela por medio de Su Creación. Lo paradójico es que a Dios no le importa tanto tu respuesta, sino lo que más le importa es revelarse a ti. El orden natural es que Dios primero se revela al hombre y después el hombre responde a Dios. La respuesta del hombre podrá ser positiva: creer, o negativa: no creer. Pero la verdad de la inexcusabilidad del hombre frente a los hechos creativos de Dios, que lo revelan a nosotros, es aplastante.

En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recompensa a quienes lo buscan. (Hebreos 11:6)

La fe es certeza y convicción de lo que se espera y de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Es una respuesta natural tener fe en aquello de lo cual tenemos certeza y convicción. La certeza que puedes tener es que Dios se ha revelado por medio de Su Creación hablándote en palabras que puedes entender perfectamente, por eso no tienes excusa. Puedes estar convencido de que el Dios que está detrás de la naturaleza existe por lo que ves y palpas a tu alrededor.



La última revelación de Dios al ser humano es por medio del evangelio. El evangelio es la más grande expresión de amor de Dios por el ser humano. El evangelio es muy sencillo de explicar y entender:




Dios creó un mundo perfecto donde tenía una amistad profunda con el hombre. La Biblia narra como Dios se paseaba con el hombre por el Huerto del Edén, diariamente. El ser humano se reveló contra Dios desobedeciéndolo, y pecó. De esta forma rompió su amistad con el Creador. El pecado es un delito y como tal debe ser pagado. Al igual que la justicia demanda que la infracción sea satisfecha, la Justicia de Dios también demanda que Su Justicia sea satisfecha. Él infractor está obligado a pagar su delito. El delito fue haber desobedecido las leyes divinas.


Quizá pensemos que somos buenos porque no hemos matado, o no hemos robado, o cualquier otra cosa. Pero ser bueno depende de con quién nos comparamos. Si nos comparamos con un asesino a lo mejor salimos ganando, si nos comparamos con un ladrón quizá salgamos bien parados. Si nos comparamos con Cristo todos salimos perdiendo pues Él fue el único que nunca pecó infringiendo las reglas de Dios.

Si eres como Cristo, es decir perfecto, no te preocupes: vas al Cielo y entrarás por la puerta grande. Pero si no eres como Cristo y más bien eres como el común de los mortales, estás en serios problemas: no entrarás en el Cielo.


Cristo vino a solucionarnos el problema. Él bajó del Cielo, se hizo de carne y hueso y pagó el precio de nuestros pecados, muriendo en una cruz y resucitando al tercer día. Imagínate por unos instantes que estás acusado por haber cometido un gran delito. Eres culpable y debes ir a la cárcel. El juez está a punto de sentenciarte justamente pero en ese momento aparece alguien que ha decidido sustituirte y pagar el delito por ti. Eso es lo que hizo Cristo pagando a Dios Padre por tus pecados contra Él.


¿Qué debes hacer ante tal muestra del amor de Jesús por ti? Cree en Jesucristo como tu Salvador y Señor. Arrepiéntete de los pecados que te han mantenido alejado de Dios durante toda tu vida y Dios te perdonará, recibiéndote en Su familia, como hijo.

La Creación y Cristo son las evidencias. No te excuses.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 17 de agosto de 2013

La Puerta

Si queremos acceder a cualquier lugar hay que traspasar una puerta. Una vez que la hemos rebasado podemos ir a los diferentes sitios que hay después de la puerta de entrada. Sería antinatural colarse en el sitio por una ventana o un butrón en la pared. Seguro que de esta forma nos tomarían por ladrones. Las personas que no tienen nada que temer entran en los lugares por la zona destinada a ello: la puerta.
Hay diferentes tipos de puertas: grandes, pequeñas, de madera, de hierro, de cristal, automáticas, giratorias… Existen puertas que solamente tienen el hueco rectangular, sin nada que impida el libre paso.
Jesús se compara con una puerta y su función.

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:1-10)



En esa época los pastores ejercían de puerta en el redil, es decir, se interponían entre el exterior y el interior del redil ubicándose en el marco de la puerta. Ninguna oveja podía salir y ningún lobo podía entrar. De esta forma las ovejas estaban a salvo de todos los peligros que las pudieran acechar.


