Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla, los que se glorían en los ídolos. Póstrense a Él todos los dioses. (Salmos 97:7)
Acabo de ver en televisión la frustración de los dirigentes de
una cofradía por no poder exhibir sus tronos debido a la lluvia. Sus obras
artísticas son demasiado sensibles ante la erosión que el agua les provocaría
con las consecuencias económicas que ello depararía. Comentaba uno de ellos que
la cofradía decidía arriesgarse o no. Habían optado por el no. Aquello era un
desfile de trajes militares y civiles muy diferente a los sucesos que han
inspirado lo que en el pasado y hoy, esta España, entiende como Semana Santa. “En
Trento nos equivocamos de Dios”, declaró Pérez-Reverte.
¿Cuántas veces he tenido que explicar que la Biblia está en
contra de la idolatría? Jesús no vino para ser recordado en ninguna talla, óleo
o grabado. Él no pretendía que lo idolatrasen. Él vino para que lo adorásemos. Cualquier
obra humana que tenga por objetivo la idolatría es abominación, sí abominación,
a Dios… y a los cristianos que de verdad lo son. John Lennon dijo en cierta
ocasión que los Beatles eran más famosos que Jesucristo. Pienso que razón no le
faltaba porque eran idolatrados hasta puntos insospechados. Multitudes les
seguían como los ídolos que ellos mismos, en su egocentrismo artístico, querían
ser.
El caso es que ofrecen a una sociedad cada vez más carente
de valores cristianos una imagen de Jesús anémica, incompleta o falsa. Jesús anduvo
entre nosotros con el fin de que lo viéramos cercano, amoroso y sacrificado. Jesús
fue cercano tocando a la gente, albergando a los niños en Sus brazos y sanando
a los enfermos. Jesús fue amoroso protegiendo al débil, a la adúltera María y
guiando a sus discípulos. Jesús fue sacrificado dejando el Cielo para aterrizar
en la tierra, limitando Su poder y dejándose asesinar por cada uno de nosotros
en una cruz para pagar el precio por nuestros delitos y pecados ante Su Padre.
La idolatría, veneración a los ídolos, es confusión para el
alma. La adoración, veneración a Dios, es vida para el alma. Querido lector, no
vayas tras los ídolos muertos, sean estas obras de arte o personas de carne y
hueso. Ellos no te pueden ofrecer nada, pues son nada. Adora directamente a
Dios por medio de la obra de Jesús en la cruz en favor a ti. Reflexiona un
momento en ello esta Semana Santa y te encontrarás con el Jesús vivo que anduvo
en la mar, y no con el que se empeñan en mantener muerto en un madero, como
reflejó Antonio Machado en su poesía.
Adora a Jesús.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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