sábado, 24 de febrero de 2018

Final Feliz


Negar que hemos cometido errores, de los llamados garrafales, es faltar a la verdadera realidad de cada una de nuestras vidas. Esos errores fatales, la Biblia los designa como pecados, trajeron sufrimiento propio y ajeno. Todo el lío comienza cuando nos encabezonamos en hacer nuestra santa voluntad en contra de toda lógica, argumento o razón. En un ambiente donde se prima el individualismo es normal que se cometan pecados garrafales. La archiconocida historia del hijo pródigo es la narración de una de esas meteduras de pata que lo hundieron hasta la coronilla. Él malgastó su vida, como tantos otros, en la basura.

Entonces regresó a la casa de su padre. Y, cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. (Lucas 15:20)

El hijo pródigo, después de experimentar las “lindezas” del mundo y su cobro de intereses, volvió a la realidad y entonces regresó a la casa de su padre. Su realidad era que no tenía nada. De poseer todo cuanto necesitaba en la casa de su padre, pasó a la esclavitud. Solo cuando estamos en un callejón sin salida buscamos la solución en Dios. Cuando todo y todos fallan la última solución es Dios. Por eso algunos ven el sufrimiento humano como una mano extendida de Dios para librarnos de nuestras calamidades. Es propio de la humanidad que sin quebranto no se busca la verdad que Dios quiere comunicarnos.

Puede haber un final feliz para tu vida pero este final no es para todos. Este final feliz es para aquellos que se arrepienten con toda su mente y corazón por sus pecados contra Dios viviendo alejados de Él y malgastando sus vidas, aunque sea en actividades que parecieran bondadosas. El final feliz de esta historia no es el regreso del hijo pródigo. El final feliz es el entusiasmo del Padre al ver a Su hijo regresar: corrió, lo abrazó y lo besó. Jesús conoce tu historia y te sigue esperando con un amor y una compasión inquebrantables. Su cruz fue ese correr, abrazar y besar a aquellos que cansados de malgastar su vida deciden regresar a casa.

¿Qué haces fuera del hogar?

¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 17 de febrero de 2018

La Petición de Jesús

Vamos de aquí para allá motivados por el vivir diario. Nos cruzamos con personas y situaciones que esquivamos, pues no tenemos tiempo de atenderlas. La vida nos pasa por delante y, a veces, perdemos oportunidades gloriosas. Al tiempo nos damos cuenta de los errores cometidos y que al fin y al cabo son las personas y sus demandas lo que realmente importan.

Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Juan 4:7)

Me encanta la historia de la mujer samaritana y su encuentro con Jesús. Ella simplemente, dentro del trajín diario, fue a realizar una de sus tareas: recoger agua para abastecer su hogar. Me la imagino con sus prisas y lamentos por la pesada carga que después debía llevar a casa. Quería acabar cuanto antes y encontrar un momento de descanso, si le era posible. Pero ahí estaba Jesús pidiéndole agua. ¿Es que no podía ese hombre servirse por sí mismo? ‒Se preguntó la samaritana. ¡Machista!, ‒se escucha por ahí. ¡Tantas veces olvidamos que Jesús es Dios! Jesús le pide a la de Samaria que le dé lo único que puede darle, agua.

Este encuentro inesperado con Jesús la lleva a entender que el agua que le puede dar a Él solo calma la sed física por un momento, sin embargo, la que Jesús le ofrece saciará eternamente su sed espiritual. Esa sed que muchos tratan de calmar intentando ser buenos, logrando grandes metas y amasando títulos al tiempo es sal que los mata de sed. La samaritana pudo comprobar que la persona que estaba ante ella era el mismo Dios, y creyó tomando del agua que Jesús le dio: Jesús mismo.


Jesucristo es la Persona, la única Persona que puede calmar tu sed. Él puede perdonar todos tus pecados, liberarte de todas tus ansiedades y darte un futuro glorioso. No lo hace con pócimas mágicas, trapitos calientes o cualquier otro invento, Él lo hace por medio de una íntima amistad contigo, querido lector. Eso es lo que busca Dios: tener amistad paternal con Sus hijos. Sus hijos son aquellos que han llevado sus pecados a la cruz de Cristo pidiendo perdón por ellos y creyendo en la muerte y resurrección de Jesucristo. Jesús se encuentra contigo en tu vivir diario y te pide que creas en Él.

¿Obedecerás Su demanda?


