Me encanta el libro de los
Salmos. Si abres una Biblia por el centro, como me enseñaron desde pequeñito,
te encontrarás con este libro de cánticos del pueblo de Israel y que sigue
inspirando la vida de los cristianos de todas partes del mundo. El tema
principal de los salmos es, como no podía ser de otra forma, Dios. Son cánticos
de alabanza y adoración que exaltan a Dios y su obra: lo que Él es, Su Creación,
y sus poderosos hechos a favor de su pueblo. El otro tema que sigue a este es
el hombre y su relación con Dios. En este punto encontramos experiencias
variopintas de diferentes personas que pasaron por verdaderos tragos
emocionales y físicos o se sintieron en la cúspide de su vigor y fuerza plasmando
esto en un salmo. Fuese cual fuese la situación personal de todos estos
escritores, hay un denominador común en todos ellos: acaban adorando a Dios en
medio de su situación, sea esta favorable o adversa. Esto es un mensaje
poderoso también para el hombre de hoy: DIOS ES EL TODO DEL HOMBRE. Sin Dios
reinando en tu vida esta carece de sentido y propósito. Hoy voy a utilizar cuatro sencillas palabras
inspiradas por el salmo 116 para retarte a que Dios tome el lugar que le
corresponde en tu vida.
A la hora de que los conocimientos o el mensaje que se quiere
trasmitir sean más entendibles y arraiguen en nuestra mente, se utilizan
diferentes técnicas como los esquemas, acrósticos, imágenes, etc. Por ejemplo:
hay 4 erres que tratan de medir el impacto de las acciones en las redes
sociales de internet. Estas son: Reconocimiento, Revalorización, Reacción y
Recomendación. También se han establecido 4 erres para que recordemos cómo aprovechar
los recursos: Reducir, Reutilizar, Reciclar y Replantear. De igual manera voy a
utilizar cuatro palabras con 4 erres, como ya dije antes, que te ayudarán a
entender la necesidad de que Dios reine en tu vida. El salmo 116 nos enseña
sobre esto. Aquí lo tienes para que lo leas.
Amo al Señor, pues ha oído
Mi voz y mis súplicas;
Porque ha inclinado a mí su oído;
Por tanto, le invocaré en todos mis días.
Me rodearon ligaduras de muerte,
Me encontraron las angustias del Seol;
Angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el nombre del Señor, diciendo:
Oh Señor, libra ahora mi alma.
Clemente es el Señor, y justo;
Sí, misericordioso es nuestro Dios.
El Señor guarda a los sencillos;
Estaba yo postrado, y me salvó.
Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
Porque el Señor te ha hecho bien.
Pues tú has librado mi alma de la muerte,
Mis ojos de lágrimas,
Y mis pies de resbalar.
Andaré delante del Señor
En la tierra de los vivientes.
Creí; por tanto hablé,
Estando afligido en gran manera.
Y dije en mi apresuramiento:
Todo hombre es mentiroso.
¿Qué pagaré al Señor
Por todos sus beneficios para conmigo?
Tomaré la copa de la salvación,
E invocaré el nombre del Señor.
Ahora pagaré mis votos al Señor
Delante de todo su pueblo.
Estimada es a los ojos de Dios
La muerte de sus santos.
Oh Señor, ciertamente yo soy tu siervo,
Siervo tuyo soy, hijo de tu sierva;
Tú has roto mis prisiones.
Te ofreceré sacrificio de alabanza,
E invocaré el nombre del Señor.
Al Señor pagaré ahora mis votos
Delante de todo su pueblo,
En los atrios de la casa del Señor,
En medio de ti, oh Jerusalén.
Aleluya.
(Salmo 116)
1. Reconocer
tu situación ante Dios
Me rodearon ligaduras de muerte,
Me encontraron las angustias del Seol;
Angustia y dolor había yo hallado. (v.3)
El autor del salmo reconoció su
situación física y espiritual. Llegó un momento en su vida que no le quedó más
remedio que darse cuenta del gran problema que llevaba a cuestas: la muerte
espiritual y física que lo tenían en angustia y dolor. Es terrible sentir
picazón, hambre, sed, angustia, vacio y no tener como aliviar este mal. El
hombre de hoy, como el de cualquier tiempo pasado, intenta por los medios a su
alcance liberarse de la terrible angustia que le asedia. Puedes aparentar
felicidad, que las cosas las tomas como vienen, que eres apoyo para los demás y
tú no necesitas de amor. Pero cuando te enfrentas a ti mismo en la soledad de
tu habitación, la verdad es muy diferente: te asaltan las dudas sobre quién
eres, qué propósito tiene todo esto, dónde está la verdad, a quién recurrir que
te dé la respuesta que anhela tu alma.
