Negar que hemos cometido errores, de los llamados garrafales,
es faltar a la verdadera realidad de cada una de nuestras vidas. Esos errores
fatales, la Biblia los designa como pecados, trajeron sufrimiento propio y
ajeno. Todo el lío comienza cuando nos encabezonamos en hacer nuestra santa
voluntad en contra de toda lógica, argumento o razón. En un ambiente donde se
prima el individualismo es normal que se cometan pecados garrafales. La archiconocida
historia del hijo pródigo es la narración de una de esas meteduras de pata que
lo hundieron hasta la coronilla. Él malgastó su vida, como tantos otros, en la
basura.
Entonces regresó a la casa de su padre. Y, cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. (Lucas 15:20)
El hijo pródigo, después de experimentar las “lindezas” del
mundo y su cobro de intereses, volvió a la realidad y entonces regresó a la
casa de su padre. Su realidad era que no tenía nada. De poseer todo cuanto
necesitaba en la casa de su padre, pasó a la esclavitud. Solo cuando estamos en
un callejón sin salida buscamos la solución en Dios. Cuando todo y todos fallan
la última solución es Dios. Por eso algunos ven el sufrimiento humano como una
mano extendida de Dios para librarnos de nuestras calamidades. Es propio de la
humanidad que sin quebranto no se busca la verdad que Dios quiere comunicarnos.
Puede haber un final feliz para tu vida pero este final no
es para todos. Este final feliz es para aquellos que se arrepienten con toda su
mente y corazón por sus pecados contra Dios viviendo alejados de Él y
malgastando sus vidas, aunque sea en actividades que parecieran bondadosas. El final
feliz de esta historia no es el regreso del hijo pródigo. El final feliz es el
entusiasmo del Padre al ver a Su hijo regresar: corrió, lo abrazó y lo besó. Jesús
conoce tu historia y te sigue esperando con un amor y una compasión
inquebrantables. Su cruz fue ese correr, abrazar y besar a aquellos que
cansados de malgastar su vida deciden regresar a casa.
¿Qué haces fuera del hogar?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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