Perdonar a nuestro ofensor es un acto de sanidad mental y
espiritual. Perdonar no es un sentimiento, es una decisión consciente. Yo
decido perdonar, aunque olvidar me sea imposible, porque hay que cerrar página
y seguir con la vida. Perdonar es tocar lo divino, ya que Dios siempre pone la
mano tendida ofreciendo perdón.
Perdonar no es fácil. Lo fácil es desear vengarse de aquel o
aquellos que nos han hecho mal. Lo evidente del caso es que vivimos como si a
nosotros no tuvieran que perdonarnos los demás. Cuando hablo con personas que
se han visto maltratadas y no pueden perdonar puedo constatar que no se dan
cuenta, tras el velo de dolor, que ellos, en algún momento de sus vidas han
agraviado a alguien, y lo que es peor, tampoco han pedido perdón por ello. Todos
hemos caído en ese error.
No hablo de que perdones y tu relación sea restaurada porque
muchas veces el agresor está completamente insensibilizado y lejos de reconocer
su falta. Aún más, la persona que te dañó profundamente puede haber muerto, sin
buscar reconciliación… Hablo, querido lector, de perdonar a pesar de los
pesares para ser feliz y descargar en Dios nuestros sentimientos de venganza y
frustraciones. Él sabe qué hacer en cada situación.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (Mateo 6:12)
Dios no perdona a aquellos que no perdonan a sus semejantes.
Si no perdono albergo sentimientos de odio, quizá no extremos, pero odio al fin
y al cabo. Dios es amor y no permite que los que se relacionen con Él estén
infectados por tales sentimientos. Nosotros acabamos mirando a Dios y echándole
la culpa a Él de todos nuestros males: Dios, si Tú eres tan amoroso por qué has
permitido… rellena con tu queja…
Padres que han violado a sus hijas, maridos que han maltratado
a sus esposas, padres y madres que no han amado a sus hijos, amigos que han
abusado de la amistad, injusticias sociales, ricos gracias a la ruina de otros,
matrimonios rotos por el adulterio, el asesino de un familiar anda suelto, el
violador de tu hija vive feliz… yo sé que podemos imaginar más situaciones
horripilantes. Al final quedas tú frustrado, amargado y sin aparente salida.
No se trata de resignación, se trata de perdón. La
resignación es una puerta cerrada a más frustración y el perdón es una puerta
abierta a la libertad. Jesucristo quiere darte fuerza para perdonar, porque el
perdón que libera es la Verdad mayúscula que en Él hay. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
libres. (Juan 8:36). ¿Libres de qué? Del pecado que no nos deja ver
más allá de nuestros conflictos siendo un muro inexpugnable que únicamente se
derriba por la Gracia de Dios, cuando nos rendimos y obedecemos Sus parámetros
de vida.
Perdonar es liberación ¡Sí! Pero aún hay un paso mayor: pedir
perdón al que has ofendido. Repasa en tu mente aquellos a quien le has de pedir
perdón y haz lo necesario para que vean que lo haces de corazón, seriamente. Haz
lo mismo con Dios: pídele perdón por haber pasado de Él durante este tramo de
tu vida y demuéstraselo amándolo sobre todas las cosas. Jesucristo te amó por
encima de todo lo creado y murió en una cruz para pagar tus pecados contra el
Padre. Él ya lo hizo y ahora a ti te toca pedirle perdón. De lo contrario no
irás al Cielo, ya que sin perdón no hay amistad posible.
Decide perdonar como Dios te ha perdonado.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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