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 10 de febrero de 2018

Paños Calientes

Lo queramos o no vivimos en una sociedad de paños calientes. Esta semana me ha tocado repasar el tema del pecado a la luz de la Biblia. El tratamiento que ella le da al asunto es muy serio. El pecado no es un tema que pueda minimizarse aplicando paños calientes. El pecado ha conseguido que la naturaleza se haya degradado hasta el punto de llegar a morir. El pecado ha logrado algo peor: apartarnos de Dios. El diccionario de la Real Academia Española de la lengua (DRAE) usa tres acepciones para explicar “paños calientes”:

1. Diligencias y buenos oficios que se aplican para templar el rigor o aspereza con que se ha de proceder en una materia.

Este mundo maquilla descaradamente lo que le parece feo para que su conciencia siga cauterizada. Todo es relativo, por lo tanto, el pecado también. El pecado se maquilla y hasta se exalta. Hablar de pecado es siempre una exageración retrógrada e impositiva que busca quitar la libertad (¿libertinaje?) del ser humano. Por lo tanto, se sigue apagando la luz ante las evidencias del pecado como aquel árabe que comía higos y descubrió que en uno había un gusano, apagó la luz de la habitación y siguió comiendo. La mayoría sigue comiendo pecado.

2. Remedios paliativos e ineficaces.

Lo que recibe un enfermo terminal solo sirve para aliviar el dolor, y a veces ni eso. En muchos casos los mismos remedios anticiparán la muerte del enfermo, de ahí que sean ineficaces. El adoctrinamiento que sufres en cuanto a la inexistencia del pecado es un tratamiento que te llevará a la muerte más aterradora: la separación de Dios por la eternidad. Te están engañando y te estás engañando porque el pecado te está llevando a una eternidad en el infierno. Como verás no uso paños calientes. La verdad puede ser dolorosa pero persigue un buen fin, tu salvación eterna.

3. Diligencias e instancias que se hacen para avivar a alguien en orden a que ejecute lo que le está encomendado.

En este sentido el mensaje del evangelio es un paño caliente debido a que da esperanzas instando al que escucha a que actúe según el consejo que se le está dando. ¿Cuál es el mensaje del evangelio? ¡JESUCRISTO! Él abre una vía única para contrarrestar los efectos nocivos del pecado trayendo luz a la mente y el corazón de aquellos que andan en tinieblas debido a sus pecados. Esa brecha fue abierta por medio de pagar en una cruz por nuestros pecados que habían hecho enojar a Dios y apartarse de nosotros. Querido lector, cree en Jesús y arrepiéntete de tus pecados ante el Padre. Él está deseoso de recibirte como hijo.

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. (Efesios 2:1)

Ni te engañen ni te engañes.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

sábado, 3 de febrero de 2018

Información Errónea

Todos hemos sido condenados por alguien y todos hemos condenado a alguien. De esto no se escapa ni uno. Lo mismo que condenamos las cosas o personas que no nos gustan, defendemos esas mismas cosas cuando nos interesa o somos benevolentes con nuestras actitudes cuando las hemos condenado en otros. Es la pescadilla que se muerde su cola. En el discurrir del tráfico se ve mucho de esa actitud: cuando me tienen que ceder el paso me impaciento y cuando tengo que cederlo me irrito. ¡Todo lo que no sea o se haga como quiero es condenable! En el fondo muchos siguen siendo niños.

Parece que la condena la llevamos en el torrente sanguíneo. Quizá algunos análisis lo muestren y se vean hasta las células condenándose unas a otras. ¿Te imaginas el show? Puede resultar irrisorio pero muchas personas de nuestro alrededor viven condenando y condenándose a perpetuidad. Quizá tú mismo seas uno de esos. Nos condena la religión, nos condena la sociedad, nos condena la educación, nos condena la familia, los amigos, nuestro cónyuge y nos condenamos nosotros mismos.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (Juan 3:17)

Contra todo pronóstico nos han educado mal en cuanto a la verdad de Dios. Él conoce nuestro lastre de condena, nuestro pesar, nuestro cansancio y nos dice, para nuestra esperanza y consuelo: Jesús no ha venido a condenarte, ha venido a salvarte. Aunque hayas perdido el norte de lo bueno y lo malo, en medio de una sociedad con una conciencia cauterizada por un complejo de narcisismo que le hace rechazar el amor de Dios como Narciso rechazaba a la ninfa Eco, pide a Dios que te muestre su amor salvador en Jesucristo. Realmente Jesús no te condena sino que quiere salvarte. Él ya hizo todo lo necesario muriendo en una cruz. Tan solo ponte a cuentas con el Padre arrepintiéndote de tus pecados y confía en Jesucristo como tu Salvador y Señor. La condena que llevas como carga se irá.


Salvación, no condenación.

¡QUE DIOS TE BENDIGA!