¿Dónde busca el hombre de hoy,
llamado postmoderno? Solo dos pinceladas.
En el conocimiento.
La cultura, el saber, los muchos
estudios, recorrer mundo, religión (del pelaje que esta sea). Y al final te das
cuenta que el conocimiento solo engorda las neuronas. Las experiencias viajeras
no acallan la conciencia y la religión no quitan las congojas de una muerte
espiritual y física que te persiguen como tu sombra. Es horroroso vivir sin
esperanza, sabiendo que un día todo lo que has logrado se quedará aquí y nada
habrá merecido la pena. Mira lo que Salomón, al final de sus días saca como
conclusión:
Vanidad de vanidades, dijo el
Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. (Eclesiastés 1:2)
Todo está vacío de contenido;
nada tiene un propósito que merezca la pena. NINGÚN CONOCIMIENTO HUMANO TE
PUEDE LIBRAR DE UNA MUERTE SEGURA, DOLOROSA Y ANGUSTIOSA.
En las riquezas.
“Tanto tienes tanto vales”. Y
para demostrar su valía muchos son arrastrados por el dios Mammon a destruir su
familia porque no tienen tiempo para ella. Son impelidos a perder la salud, parientes
y amistades. Desconfían de todo y de todos los que le intenten apartar de su
meta que no es otra que la adoración al dinero, las pertenencias y el
autobombo.
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
(Mateo 16:26)
NINGUNA RIQUEZA PUEDE PAGAR TU
LIBERACIÓN DE LA ANGUSTIOSA MUERTE.
RECONOCER, primero RECONOCER. Y
reconocer qué. Lo que el salmista reconoció: Estaba angustiosamente muerto,
como tú y como yo lo estuve en su día. “Pero, ¿por qué voy a morir?” ¡Eureka!
Esa es la pregunta que esperaba oír desde tu alma. La respuesta está en la
Biblia, la Palabra de Dios.
Porque la paga del pecado es
muerte (Romanos 6:23)
Vas a morir porque has pecado.
Has infringido la Ley de Dios y el castigo es tu muerte espiritual y física.
Ante esto, por ti mismo, NO PUEDES HACER NADA PARA LIBRARTE. Dios ha puesto su
Ley en lo más profundo de tu alma y corazón ¿Cómo puedes comprobar que esto es
verdad? Por tu conciencia, que es tu conocimiento de las cosas. No me puedes
negar que en todo momento, a no ser que tengas serios problemas mentales, sabes
la diferencia entre bueno y malo. Tu conciencia te trae a la luz el pecado que
cometes diariamente. Te doy una pequeña lista de pecados:
Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad,
avaricia, maldad; llenos de envidia,
homicidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos,
soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto
natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo
entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de
muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican. (Romanos 1:29-32)
Aunque solo hayas pecado en uno
de esos puntos te has ganado la muerte. Dios te ha dotado de conciencia para
acercarte a Él. Aquí empezamos a ver la luz en medio del túnel. DIOS TIENE UN
MEDIO PARA LIBRARTE DE LA MUERTE ETERNA YA QUE QUIERE ACERCARSE A TI. Este es
el gran mensaje que hay en la Biblia y lo llamamos Evangelio, BUENAS NOTICIAS.
Has pecado contra Dios creando una separación pero Él ha provisto de los medios
oportunos para salvarte.
Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
El regalo que Dios quiere hacerte
es vida eterna por medio del sacrificio que su Hijo Jesucristo sufrió por ti en
la cruz. El pagó la deuda que dejaste pendiente con tu pecado y que en forma
alguna podías pagar. Imagina que haces algo tan terrible que debes a alguien
mil billones de euros, ¿podrías pagarlo? ¡NO! Pero si el que ha sufrido tu gran
desliz está dispuesto a perdonar tu deuda y a pagarla, la cosa cambia: Dios
paga la deuda de tu pecado por medio de la sangre de Jesús, abriéndote la
puerta a que puedas ser salvo restaurando así el propósito de Dios para tu
vida.