Jesús denuncia poniendo en evidencia a todos los que le precedieron queriendo usurpar su puesto como Pastor y Puerta de las ovejas. Lo terrible es que hoy día siguen existiendo muchos usurpadores que están engañando a las ovejas. ¿A qué usurpadores me estoy refiriendo?

·         La religión

·         La evolución

·         Las riquezas



Muchos van por la vida cumpliendo normas religiosas para ganarse el Cielo. Ellos creen que la puerta para su salvación es vivir enclaustrado entre paredes legalistas.


De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. (Juan 10:1)


Jesús aclara el tema explicando que el que quiere entrar por otro sitio es ladrón y salteador. Esto son los que intentan canjearse el Cielo por medio de ritos religiosos de todo tipo.



Otros se inventan su propia puerta seudocientífica,  la evolución, para tener la justificación de vivir como les plazca.

Pero al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. (Juan 10:5)

Ellos son los extraños, los que reniegan de la fe en Dios. Los que pretenden colocarse un manto de ciencia y explicarlo todo. La ciencia está muy lejos de explicarlo todo ya que el ser humano tiene capacidad de amar y es un ser moral que busca la justicia y la paz. Esto la ciencia no lo puede cuantificar por medios matemáticos ni leyes universales. Es la parte de Dios que tenemos los humanos.




El tercer grupo está empeñado por acumular riquezas como la puerta por la que al entrar hallará la felicidad. Lo cierto es que un día todo lo que hayas atesorado se quedará aquí y nada te servirá para poder entrar por la puerta del Cielo.


Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:9-10)

Jesús aclara las ideas de los que no lo entendían: ÉL ES LA PUERTA. Si quieres ser salvo e ir al Cielo debes dejar atrás la religiosidad, la falsa ciencia evolutiva y las riquezas vanas. Solo hay una puerta de entrada a la salvación y es Cristo. Hay hallaras pastos, es decir, alimentos y vida abundante que es mucho más que riquezas que se pudren, ciencia que te engaña o religión que te ahoga con sus demandas.


¿Cómo entras por Jesús? Creyendo en Él con tu mente y corazón y arrepintiéndote de tus pecados. Jesús vino a establecer la comunión que habíamos roto con el Padre por culpa de desobedecerle. Todo delito debe ser satisfecho ante la ley y Jesús fue, por amor a nosotros, el que nos sustituyó en la Cruz. Allí nos correspondía estar a ti y a mí. Si crees y te arrepientes de tus pecados el Padre te recibe como hijo de pleno derecho y tendrás libre acceso al Cielo por haber traspasado la Puerta correcta: Cristo.

Sobre la humanidad pende un juicio sumario cuyo Juez es Dios. Un día no muy lejano Dios juzgará a los que no han creído en Sus Palabras siguiendo en sus pecados, y los echará en el infierno que es un lugar donde eternamente te estás consumiendo. Un lugar donde ya se acaba toda esperanza pues Dios no está. Un lugar cuya puerta se cerrará y no podrás salir jamás.

Deja de entrar por la puerta equivocada.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 10 de agosto de 2013

Promesas

Vivimos en una sociedad en la que prometer es un recurso hacia el éxito. Así, los políticos prometen lo que los electores reclaman con tal de ganar votos y de esta forma hacerse con el ansiado poder. ¿Quién no ha hecho una promesa en falso a un niño con tal de que dejara literalmente de berrear porque era una tremenda molestia? ¿Quién se ha prometido dejar tal o cual cosa el uno de enero, para ser olvidada la promesa el dos de enero? ¿Cuántos se han prometido fidelidad eterna al contraer matrimonio y han fracasado estrepitosamente? La Biblia, la Palabra de Dios, se hace eco de este tema y llega a la siguiente conclusión:

Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. (Eclesiastés 5:5)

Cuando te prometes a ti mismo, quizá las consecuencias de no respetar la promesa no tengan secuelas más allá de tu persona. El gran problema de prometer es que arrastra, por lo menos, a alguien de tu entorno, que se ve afectado por el incumplimiento cometido por tu parte. Prometer y no cumplir también tiene consecuencias dramáticas cuando los afectados son muchos. ¿Te imaginas las promesas por parte de una empresa a pagar a tiempo a sus asalariados y, por el contrario, mes tras mes experimentar como las promesas se van por la letrina?


