El profeta Jeremías habla al pueblo que Dios había elegido
para que fuesen luz en medio de la oscuridad de las naciones de su alrededor. Esa
misión fue fallida debido a la desobediencia y el mal entendimiento de la
voluntad de Dios para ellos. Simplemente se conformaron a las costumbres y
religiones de esos pueblos que debían atraer al único Dios verdadero. Mucha de
la cristiandad de nuestra época vive de igual forma su misión entre las
naciones. Se han acomodado a sus culturas, bailando al son de sus danzas y
diluyendo las ideologías de hombres en medio de la Verdad divina, creando
verdaderos engendros de lo “políticamente correcto”. Los cristianos de hoy han olvidado
la advertencia de Dios: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por
su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5).
A éstos desconfiados se les describe como retama en el
desierto (llevados de aquí para allá, sin destino fijo), insensibles para ver
lo que es bueno y la sequía y la soledad les acompañarán (Jeremías 17:8). No
olvidemos que Jeremías habla al pueblo de Dios. ¿Cuántos hay que se dicen
cristianos y no obedecen a Dios? ellos viven desorientados, apartados de lo
bueno, secos y solos. Cuando un cristiano confía, pone su fe, en el hombre, su
vida está llamada al fracaso. ¿Te llamas cristianos pero estás contaminado por
los pensamientos y acciones de los no cristianos? Si tu respuesta es afirmativa
sólo te queda una posibilidad: volverte a Dios restaurando la comunión con Él.
Él te está esperando. No tienes que tener temor. Dejarás de ser maldito ante
Sus ojos.
Bendito el varón que confía en Dios, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. (Jeremías 17:7-8)
La diferencia entre el maldito y el bendito es abismal. El
que confía en Dios es llamado bendito y eso se hará visible por su fruto. Un
fruto bien nutrido, hidratado, enraizado, no alterado por los malos tiempos y
constante. Así son los cristianos que confían en Dios en medio de esta sociedad
corrupta y pecaminosa que sólo busca agradarse a sí misma y rehúye descaradamente
de Dios. Por lo tanto, Dios llama malditos a Sus hijos desobedientes
atrayéndolos de nuevo y llama benditos a Sus hijos que caminan conforme a Su
voluntad.
Hay un tercer grupo de personas, los perdidos: Aquellos que
no son hijos de Dios. Dios no puede hacer nada por ellos a menos que se vuelvan
a Él. Viven con sus propias directrices, de las cuales se vanaglorian. Se
jactan de no necesitar a Dios porque se sienten fuertes. Cuando sienten dolor,
tienen problemas o ven la muerte cerca, Dios aprovecha para hablarles:
Únicamente tenéis una vía de escape y es la cruz de Jesucristo. Allí, ante Él,
debéis arrodillaros, arrepentíos por vuestros pecados y pedir que Jesucristo
tenga misericordia de vosotros por haber rechazado Su salvación. De lo contrario,
el infierno más temido os estará esperando. Allí la salvación se imposible. Allí
no hay amor de Dios. Allí no hay risa. Sólo la muerte, el llanto y la desesperación
esperan a sus habitantes. ¡Ven a mí!
Malditos y perdidos: Volved a Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!