RECONOCER, primero RECONOCER. Reconoce que hay pecado en tu vida cuya consecuencia es la muerte, que te
separa de Dios y por tus medios no puedes hacer nada. Pero no solo reconocer basta,
hay que…
2. Reclamar
la ayuda de Dios
Entonces invoqué el nombre del Señor, diciendo:
Oh Señor, libra ahora mi alma. (v.4)
El salmista recurrió a Dios
porque reconoció que solo Él lo podía salvar. Creyó en que Dios lo libraría y
se arrepintió de su situación, que lo arrastraba a la muerte. El salmista fue
certero en su petición, fue al grano:
- Puso a Dios en su lugar:
reconoció que era SEÑOR.
- Expuso el problema: libra mi
alma.
- ¿Cuando quería que esto sucediera?:
¡AHORA! Mañana podía ser tarde.
La Biblia nos advierte del
peligro de posponer lo importante:
También les refirió (Jesús) una
parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él
pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis
frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y
allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has
provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para
con Dios. (Lucas 12:16-21)
Reconoce tu necesidad de Dios y
cree en el mensaje del evangelio. Arrepiéntete delante de Dios de tus pecados.
Dile a Dios estás palabras:
Señor, hasta este momento no me había dado cuenta de lo que era pecado
y sus consecuencias. Reconozco que he pecado contra ti y me arrepiento de todos
mis pecados. Quiero ser un hijo tuyo por los méritos de Jesús en la cruz y así
librarme de morir eternamente separado de ti. Dios, ayúdame a caminar a tu lado
y así poco a poco entender más de tu obra por mí y el propósito
por el cual me
has creado.
En el Nombre de Jesucristo. Amén.
Reconocer tu situación ante Dios
y reclamar su ayuda creyendo y arrepintiéndote de tus pecados te cambia de
posición: AHORA ERES HIJO DE DIOS. Él te ha adoptado y legalmente eres un nuevo
hijo suyo con todos los beneficios, deberes y obligaciones. Y de esto hablan
las dos siguientes erres. Si reconoces y reclamas pero te quedas ahí serás un
cristiano esquelético, anémico. Serás un enano espiritual. Ahora te toca…
3. Recordar
la obra de Dios en tu vida
Clemente es el Señor, y justo;
Sí, misericordioso es nuestro Dios.
El Señor guarda a los sencillos;
Estaba yo postrado, y me salvó.
Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
Porque el Señor te ha hecho bien.
Pues tú has librado mi alma de la muerte,
Mis ojos de lágrimas,
Y mis pies de resbalar.
Andaré delante del Señor
En la tierra de los vivientes (v.5-9)
Las personas solemos ser distraídas:
en tiempos de bonanza nos adormecemos espiritualmente y en tiempos de tempestad
nos olvidamos de que Dios está de nuestro lado, sin embargo, el escritor del
salmo recuerda vívidamente la obra que Dios ha realizado en su vida.
"Quien olvida su historia
está condenado a repetirla". (Jorge Agustín
Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás) Y esto nos pasa en el terreno
espiritual también. Debemos ser conscientes de donde nos sacó Dios y donde nos
colocó. Dios nos sacó de la angustia y de la muerte espiritual colocándonos en el
lugar de seguridad: junto a Él.
¿Qué puedes hacer para recordar?
Lee la Biblia con frecuencia porque ella es tu guía espiritual, intelectual y moral. En ella Dios ha escrito
su voluntad para ti. Es más, en la Biblia Dios te habla directamente a ti.
Dedica tiempo de calidad a este asunto y créeme, siempre tendrás bien presente quién
es Dios y lo que Él ha hecho en tu vida.
Ora manifestando a Dios adoración, amor y agradecimiento por sus
cuidados para contigo. Recuerda que “de bien nacido es ser agradecido”. Háblale
de tus inquietudes, de tus anhelos y espera que Él te responda a su tiempo.
Asiste a La Iglesia que es la reunión de todos los que han creído
en Cristo como único y suficiente Señor y Salvador. Tú perteneces a ella si has
aceptado a Cristo con arrepentimiento de tus pecados y fe en que Jesús tiene el
poder para hacerlo. La Iglesia es el lugar de crecimiento espiritual, cuidado y
protección de Dios en esta tierra. Por esto hay que tomar muy en serio la
advertencia del apóstol Pablo:
Y considerémonos unos a otros
para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos
10:24-25)
Sé un dador alegre ofrendando para las necesidades de tu Iglesia
local. Ten las antenas puestas para darte cuenta de las carencias de los que te
rodean y cúbrelas en la medida de tus posibilidades. Se dice que lo último que
se convierte a Dios es el bolsillo. Rompe con esta actitud de tacañería para
con Dios y recuerda lo mucho que Él ha hecho por ti.
