Durante toda la historia de la humanidad han existido los
mismos problemas generacionales. Es como un tira y afloja entre padres e hijos,
y viceversa. A los padres les resulta chocante las modas y tendencias de sus
vástagos, y estos ven a sus progenitores poco menos que cavernícolas. El
conflicto está servido. Juan el evangelista irrumpe en la antes mencionada
historia de la humanidad con una misión: la reconciliación.
Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:16-17)
Reconciliación con Dios
Juan puso en su agenda como primer punto ayudar a sus
coetáneos en el camino de reconciliarse con Dios. Sin este primer paso todo
esfuerzo terminaría de forma infructuosa. Todos tenemos buenos consejos y
pensamientos de cómo deberían cambiar los demás, pero pocos son los que ven la
paja en su ojo. Para poder ser de ayuda eficaz a nuestro entorno debemos
cambiar profundamente nosotros primero. El gran cambio personal se efectúa
cuando nos ponemos a bien con Dios, es decir, nos reconciliamos con Él
restaurando la amistad que un día perdimos a causa de nuestros pecados. Juan
allanó el camino a Jesús adelantándonos el mensaje que sería predicado:
Arrepiéntete, Dios está cercano a ti.
Reconciliación familiar
Sin el anterior paso no se dará el cambio real de una
experiencia familiar gratificante y como Dios manda. No intentes poner la
carreta delante de los bueyes porque nunca ha dado buen resultado. Solamente
Dios puede trasformar los corazones duros en sensibles y tornar la rebeldía en
mansedumbre. Solo Dios.
Juan preparó a las personas con el fin de que estuvieran
bien dispuestas a escuchar a Emanuel, Dios con nosotros, Jesucristo. Dispón tu
corazón y tu mente estas navidades para recibir al Señor. Juan anunció la
salvación que Jesús cumplió. A ti te toca, querido lector, creer para
reconciliarte con Dios y arrepentirte de tus pecados para sanarte.
Juan anuncia la reconciliación.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!