¿Recuerdas, querido lector, la última vez que alguien te falló incumpliendo una promesa? Tengo un recuerdo de la infancia grabado en la mente y el corazón. Mi padre me prometía constantemente que me compraría un cochecito de esos que manejado por pedales puede conducir uno mismo. Noche tras noche soñaba, exactamente, con ese deseado cochecito. El tiempo pasaba y la promesa se esfumaba (una mala rima, lo sé). El caso es que ese amado cochecito nunca llegó y yo me quedé desconsolado. Aun ahora, que te escribo estas palabras, siento un dolorcito en el corazón. Mi padre no cumplió su promesa pero no le guardo rencor porque entiendo que al igual que él, yo también he quebrantado promesas a personas queridas.

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19)

Tal es Dios: lo que promete, lo cumple. ¿Por qué? Es bien sencillo: Él no es un hombre como tú y como yo, voluble o inconstante. Él no es hijo de ningún hombre, por lo tanto, no ha heredado las normas de comportamiento de su progenitor. Cuando Dios habla actúa llevando a buen puerto sus promesas. Jesús, que es Dios, nos hizo esta promesa:

Os aseguro esto: El que escucha mi mensaje y cree a Dios, que me envió, tiene vida eterna; y nunca caerá en condenación a causa de sus pecados, porque ha pasado de muerte a vida. (Juan 5:24)

Tus pecados te apartan de Dios y Jesús te ofrece la solución para que tal alejamiento se corrija. La solución pasa porque tú creas en Dios por medio del mensaje de Jesucristo y de esta forma obtienes la vida eterna. De un estado de muerte pasas a un estado de vida. Esa es la promesa de Jesús. Recuerda: Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19)


Cristo remedió tu situación delante de Dios muriendo en una cruz. Esta escena cruenta muestra hasta qué punto estuvo dispuesto a llegar en el cumplimiento de Su promesa hacia ti para salvarte de las garras del infierno. Jesús te sustituyó en la cruz para pagar el precio de tu condena a causa de tus pecados de desobediencia contra Dios. Tú y yo debíamos pagar por nuestros pecados (delitos) pero Cristo lo hizo por nosotros, por amor y cumplir la promesa hecha desde que el hombre pecó.

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15)

Estas son las palabras que Dios pronunció a favor del hombre como veredicto contra Satanás por haber inducido al ser humano a pecar, es decir, desobedecer Sus leyes. La promesa habla que de la mujer vendría el Salvador (la simiente)  y Satanás lo heriría en el talón (la muerte en la cruz), de forma insignificante, pues al tercer día resucitó de la muerte, pero el Salvador aplastaría la cabeza de Satanás (la serpiente) y lo mataría eternamente. Esta promesa se cumplió en el mismo instante que la tumba que recibió a Jesús quedó vacía cuando resucitó.


Si quieres apropiarte de las promesas de Dios has de creer en Cristo y arrepentirte de tus pecados. Desde ese momento eres hijo de Dios y entras a formar parte de Su familia. Si deseas estar entre los que pasarán la eternidad en el Cielo disfrutando de la presencia de Dios cree el mensaje del evangelio que acabas de leer. Indaga, lee, ora (habla) con Dios y exprésale tus dudas. Él te contestará, te lo prometo.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)


No dejes pasar esta oportunidad de salvación, pues de lo contrario seguirás condenado por tus pecados y te espera consecuentemente el castigo de un Dios, no solo amor, sino también Juez Justo, castigador del infractor de Su Ley.


El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:18)

De Jesús te puedes fiar.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 3 de agosto de 2013

Jesús No Quiere a los Tibios

La afirmación que estoy a punto de decir va a dejar boquiabierto a más de uno. Ahí va:


"JESÚS NO VINO A HACER CRISTIANOS"




Jesús sabía nuestra tendencia a institucionalizarlo todo poniendo normas donde Él mismo no había establecido límites o libertad. Es más, a los seguidores de Jesús se les llamó cristianos tiempo después de haber ascendido al Cielo. Cuando Cristo caminaba entre nosotros calificaron de secta a Su movimiento.

En España preguntamos a cualquiera y nos diría que son cristianos. Todos los españoles somos cristianos porque hemos nacido en España. Eso es como decir que todos la rusos son comunistas porque nacieron en Rusia, o que todos los vascos son etarras por haber nacido en Las Vascongadas, o que todos los españoles somos toreros o flamencos por haber nacido en la piel de toro.