Cada uno dé como propuso en su
corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. (2ª Corintios
9:7)
Para recordar la obra de Dios en
ti recuerda la palabra LOAS (alabanzas). Si haces estas cosas en tu vida serás
una persona que da loas a Dios.
Reconocer tu situación espiritual
ante Dios y reclamar su ayuda arrepintiéndote de tus pecados y creyendo al mensaje
del evangelio te lleva a poner los cinco sentidos en la nueva vida que has
comenzado. Hay que crecer y para esto nada mejor que Biblia, oración, Iglesia y
ofrendas. Pero aún hay un paso más. Se puede vivir una vida cristiana con todo
lo anteriormente expuesto, pero la plenitud está en imitar lo que hizo Jesús
cuando estuvo entre nosotros.
¿Qué hizo Jesús?
4. Representar
a Dios
Jesús vino a
hacer la obra que su Padre le había mandado. Él mismo lo dijo en varias
ocasiones:
No puedo yo
hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. (Juan 5:30)
La obra que Jesús realizó fue única. Solo Él podía pagar nuestra deuda
por el pecado. Solo Él podía dar su vida por nosotros. Posiblemente nunca
tengas que dar tu vida por el mensaje del evangelio aunque hoy día hay muchos
cristianos que pierden la suya por amor a Jesús. Tan solo quiero retarte a
compartir tu fe con otros como lo hace el salmista, de forma sencilla con los
recursos que tiene a mano. Él dice:
Creí; por tanto hablé
Estando afligido en gran manera.
Y dije en mi apresuramiento:
Todo hombre es mentiroso.
¿Qué pagaré al Señor
Por todos sus beneficios para conmigo?
Tomaré la copa de la salvación,
E invocaré el nombre del Señor.
Ahora pagaré mis votos al Señor
Delante de todo su pueblo.
Estimada es a los ojos de Dios
La muerte de sus santos.
Oh Señor, ciertamente yo soy tu siervo,
Siervo tuyo soy, hijo de tu sierva;
Tú has roto mis prisiones.
Te ofreceré sacrificio de alabanza,
E invocaré el nombre del Señor.
Al Señor pagaré ahora mis votos
Delante de todo su pueblo,
En los atrios de la casa del Señor,
En medio de ti, oh Jerusalén.
Aleluya. (v.10-19)
Creí; por tanto hablé. Si has creído habla de cómo Dios ha abierto tus
ojos y corazón a Él. Esto es un verdadero milagro: Antes no creías y ahora
crees. ¡Cuéntalo a otros! Si tú mismo has creído ¿qué te hace pensar que otros
no lo harán también?
El salmista está dispuesto a tomar la copa de la salvación. La copa es
una simbología que puede corresponder a premio. Realmente la salvación es un
galardón, un premio para nosotros de parte del gran y único Dios. Sin embargo,
la imagen de la copa también tiene un matiz amargo: sufrimiento, sacrificio. A
esto está dispuesto el salmista, no solo a mostrar la grandeza de la salvación
en Dios, sino además, sufrir y sacrificar su agenda, sus prioridades, sus
intereses y quemar su vida por el mensaje precioso del evangelio. Y es que
después de su descubrimiento no hay nada mejor a lo que dedicar la vida. De
tener angustia por su muerte ha aprendido y experimentado que “Estimada es a
los ojos de Dios la muerte de sus santos”. Él sabe que Dios vela por su vida y
velará cuando muera, que será el momento de reunirse con su Señor y Salvador.
¡ALELUYA!
¿Quién no quiere representar a un Dios así? Representa a tu Dios
compartiendo el evangelio que a ti te ha alcanzado, con tu familia, tus
compañeros de estudios o trabajo, con tus alumnos, con tus trabajadores, con
tus jefes, con tus vecinos... Solo comparte porque Dios hará el resto.
Ser cristiano es ser lo que Dios ideó desde nuestra creación:
nuevamente hijos suyos. Hay para finalizar una palabra de advertencia que marca
la diferencia entre los que son y los que no. Jesús nos enseña esta gran
verdad:
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos,
o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol
malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el
fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo 7:16-20)
Haz que fructifiquen las 4 Erres.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!