Hay dos grupos de trabajadores:
los que se quejan por no tener trabajo y los que se quejan por tenerlo.
Reconozco que he estado en los dos grupos. A veces mi mamá respondía ante mis
quejas diciendo “hijo, parece que te hicimos quejándonos”. Un poco de esto pasa
con el trabajo, hay personas que se pasan todo el día quejándose porque ven
siempre su situación con fallas. Aunque creo que quejarse no es bueno en
ninguna situación creo que quejarse por el trabajo en el que estamos empleados
es aún menos bueno. Nuestra cultura ha entendido mal el propósito del trabajo
porque ha comprendido mal lo que Dios enseña en Su Palabra, la Biblia. Por
cierto, existe un tercer grupo de trabajadores del cual luego hablaré.
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (Génesis 3:17)
La gran mayoría de personas
perciben sus trabajos como si fuera un castigo cuando es todo lo contrario, una
bendición de Dios. Vuelve a leer el texto de Génesis una vez más. ¿Le Dice Dios
a Adán que él será maldito? ¡No! La que pagará el pato de su pecado
(desobediencia a la Ley Divina) es la tierra que ya no será igual de fértil. ¡Sí!
La consecuencia del desatino del hombre fue la muerte (separación de Dios) pero
el trabajo debía seguir sirviendo al designio impuesto por Dios. ¡EL HOMBRE NO
FUE MALDECIDO SINO LA TIERRA POR SU CAUSA!
El propósito de Dios para el
trabajo fue, y sigue siendo proveer una fuente de ingresos que nos hiciera
independientes, disfrutar de una vida saludable siendo útiles, dormir bien por
haber cumplido con nuestras tareas, mantenernos jóvenes porque estamos activos
y una vida significativa que glorifica a Dios[1].
Muy diferente es la visión que se nos ha inculcado donde el trabajo es una
maldición cuando Dios vio que era bueno, muy bueno para nosotros. Esto nos pasa
por no ver el propósito que Dios tiene para cada cosa y, por consiguiente, nos
encontramos desenfocados, pues las lentes que usamos no nos dejan ver la
realidad.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)… (Gálatas 3:13)
Ahora bien, no solo la tierra
pagó el pato siendo maldecida en lugar nuestro sino que el Hijo de Dios,
Jesucristo, también pagó el pato de nuestros pecados. Él, Jesús, al igual que
la tierra, sufrió la ira de Dios sobre Sus hombros muriendo en una cruz por ti
y por mí. ¡CUÁN GRANDE AMOR DE DIOS POR NOSOTROS! Después de pecar, Dios nos
deja vivir y Su justicia es derramada contra Su Hijo, para que pudiésemos tener
una puerta de salvación y de reconciliación con Dios. Dios pone un cercado
llamado amor alrededor nuestro y aunque era, y es justo haber pagado nuestras
culpas a Dios, decide salvarnos por medio de Su Hijo. ¡EL HOMBRE NO FUE
MALDECIDO SINO JESUCRISTO POR SU CAUSA!
El tercer grupo de trabajadores
son aquellos que han conocido el amor de Dios y lo han experimentado en sus
vidas de forma real. Esos trabajadores, me incluyo en ellos, ven el propósito
de Dios en la labor que desempeñan porque es una forma más de amarlo por Sus
bondades. Pido a mi Señor que ilumine tu mente, alma y espíritu a ser sensible
entendiendo profundamente lo que acabo de compartir contigo. Dios tiene un
propósito especial para tu vida pero debes primero ponerte en sintonía con Él.
Para ello cree en Jesús como tu Salvador, arrepintiéndote de tus pecados ante
Dios. Comienza a caminar junto a otros cristianos que hemos pasado de quejarnos a disfrutar
de las bendiciones que Dios nos da.
Trabaja para el Reino de Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!