Jesús deja claro el propósito por el cual vino:

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:18-20)

Jesús quiere discípulos en Sus filas. A Él no le interesan cristianos de nombre. Mi esposa y yo tenemos un vecino bastante fastidioso porque tiene un serio problema con el alcohol. A esto hay que añadir que el dormitorio de matrimonio va a dar a su salón y la pared que nos separa se puede confundir perfectamente con papel de fumar. Las fiestas que montaba y a veces sigue montando en su casa son un verdadero suplicio ya que es imposible conciliar el sueño. Da igual el día de la semana, cuando menos lo esperábamos había fiesta. En varias ocasiones tuvimos que llamar a los municipales para que bajase el volumen de la música o el sonido de su voz gutural. Un día hablando con él intenté compartir el mensaje del evangelio. Le dije que era cristiano y él, ni corto ni perezoso, dijo: "Yo también soy cristiano". Me quedé a cuadros. Creo que no entendía y sigue sin entender las implicaciones de ser un cristiano de verdad.

Ahora bien, ser un discípulo de Jesús es algo bien distinto. Es normal que esta sociedad se quiera poner la etiqueta de cristiana. Según en qué círculos hasta queda bien. Ser cristiano en la mayoría de ocasiones significa no tener un compromiso real en obedecer a Cristo. Ser un discípulo del Maestro implica compromiso a todos los niveles de la vida. Por eso el mundo está lleno de cristianos nominales y pocos discípulos. Resumiendo, un discípulo es aquel que ha dejado todo por seguir al Maestro. Un discípulo es aquel que se niega a sí mismo y deja que Cristo viva por él.


¿Qué demanda Jesús de Sus discípulos? ¡Hambre! Verdadera hambre por Sus cosas. El verdadero discípulo tiene hambre de Dios, hambre de hacer discípulos y hambre de pagar el precio que haya que pagar.

Hambre de Dios

Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser (Salmos 42:1)

Pide a Dios apetito por las cosas que quiere mostrarte. Recuerda que Dios se muestra por medio de la Biblia y por medio de la naturaleza. Él es el Creador de todo lo que existe.

Hambre de hacer discípulos

Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos. (Juan 15:8)

El fruto al que se refiere Jesús es a ganar a otros para que sean a su vez discípulos reales. Es el galardón más grande sobre la tierra cuando un discípulo se multiplica en otro discípulo. Esto traerá más gloria a Dios y demostrará que somos Sus discípulos.

Hambre de pagar el precio que haya que pagar

Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. (Lucas 9:23)

Quizá este sea el paso más difícil pero a la vez el más bendecido por Dios. Al igual que Jesús se negó a sí mismo al sacrificarse por ti en la cruz para darte vida, también te pide que no peques más y lo sigas allá donde Él te quiera llevar. El precio es mínimo comparándolo a las bendiciones que esperan en la Tierra y en el Cielo a los que dan la agenda de sus vidas a Cristo para que Él escriba con renglones derechos.


Jesús no se conforma con menos porque Su sacrificio en la cruz no es para menos. Él pagó al Padre por los pecados que hemos cometido y cometeremos muriendo en una cruz. Solo entenderás eso si tienes una deuda tan grande que si alguien no te socorre, jamás podrás pagarla. La única forma de pagar por tu pecado era que Jesús te sustituyera ya que pecar contra Dios hizo que murieras. Un muerto no puede hacer nada por salvarse a sí mismo. Jesús quiere darte la vida eterna si te arrepientes de tus pecados y crees en Jesucristo como tú único Señor y Salvador. O todo, o nada. No hay medias tintas.



Por el contrario, si pasas de largo la oferta de salvación, sigues con la soga al cuello. Un día te presentarás ante Dios y como no has recurrido a Cristo para entrar al Cielo, te enviará directamente al infierno. No lo digo yo, lo enseña la Biblia, la Palabra escrita de Dios.





Sopesa el costo de seguir a Jesús. No te quedes con ser un cristiano insípido que no te llevará a ninguna parte. Jesús ha prometido estar siempre con aquellos que lo dejan todo por seguirlo a Él.

Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:20)

Jesús no quiere a los tibios.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!